Nadie será transportado al cielo mientras su corazón esté lleno de basura de la tierra. Todo defecto de carácter moral debe ser remediado previamente, toda mancha eliminada por la sangre purificadora de Cristo.
Todos ejercéis influencia para bien o para mal sobre la mente y el carácter de los demás.
Cuando dos caracteres fuertes entran en conflicto ambos salen perjudicados.
Un único rasgo de carácter desmoralizador revelado en palabras o acciones dejará su influencia para el mal y si no se vence, subvertirá todas las virtudes. Si deseáis alcanzar la perfección del carácter debéis vigilar el pensamiento y la acción.
Un carácter verdaderamente noble no se rebajará ante las falsas acusaciones de sus enemigos. Cada palabra que se diga caerá en saco roto porque fortalecerá lo que no podrá vencer. Si deseáis alcanzar la perfección del carácter debéis vigilar el pensamiento y la acción.
Cada persona es arquitecto de su propio carácter.
Un mal rasgo de carácter…neutralizará con el tiempo todo el poder del evangelio.
Únicamente por la vigilancia constante y tenaz y la oración perseverante y casi incesante podremos manifestar en nuestra vida el carácter de Cristo y la influencia santificadora de la verdad.
La muerte provoca la disolución del cuerpo, pero no produce cambio alguno en nuestro carácter, ni lo cambia tampoco la venida de Cristo; tan sólo lo fija para siempre sin posibilidad de cambio.
El carácter no puede ser cambiado cuando Cristo venga ni en el momento que el hombre está a punto de morir.
Que nadie engañe a su propia alma en este asunto. Si albergáis orgullo, estima propia, amor a la supremacía, vanagloria, ambición impía, murmuración, descontento, amargura, maledicencia, mentira, engaño, calumnia, Cristo no está morando en vuestro corazón, y es evidente que tenéis la mente y el carácter de Satanás, no el de Cristo Jesús, que es manso y humilde de corazón.
Cuando el carácter de Cristo sea perfectamente reproducido en su pueblo, entonces vendrá él para reclamarlos como suyos.
Si queréis ser santos en el cielo, primero debéis serlo en la tierra. Los rasgos de carácter que acariciáis en esta vida no cambiarán en virtud de la muerte o de la resurrección. Saldréis de la tumba con la misma disposición que manifestasteis en vuestro hogar y en la sociedad. Jesús no cambia el carácter en su venida. La obra de transformación debe hacerse ahora.
Ningún carácter puede ser completo sin prueba y sufrimiento.
El piadoso carácter de este profeta (Enoc) representa el estado de santidad que deben alcanzar todos los que serán "comprados de entre los de la tierra" (Apoc. 14:3) en el tiempo de la segunda venida de Cristo.
El verdadero carácter no es algo que se modela desde afuera, o que uno se pone encima, sino que se irradia desde adentro.
Hay partes iluminadas y sombreadas en el carácter y, con seguridad, unas u otras obtendrán el triunfo.
Es en la crisis cuando se revela el carácter.
La fuerza de carácter consiste en dos cosas: la fuerza de voluntad y el dominio propio.
Cada acto de la existencia, por muy insignificante que sea, tiene su influencia en la formación del carácter.
No es el poder humano, sino el divino, el que obra la transformación del carácter.
No es fuera de la prueba, sino en medio de ella, donde se desarrolla el carácter cristiano. Expuestos a las contrariedades y la oposición, los seguidores de Cristo son inducidos a ejercer mayor vigilancia y a orar más fervientemente al poderoso Auxiliador. Las duras pruebas soportadas por la gracia de Dios, desarrollan paciencia, vigilancia, fortaleza y profunda y permanente confianza en Dios. Este es el triunfo de la fe cristiana que habilita a sus seguidores a sufrir y a ser fuertes; a someterse y así conquistar; a ser muertos todo el día y sin embargo vivir; a soportar la cruz y así ganar la corona de gloria.
Dios nos llama a una comunión tal. Como fue la de Enoc debe ser la santidad de carácter de aquellos que serán redimidos de entre los hombres en la segunda venida del Señor.
La religión de Jesús ablanda cuanto haya de duro y brusco en el genio, y, suaviza lo tosco y violento de los modales.
A menos que los que reciben la verdad se conviertan cabalmente, a menos que haya un cambio radical en la vida y el carácter, a menos que el alma se aferre a la Roca eterna, no soportarán la prueba.
La transformación del carácter es para el mundo el testimonio de que Cristo mora en el. Muchos…en el tiempo de prueba que se acerca, se convertirán en apóstatas a menos que desechen su orgullo y confianza propia, a menos que pasen por una total transformación de carácter.
Es la justicia de Cristo, su propio carácter sin mancha, que por la fe se imparte a todos los que lo reciben como Salvador personal.
A un buen carácter…no lo afectan las crisis ni los fracasos. La fuerza del carácter consiste en dos cosas: la fuerza de voluntad y el dominio propio. (…) La verdadera grandeza y nobleza del hombre se miden por su poder de subyugar sus sentimientos, y no por el poder que tienen sus sentimientos de subyugarlo a él. El hombre más fuerte es aquel que, aunque sensible al maltrato, refrena sin embargo la pasión y perdona a sus enemigos.
A medida que nos hagamos partícipes de la naturaleza divina, se irán eliminando del carácter las tendencias al mal hereditarias y cultivadas, y nos iremos transformando en un poder viviente para el bien.
Un carácter verdaderamente noble no se rebaja hasta sentirse ofendido por las acusaciones de sus enemigos.
El traslado de la tierra al cielo no cambiará el carácter de los hombres.
Nunca entraremos a través de las puertas de la ciudad de Dios hasta que perfeccionemos un carácter como el de Cristo.
Los que están verdaderamente convertidos comprenderán que nunca verán al Señor en su gloria a menos que formen un carácter que armonice con el de Jesús.
El espíritu, el carácter del hombre, vuelve a Dios, para ser preservado allí. En la resurrección cada hombre tendrá su propio carácter.
La formación del carácter no es tarea de un día ni de un año, sino de toda la vida.
Todo defecto de carácter moral debe ser remediado previamente, toda mancha eliminada por la sangre purificadora de Cristo.
De los defectos de carácter se vale Satanás para intentar dominar toda la mente, y sabe muy bien que si se conservan estos defectos lo logrará. De ahí que trate constantemente de engañar a los discípulos de Cristo con su sofisma de que les es imposible vencer.
Usted no podrá entrar al cielo con ninguna deformidad o imperfección de carácter. Durante el período de prueba de la vida debe recibir la preparación necesaria. Si desea tener acceso a las moradas de la justicia cuando Cristo venga, ahora debe ser objeto de la obra profunda del Espíritu Santo que se hace visible en la experiencia personal.
Sólo por el Consolador, el Espíritu Santo, que Jesús prometió enviar al mundo, puede producirse la transformación del carácter a la imagen de Cristo; y al lograrse este cambio, como en un espejo reflejaremos la gloria del Señor.
Todos los que se unen a la feligresía deberían mostrar las evidencias de la transformación del carácter, que se manifiesta por la reverencia hacia las cosas santas. (…) Tienen que ejercer una influencia cristiana. Los que no manifiestan cambios en palabras y comportamiento, ni en la vestimenta o en su hogar, están viviendo por su propia cuenta y no en Cristo. (…) No hay razón para que los cristianos sean indiferentes o descuidados con relación a su apariencia exterior. Deben ser pulcros y estar bien arreglados, pero sin adornos. Interior y exteriormente también deben ser puros.
Jesús no cambia nuestro carácter al venir. La obra de transformación debe hacerse ahora…
Tenemos que vaciar el templo del alma de toda contaminación, y permitir que el Espíritu de Dios tome completa posesión del corazón, para que el carácter pueda ser transformado.
El carácter se da a conocer, no por las obras buenas o malas que de vez en cuando se ejecutan, sino por la tendencia de las palabras y de los actos en la vida diaria.
Dios da los talentos, las facultades mentales; nosotros formamos el carácter.
En extenso grado cada uno es arquitecto de su propio carácter.
El cielo ha de ser reflejado en el carácter del cristiano.
La plenitud del carácter cristiano se obtiene cuando el impulso de ayudar y bendecir a otros nace constantemente de adentro, cuando los rayos de luz del cielo llenan el corazón y se expresan en el rostro.
Aquellos que esperan la venida del Esposo han de decir al pueblo: “¡Veis aquí el Dios vuestro!” Los últimos rayos de luz misericordiosa, el último mensaje de clemencia que ha de darse al mundo, es una revelación de su carácter de amor. Los hijos de Dios han de manifestar su gloria. En su vida y carácter han de revelar lo que la gracia de Dios ha hecho por ellos.
Mirando constantemente a Jesús con el ojo de la fe, seremos fortalecidos. Dios hará las revelaciones más preciosas a sus hijos hambrientos y sedientos. Hallarán que Cristo es un Salvador personal. A medida que se alimenten de su Palabra, hallarán que es espíritu y vida. La Palabra destruye la naturaleza terrenal y natural e imparte nueva vida en Cristo Jesús. El Espíritu Santo viene al alma como Consolador. Por el factor transformador de su gracia, la imagen de Dios se reproduce en el discípulo; viene a ser una nueva criatura. El amor reemplaza al odio y el corazón recibe la semejanza divina.
Refléjese en el carácter y manifiéstese en la vida. Cristo está retratándose en cada discípulo. Dios ha predestinado a cada uno a ser conforme “a la imagen de su Hijo.” En cada uno, el longánimo amor de Cristo, su santidad, mansedumbre, misericordia y verdad, han de manifestarse al mundo.
Todo el que entre en el reino de Dios tendrá que desarrollar un carácter que sea equivalente al carácter de Dios.
Cristo vino a nuestro mundo para restaurar en el hombre la imagen moral de Dios.
El Espíritu Santo (…) es el que cambia nuestro carácter a la imagen de Cristo, y cuando esto se logra, reflejamos como en un espejo la gloria del Señor; (…) Enoc (…) reflejaba el carácter de Cristo.
Cristo será reflejado en el carácter sólo cuando el yo sea colocado sobre el altar del sacrificio.
A menos que se vea en el hombre la imagen moral de Dios, nunca podrá entrar como vencedor en la ciudad de Dios.
Únicamente al revelar el carácter de Cristo podemos cooperar con él en la salvación de las almas. Testimonios para los
El rostro humano en sí mismo es un espejo del alma, leído por otros, y tiene una influencia reveladora sobre ellos para bien o para mal.
Lo que un hombre es, tiene más influencia que lo que dice. La vida tranquila, consecuente y piadosa, es una epístola viviente, conocida y leída por todos los hombres. Alguien puede hablar y escribir como un ángel, pero sus procedimientos pueden parecerse a los de un demonio. . . El verdadero carácter no es algo que se forma desde afuera, o con lo que uno se reviste, sino que es algo que irradia desde adentro.
Todo el que entre en el reino de Dios desarrollará un carácter que es equivalente al carácter de Dios. Nadie puede morar con Dios en el cielo santo sino los que tengan su semejanza. Los que han de ser redimidos deberán ser vencedores; han de ser nobles, puros, uno con Cristo.
Aunque la calumnia puede oscurecer el nombre, no puede manchar el carácter.
No podemos santificar su nombre ni representarlo ante el mundo, a menos que en nuestra vida y carácter representemos la vida y el carácter de Dios.
Dar gloria a Dios es revelar su carácter en el nuestro, y de esta manera hacerlo conocer.
La máxima obra que se puede hacer en nuestro mundo es glorificar a Dios viviendo el carácter de Cristo.
“Dios tiene una fotografía perfecta del carácter de cada hombre, y compara esa fotografía con su ley.”
Dios no tiene nada que ver con la pretensión. Él recibirá en las cortes celestiales sólo a aquellos cuyo cristianismo sea genuino. Las vidas de los profesos cristianos que no viven la vida de Cristo son una burla de la religión.
Formar un carácter que Dios pueda aprobar requerirá un esfuerzo perseverante. Exigirá una resistencia continua a los poderes de las tinieblas. . .
Es necesario que sigamos más estrictamente el plan de vida de Dios. Esmerarnos en hacer el trabajo que tenemos más a mano, encomendar nuestros caminos a Dios y estar atentos a las indicaciones de su providencia, son reglas que aseguran el logro de una buena ocupación.
En 1903 escribí al presidente de una Asociación lo siguiente: ‘Por medio de un agente, Cristo Jesús, Dios ha ligado misteriosamente entre sí a todos los hombres. A cada hombre se le ha asignado una línea de servicio especial, y deberíamos ser rápidos en comprender que nuestro deber es cuidarnos de no dejar la obra que nos corresponde e interferir con otros agentes humanos que realizan una obra diferente a la nuestra. A nadie se le ha dado la tarea de interferir en la obra de alguno de sus compañeros, tratando de tomarla en sus manos, porque al manipularla podría perjudicarla. Dios ha dado a cada uno una tarea diferente a la del otro”.
Mediante la fe puede ser suplida cada deficiencia del carácter, cada contaminación purificada, cada falta corregida, cada excelencia desarrollada. La oración es el medio ordenado por el cielo para tener éxito en el conflicto con el pecado y desarrollar el carácter cristiano.