Los padres y las madres debieran sentir que el trabajo en el hogar es la obra misionera más sagrada que deben hacer.
Educar a los hijos en el camino y la admonición del Señor es el mayor trabajo misionero que los padres pueden realizar.
Padres cuando os sentís nerviosos, no debéis cometer el grave pecado de envenenar a toda la familia con esta irritabilidad peligrosa.
Los padres deben velar y aconsejar a sus hijos, decidir por ellos y mostrarles que si no prestan una obediencia alegre y voluntaria a sus padres, no pueden obedecer voluntariamente a Dios y será para ellos imposible ser cristianos.
Antes de salir de casa para ir a trabajar, toda la familia debe ser convocada, y el padre, o la madre en ausencia del padre, debe rogar con fervor a Dios que los guarde durante el día. (...) La impaciencia de los padres excita la de los hijos. La ira manifestada por los padres, crea ira en los hijos, y despierta lo malo de su naturaleza. (...) Cada vez que los padres pierden el dominio propio, y hablan y obran con impaciencia, pecan contra Dios. (...) Orad con los niños antes de corregirlos.
Los padres deben enseñarles a trabajar a los hijos, a tener sus horas de trabajo físico y sus horas de estudio y lectura.
Es el deber de los padres velar para que las influencias que rodean a sus hijos no tengan un efecto perjudicial sobre ellos. Es su deber elegirles los compañeros que han de tener y no dejar que ellos mismos los elijan.
Padres y madres, hablad bondadosamente a vuestros hijos; recordad cuán sensibles sois vosotros mismos y cuán poca censura podéis soportar.
En muchos hogares, se descuida la oración. Los padres creen que no disponen de tiempo para el culto matutino o vespertino.... Salen a trabajar como va el buey o el caballo, sin dedicar un solo pensamiento a Dios o al cielo.
El ambiente de baja moralidad, de incredulidad, o indiferencia hacia las cosas religiosas, tiende a contrarrestar la influencia de los padres.
Al elegir un sitio para vivir, Dios quiere que consideremos ante todo las influencias morales y religiosas que nos rodearan a nosotros y a nuestras familias. (…) Si nos colocamos voluntariamente en un ambiente mundano e incrédulo, desagradamos a Dios, y ahuyentamos a los ángeles de nuestras casas.
Se debe a los padres mayor grado de amor y respeto que a ninguna otra persona.
El despreciar la autoridad de los padres lleva pronto a despreciar la autoridad de Dios.”
El padre es el sacerdote de la casa, responsable ante Dios por la influencia que ejerce sobre cada miembro de su familia. Debe colocar a los miembros de su familia en las circunstancias más favorables que sea posible, de manera que no sean tentados a conformarse a los hábitos y costumbres, las malas prácticas y los principios relajados que encontrarían en el mundo... Deben hacer todo lo que esté a su alcance para evitar que se llenen del espíritu del mundo.
Preparaos para escuchar consejos de otros. No penséis que no incumbe a vuestras hermanas o hermanos la manera como tratáis a vuestros hijos, o cómo se conducen vuestros hijos.
Los padres les hacen mucho daño a sus hijos cuando les permiten gritar y llorar.
Los padres de familia pueden y deben interesar a sus hijos en los variados conocimientos que se encuentran en las Sagradas Páginas. Pero si quieren interesar a sus hijos e hijas en la Palabra de Dios, ellos mismos deben sentir interés por ella.
Si los padres desean que sus hijos sean puros, deben rodearlos con compañías puras que Dios pueda aprobar. (…) ¿Permitís que vuestros niños se asocien con otros niños sin estar presentes para saber qué clase de educación están recibiendo? No les permitáis estar solos con otros niños.
Una de las salvaguardias más seguras de los jóvenes es la ocupación útil. Los niños que han sido enseñados en hábitos de laboriosidad, de manera que todas sus horas estén dedicadas a ocupaciones útiles y placenteras, no tienen inclinación a quejarse de su suerte ni tienen tiempo para entregarse a sueños ociosos.
Muchas almas se perderán para siempre debido a la negligencia de los padres para disciplinar correctamente a sus hijos y enseñarle sumisión a la autoridad en su juventud.
Muchos hijos se levantarán en el juicio y condenarán a sus padres, porque no los reprendieron, y los harán responsables de su destrucción. La falsa simpatía y el amor ciego de los padres los impulsa a excusar y a no corregir las faltas de sus hijos, y como consecuencia éstos se pierden y la sangre de sus almas recaerá sobre los padres infieles.
Los padres no deben ser manejados por sus hijos, sino que deben ser dirigidos por ellos. (...) Los padres que no hayan dominado a sus hijos no quedarán sin culpa.
El esposo es la cabeza de la familia, como Cristo es la cabeza de la iglesia, y cualquier actitud asumida por la esposa que pueda disminuir su influencia y degradar su posición digna y responsable, desagrada a Dios. Es deber de la esposa renunciar a sus deseos y voluntad, en favor de su esposo. Ambos deben saber renunciar a sus gustos, pero la Palabra de Dios da la preferencia al criterio del esposo. Y la esposa no perderá dignidad al ceder así a aquel a quien ella eligió por consejero y protector. El esposo debe mantener su posición en la familia, con toda mansedumbre, y sin embargo con decisión.
Debe ser siempre un principio fijo para los padres mantenerse unidos en el gobierno de sus hijos.
Algunos padres están sujetos a sus hijos. temen contrariar su voluntad, y por lo tanto ceden a lo que les exigen. pero que mientras los hijos están bajo el techo de sus padres, y dependen de ellos, deben estar sujetos a su voluntad.
Una madre que no tiene perfecto dominio de si misma no es idónea para el manejo de sus hijos.
Padres, cuando os sentís nerviosos, no debéis cometer el grave pecado de envenenar a toda la familia con esta irritabilidad peligrosa.
Los padres dan a sus hijos un ejemplo de obediencia o de transgresión. por su ejemplo y enseñanza, se decidirá en la mayoría de los casos el destino eterno de sus familias. en la vida futura, los hijos serán lo que sus padres los hayan hecho.
La madre debe dominarse perfectamente, y no hace nada que despierte en su hijo un espíritu de desafío. Nunca debe dar órdenes a gritos. Ganará mucho si conserva una voz dulce y amable.
Los que no respetan y aman a sus padres no respetaran ni honraran a dios. los que no honran a sus padres, no obedecerán a dios.
El ambiente de baja moralidad, de incredulidad, o indiferencia hacia las cosas religiosas, tiende a contrarrestar la influencia de los padres.
Si los padres desean ver un estado diferente de cosas en sus familias, conságrense completamente a Dios ellos mismos y cooperen con él en la obra mediante la cual se pueda realizar la transformación en su familia.