No hay santificación bíblica para los que desechan una parte de la verdad. Satanás ha usado como sus agentes a personas que profesaban creer una parte de la verdad presente, mientras luchaban contra otra parte. El puede utilizar con más éxito a esas personas que a los que se oponen totalmente a nuestra fe.
La misma gracia que hasta aquí hemos considerado como suficiente, no nos sostendrá ya. Nuestra fe debe aumentar.
Aún el cristiano más perfecto puede crecer continuamente en el crecimiento y en el amor de Dios.
No podemos igualar el ejemplo (de Cristo); pero podemos asemejarnos a Él, y hacer como Él, de acuerdo con nuestras habilidades.
Cuanto más nos acerquemos a la luz pura del cielo, tanto mayor número de defectos discerniremos que es necesario reformar en nosotros.
Nada aumentará más la fuerza espiritual y el fervor y profundidad de los sentimientos, como el visitar y servir a los enfermos y abatidos, ayudándoles a ver la luz y a aferrarse de Jesús por la fe.
Los que no sienten la importancia del progreso y el mejoramiento propio no crecerán en la gracia y el conocimiento de Cristo.
Cuando el hombre se ocupe día tras día sinceramente en vencer los defectos de su carácter estará abrigando a Cristo en el templo de su ser.
La santificación genuina no es otra cosa que una muerte diaria al yo y la conformidad diaria a la voluntad de Dios.
Contemplando es como somos transformados. Espaciándonos en el amor de Dios y de nuestro Salvador, admirando la perfección del carácter divino y apropiándonos la justicia de Cristo por la fe, hemos de ser transformados a su misma imagen. Sólo el poder de Cristo puede obrar, en el corazón y la mente, la transformación que deben experimentar todos los que quieran participar con él de la nueva vida, en el reino de los cielos.
La justicia por la cual somos santificados es impartida.
Ni la justificación ni la santificación es el resultado de obras meritorias. Ambas se deben solamente a la gracia y justicia de Dios. La justicia por la cual somos justificados es impartida; La justicia por la cual somos santificados es impartida.
Los que profesan servir a Dios y sin embargo no progresan en conocimiento y piedad, son cristianos solo de nombre.
Recuerden que nunca alcanzarán una norma más elevada que la que ustedes mismos se fijen.
El ideal que Dios tiene para sus hijos está por encima del alcance del más elevado pensamiento humano.
El alma no es santificada por la verdad que no se practica.
El carácter no puede ser cambiado cuando Cristo venga ni en el momento en el que el hombre está a punto de morir.
La santificación expuesta en las Santas Escrituras abarca todo el ser: espíritu, cuerpo y alma.
La santificación que no produce completo desprendimiento de los deseos y placeres pecaminosos del mundo, no puede ser verdadera.
Los que están verdaderamente santificados...constituirán un ejemplo de temperancia.
En la vida de los hijos de Dios, las verdades de su Palabra han de revelar su gloria y excelencia. Mediante su pueblo, Cristo ha de manifestar su carácter y los principios de su reino.
Cristo está limpiando el templo que está en el cielo de los pecados del pueblo, y debemos obrar en armonía con él en la tierra, limpiando el templo del alma de su contaminación moral.
Satanás afirmaba que estaba santificado.
La genuina santificación no es otra cosa que una muerte cotidiana al yo.
No hay santificación fuera de la verdad, la palabra.
La obra purificadora de Cristo debe comenzar en el corazón, para enmendar todo el carácter del agente humano.
La santificación bíblica no es simplemente ostentación u obra exterior. Es la santificación recibida por el conducto de la verdad. Es la verdad recibida en el corazón, y puesta en práctica en la vida. (…) No hay santificación bíblica para los que desechan una parte de la verdad. Jesús considerado como hombre era perfecto, y sin embargo, crecía en gracia. "Y Jesús crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres" (Luc. 2: 52). Aun el cristiano más perfecto puede crecer continuamente en el conocimiento y en el amor de Dios. .
Es imposible para el individuo experimentar la santificación bíblica mientras sostenga que si cree en Cristo da lo mismo que obedezca la ley de Dios o que la desobedezca.
Si los que pretenden ser santos insinúan que ya no necesitan estudiar las escrituras, podemos declarar sin vacilación que su santificación es espuria.
La santificación no es una emoción sino un principio de origen celestial que pone todas las pasiones y todos los deseos bajo el control del Espíritu de Dios; y esta obra es realizada por medio de nuestro Señor y Salvador. LA santificación espuria no lleva a glorificar a Dios, sino que induce a quienes pretenden poseerla a exaltarse y glorificarse a sí mismos. Cualquier cosa que sobrevenga en nuestra experiencia, sea de alegría o de tristeza, que no refleje a Cristo ni lo señale como su autor, glorificándolo a El y sumergiendo al yo hasta hacerlo desaparecer de la vista, no es una genuina experiencia cristiana.
Santificación es llegar a la unidad con Cristo mediante la obediencia a la verdad.
El carácter que adquiráis durante el tiempo de gracia será el carácter que tendréis cuando venga Cristo. Si queréis ser santos en el cielo, debéis ser santos primero en la tierra. Los rasgos de carácter que cultivéis en la vida no serán cambiados por la muerte ni por la resurrección. Saldréis de la tumba con la misma disposición que manifestasteis en vuestro hogar y en la sociedad. Jesús no cambia nuestro carácter al venir. La obra de transformación debe hacerse ahora. Nuestra vida diaria determina nuestro destino.
El verdadero cristianismo es una religión de progreso.
Encontraremos doctrinas falsas de toda clase, y seremos descarriados a menos que estemos familiarizados con lo que Cristo ha dicho y estemos siguiendo sus instrucciones. Una de las más peligrosas de estas doctrinas es la qué aboga por una falsa santificación. Algunos pretenden ser santos y sin embargo están quebrantando los mandamientos de Dios. Su pretensión de que están sin pecado es falsa y no debe aceptarse. . .
Lo experimentado según se relata en la Palabra de Dios ha de ser lo que yo experimente. La oración y la promesa, el precepto y la amonestación, son para mí.
“La santificación significa la cultura y el entrenamiento de cada capacidad para el servicio del Señor.”
“Todas las cosas en el mundo natural tienen vida, crecen, y producen fruto. Y en el mundo espiritual no hay vida sin fruto en la gracia. El impulso espiritual no es crecimiento.”
La tarea del pecador no es hacer las paces con Dios, sino aceptar a Cristo como su paz y justicia. Entonces el hombre se convierte uno con Cristo y uno con Dios. No existe manera por la cual el corazón puede ser santificado y salvado, excepto la fe en Cristo.