Los que descarten la parte de la religión que exige abnegación y espíritu de sacrificio, nunca participarán con Cristo en su gloria.
Solamente los que participen con Cristo en su abnegación y sacrificio compartirán con él su gloria.
Pablo…hasta sufría hambre a veces, para poder aliviar las necesidades de otros.
Cuando el alma no hace una entrega completa a Dios, no abandona el pecado, los apetitos y pasiones todavía luchan por el dominio, y las tentaciones confunden la conciencia.
Dios llama a hombres dispuestos a dejar sus granjas, sus negocios, si es necesario sus familias, para llegar a ser misioneros suyos. Y el llamamiento hallará respuesta. En lo pasado hubo hombres que, conmovidos por el amor de Cristo y las necesidades de los perdidos, dejaron las comodidades del hogar y la asociación de los amigos, aun la de la esposa y los hijos, para ir a tierras extranjeras, entre idólatras y salvajes, a proclamar el mensaje de misericordia. Muchos perdieron la vida en la empresa, pero se levantaron otros para continuar la obra.
El que desea adquirir un carácter fuerte y armónico, el que desea ser un cristiano equilibrado, debe darlo todo a Cristo y hacerlo todo por él; porque el Redentor no aceptará un servicio a medias.
Los que tienen posesiones no se dan cuenta de que ellos pueden negarse a si mismos de muchas maneras; pueden gastar menos para sus cuerpos y complacer sus gustos y apetitos, y ahorrar mucho para la causa.
La codicia, el egoísmo, el amor al dinero y el amor al mundo penetran todas las filas de los observadores del sábado. Estos males están destruyendo el espíritu de sacrificio entre el pueblo de Dios. (...) Se deben hacer sacrificios para dios; hay que negarse al yo por amor a la verdad.
El gran sacrificio ha sido hecho para el hombre. Ahora se lo prueba a él para ver si sigue el ejemplo de Cristo y se sacrifica por sus semejantes. (…) El exige que sus hijos hagan prosperar su obra. Dios les ha confiado en este mundo lo suficiente para llevar a cabo su obra sin trabas, y él quiere que usen juiciosamente los recursos que les ha confiado. "Vended lo que poseéis, y dad limosna" (Luc. 12: 33), es parte de la sagrada Palabra de Dios. Los siervos de Dios deben levantarse, clamar y no escatimar esfuerzos para declarar " a mi pueblo su rebelión, y a la casa de Jacob su pecado." (Isa. 58:1)
En esta vida debemos soportar pruebas de fuego y hacer sacrificios costosos, pero la paz de Cristo es la recompensa. Ha habido tan poca abnegación, tan poco sufrimiento por amor a Cristo, que la cruz queda casi completamente olvidada.
Los que se nieguen a si mismos para hacer el bien a otros y se consagren con todo lo que tienen al servicio de cristo, experimentaran la felicidad que en vano busca el egoísta.
Si el corazón no está completamente dedicado a Dios, si la voluntad, los afectos y los pensamientos no son puestos en sujeción a la voluntad de Dios, se fracasará en cumplir los principios de la verdadera religión y en ejemplificar la vida de Cristo. No habrá un deseo genuino de sacrificar la comodidad y el amor a uno mismo, y la mente carnal no será crucificada con el fin de realizar las obras de Cristo.
Debiéramos estar dispuestos a sacrificar nuestra propia comodidad cuando está en peligro un alma por la cual Cristo murió.
Se me mostró al residuo en la tierra. El ángel les dijo: "¿Queréis huir de las siete postreras plagas?... En tal caso, debéis morir para poder vivir. ¡Preparaos, preparaos, preparaos! Debéis realizar mayores preparativos que los que habéis realizado. . . Sacrificadlo todo para Dios. Ponedlo todo sobre su altar: el yo, vuestras propiedades, todo, como sacrificio vivo. El entrar en la gloria lo exigirá todo.
A menos que practiquemos el sacrificio personal para bien de otros, en el círculo familiar, en el vecindario, en la iglesia, y en dondequiera que podamos, cualquiera sea nuestra profesión, no somos cristianos.
La invitación a ponerlo todo sobre el altar del servicio le llega a cada uno. No se nos pide a todos que sirvamos como sirvió Eliseo, ni somos todos invitados a vender cuanto tenemos; pero Dios nos pide que demos a su servicio el primer lugar en nuestra vida, que no dejemos transcurrir un día sin hacer algo que haga progresar su obra en la tierra.
Al consagrarnos a Dios, debemos necesariamente abandonar todo aquello que nos separe de él. Por esto dice el Salvador: "Así, pues, cada uno de vosotros que no renuncia a todo cuanto posee, no puede ser mi discípulo" (S. Lucas 14: 33). Debemos dejar todo lo que aleje el corazón de Dios. Los tesoros son el ídolo de muchos. El amor al dinero y el deseo de las riquezas son la cadena de oro que los tienen sujetos a Satanás.
Una entrega parcial a la verdad da a Satanás una oportunidad libre para trabajar.
Quisiera que entendáis nítidamente este punto: que a las almas se les impide obedecer la verdad por una confusión de ideas, y también porque no saben cómo entregar su voluntad y su mente a Jesús. Necesitan instrucción especial en cuanto a cómo llegar a ser cristianos.