Las vicisitudes de los hijos de Israel y su actitud justamente antes de la primera venida de Cristo me han sido presentadas vez tras vez para ilustrar la posición del pueblo de Dios en su experiencia antes de la segunda venida de Cristo.
El pueblo de Israel perdió de vista sus grandes privilegios como representante de Dios. Olvidaron a Dios, y dejaron de cumplir su santa misión. Las bendiciones que recibieron no proporcionaron bendición al mundo. Se apropiaron ellos de todas sus ventajas para su propia glorificación.
El pueblo (judío) a quien Dios había llamado para ser columna y base de la verdad, había llegado a ser representante de Satanás.
Los dirigentes judíos estaban convencidos de que un poder divino acompañaba a Cristo, pero a fin de resistir a la verdad, atribuyeron la obra del Espíritu Santo a Satanás. Al hacer esto, prefirieron deliberadamente el engaño; se entregaron a Satanás, y desde entonces fueron dominados por su poder.
El pecado de una nación y su ruina se debieron a sus dirigentes religiosos.
El pueblo de Israel había hecho su elección. Señalando a Jesús, habían dicho: "Quita a éste, y suéltanos a Barrabás." Barrabás, el ladrón y homicida, era representante de Satanás. Cristo era el representante de Dios. Cristo había sido rechazado; Barrabás había sido elegido. Iban a tener a Barrabás. Al hacer su elección, aceptaban al que desde el principio es mentiroso y homicida. Satanás era su dirigente. Como nación, iban a cumplir sus dictados. Iban a hacer sus obras. Tendrían que soportar su gobierno. El pueblo que eligió a Barrabás en lugar de Cristo iba a sentir la crueldad de Barrabás mientras durase el tiempo. Mirando al herido Cordero de Dios, los judíos habían clamado: "Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos." Este espantoso clamor ascendió al trono de Dios. Esa sentencia, que pronunciaron sobre sí mismos, fue escrita en el cielo. Esa oración fue oída. La sangre del Hijo de Dios fue como una maldición perpetua sobre sus hijos y los hijos sus hijos. Esto se cumplió en forma espantosa en la destrucción de Jerusalén y durante dieciocho siglos en la condición de la nación judía que fue como un sarmiento cortado de la vid, una rama muerta y estéril, destinada a ser juntada y quemada. ¡De país a país a través del mundo, de siglo a siglo, muertos, muertos en delitos y pecados!
El favor de Dios para con los hijos de Israel dependió siempre de que obedeciesen.
En su Palabra, el Señor declara lo que hubiese hecho por Israel si éste hubiera obedecido su voz. Pero los líderes del pueblo cedieron a las tentaciones de Satanás y Dios no pudo darles las bendiciones que pensaba proporcionarles, porque ellos no obedecieron su voz, sino que escucharon la voz y siguieron el plan de acción de Lucifer. Esta experiencia se volverá a repetir en los últimos años de la historia del pueblo de Dios que él estableció por su gracia y poder. En las escenas finales de la historia de esta tierra, hombres a quienes Dios ha honrado grandemente imitarán al antiguo Israel, porque están convirtiendo la verdad de Dios en falsedad. Y Lucifer traerá muchas herejías que engañarán, si es posible, aún a los escogidos… Recuerde que la historia se volverá a repetir. El pueblo de Dios volverá a enfrentar en forma más intensa los peligros que enfrentó en el pasado. Satanás ha ejercido su influencia sobre los hombres a quienes Dios había honrado por encima de todas las inteligencias humanas…
Los fallos y errores del antiguo Israel no son tan graves a la vista de Dios como los pecados del pueblo de Dios de esta época. La luz se ha ido incrementando de época en época, y las generaciones subsiguientes tienen el ejemplo de las generaciones precedentes.
Vuestros acuerdos con los que no creen ha provocado el desagrado del Señor. (…) Vuestra negligencia en seguir la luz os colocará en una posición más desfavorable que los judíos sobre los cuales Jesús pronunció una maldición.
La desolación de Jerusalén (por los babilonios) es una solemne advertencia para los ojos del moderno Israel.
Como pueblo no estamos progresando en espiritualidad a medida que nos acercamos al fin.
La corona que se le quitó a Israel pasó sucesivamente a los reinos de Babilonia, Medo-Persia, Grecia y Roma.
En la más reciente visión que me fue dada, el 10 de diciembre de 1871, se me mostró la condición del pueblo de Dios. No está despierto ni muestra su fe por sus obras. Se me señaló al Israel de antaño. Ellos recibieron mucha luz y grandes privilegios, sin embargo, no vivieron conforme a la luz, ni apreciaron sus privilegios, y su luz se tornó en tinieblas, y anduvieron a la luz de sus propios ojos, en vez del consejo de Dios. En estos últimos días, el pueblo de Dios está siguiendo el ejemplo de la Israel de antaño.
El Señor ha declarado en su Palabra lo que habría hecho por Israel si hubieran obedecido su voz. Pero los dirigentes del pueblo cedieron a las tentaciones de Satanás, y Dios no pudo darles las bendiciones que Él tenía preparadas para ellos, porque no obedecieron su voz, pero escucharon la voz y las indicaciones de Lucifer. Esta experiencia se repetirá en los últimos años de la historia del pueblo de Dios, que ha sido establecido por su gracia y su poder. En las escenas finales de la historia de la tierra, hombres a quien Él honró mucho seguirán el patrón del antiguo Israel
Muchas de las tradiciones judías eran tan insignificantes y carentes de valor, que desmerecían toda su religión, y esas tradiciones transmitidas de generación a generación, fueron consideradas por muchos como la palabra de Dios. Colocaron los inventos humanos, los cuales constantemente se tornaban más necios e inconsistentes, a la par con la ley moral, hasta que cuando Cristo vino por primera vez, la doctrina pura había dado lugar a ideas falsas. El egoísmo, codicia y la exaltación propia habían introducido toda clase de costumbres falsas, hasta que la nación judía perdió la integridad pura de su alma, y sus costumbres diarias constituían actos de robo hacia Dios y sus prójimos.