Algunos serán santificados en la verdad; pero en muchos el cambio de hábitos y de proceder es superficial, aunque luego dicen ser cristianos. Son aceptados como miembros de iglesia sólo para ser una molestia y una carga pesada. Por intermedio de ellos, Satanás trata de sembrar las semillas de la envidia, la deshonestidad, la crítica y la acusación. Intenta de esta manera corromper a los demás miembros de iglesia. (…) El menor desprecio da lugar al resentimiento. Albergan en su corazón la amargura, la ira y la mala voluntad. Por medio de sus palabras y su mal espíritu demuestran no haber nacido de nuevo. (…) Son indignos de confianza, malagradecidos, e impíos. Así sucede con todas las personas que no se han convertido de verdad. Cada uno de estos tipos desfigurados, no transformados, se convierte en un obrero eficiente de Satanás, creando disensión y contienda.
Solamente cuando la iglesia se compone de miembros puros y abnegados puede cumplir el propósito de Dios. Se hace demasiada obra apresurada al añadir nombres a los registros de la iglesia. Se observan serios defectos en el carácter de algunos de los que se unen con la iglesia. Los que los admiten dicen: Primero los introduciremos en la iglesia y entonces los reformaremos. Pero éste es un error. La primerísima obra que ha de hacerse es la obra de reforma. Orad con ellos, habladles, pero no permitáis que se unan con el pueblo de Dios como miembros de iglesia hasta que den evidencias decididas de que el Espíritu de Dios está trabajando en sus corazones.
El unirse a la iglesia, aunque es un acto importante y necesario, no lo hace a uno cristiano ni le asegura la salvación. No podemos asegurarnos el derecho al cielo por hacer registrar nuestro nombre en el libro de la iglesia mientras nuestro corazón quede alejado de Cristo.
La salvación no es estar bautizado, no es tener nuestro nombre en los libros de la iglesia, no es predicar la verdad. Es una unión viva con Jesucristo, renovada en nuestro corazón.
Los que no tienen una conexión viviente con Cristo pueden aparentar externamente que están en comunión con él. Sus nombres puede que estén en los libros de la iglesia, pero no son miembros de su cuerpo.
La gente asiste a la iglesia, escucha el sermón, entrega sus diezmos, presenta sus ofrendas, y hace poco más. ¿Por qué? Porque los ministros no presentan sus planes al pueblo, solicitando el aporte de sus consejos para la planificación y su ayuda al ejecutar los planes en cuya formulación han tomado parte.