Aunque el odio que Dios siente por el pecado es tan fuerte como la muerte, su amor hacia el pecador es más fuerte que la muerte.
Dios (…) no hace nada sin la cooperación de los agentes humanos.
Dios nunca abandona a los pueblos ni a los individuos, hasta que éstos lo abandonan a él.
Cuando Cristo vino al mundo, todo el cielo nos fue dado en este gran don. Dios mismo vino a nosotros en Cristo.