El piadoso carácter de este profeta representa el estado de santidad que deben alcanzar todos los que serán "comprados de entre los de la tierra" (Apoc. 14:3) en el tiempo de la segunda venida de Cristo.
Vivamos cada día como quisiéramos haber vivido cuando se inicie el juicio y los libros se abran, y cuando cada uno recibirá [su recompensa] de acuerdo a sus obras...
Cuanto más fervientes sean nuestros esfuerzos para alcanzar la santidad del corazón y la vida, tanto más aguda será nuestra percepción del pecado, y más decididamente lo desaprobaremos. Debemos ponernos en guardia contra la indebida severidad hacia el que hace mal; pero también debemos cuidar de no perder de vista el carácter excesivamente pecaminoso del pecado.
Dios nos llama a una comunión tal. Como fue la de Enoc debe ser la santidad de carácter de aquellos que serán redimidos de entre los hombres en la segunda venida del Señor.
La santidad nunca se cansará de hacer el bien.
La santidad es integridad para con Dios: es la entrega total del corazón y la vida para que revelen los principios del cielo.