Muchos de los que profesan ser cristianos se han burlado de Dios.
Algunos se apoyan en alguna antigua experiencia que tuvieron hace años, pero cuando llegan a este tiempo que exige que se haga un examen de conciencia, cuando todos deberían tener una experiencia espiritual diaria, no tienen nada que referir.
La prosperidad contribuye a que multitudes ingresen en la iglesia que meramente profesan la religión. La adversidad las elimina de la iglesia.
Muchos miembros del profeso pueblo especial de Dios se han conformado de tal manera al mundo, que su carácter peculiar ya no se distingue más, y es difícil establecer la diferencia entre el que sirve a Dios y el que no le sirve.
Una gran cantidad de los que profesan ser siervos de Cristo no lo son en realidad. Están engañando a sus almas para su propia destrucción. Mientras profesan ser siervos de Cristo, no viven en obediencia a su voluntad.
La gente está vigilando y pensando a aquellos que aseveran creer las verdades especiales para este tiempo. Está vigilando para ver en qué representan su vida y su conducta a Cristo.
¿Por qué son tan pocos los alcanzados y salvados? Es porque tantos de los que profesan ser cristianos están obrando en forma similar al gran apóstata.
Cualquier cosa que sea menos que un servicio activo y ferviente por el Maestro desmiente nuestra profesión de fe.
La vida de los que profesan ser cristianos sin vivir la vida de Cristo es una burla para la religión.
La norma cristiana es alta y exaltada. ¡Pero los profesos seguidores de Cristo la rebajan hasta el polvo!
Nadie que sea consciente de su responsabilidad ante Dios permitirá que las tendencias animales controlen la razón. Quienes así hacen no son cristianos; no importa quienes sean ni lo elevado de su profesión.
Muchos de los que profesan la fe, no saben lo que es la verdadera conversión. (…) Orando y pecando, pecando y orando, viven llenos de malicia, engaño, envidia, celos y amor propio. Las oraciones de esta clase son abominación delante de Dios.
Mis hermanos, os digo que un gran número de los que profesan creer, y aún enseñar la verdad, son esclavos del pecado.
Profesamos tener más verdad que las otras denominaciones; pero si esto no nos lleva a una mayor consagración, a una vida más pura y santa, ¿de qué beneficio nos resulta? Sería mejor para nosotros no haber visto nunca la luz de la verdad que profesar aceptarla y no ser santificados por ella.
La línea de demarcación entre los mundanos y cristianos profesos es casi indistinguible. Muchos que una vez fueron adventistas fervientes están conformándose al mundo: a sus hábitos, costumbres y egoísmo.
Uno de los pecados que constituyen una de las señales de los últimos días es que los cristianos profesos son amadores de los placeres más que de Dios.
Usted piensa que aquellos que adoran a los pies de los santos (Apoc.3:9) serán salvos al fin. Aquí debo diferir de usted; ya que Elohim me mostró que esta clase eran profesos adventistas, que se han apartado, y crucificado de nuevo el Hijo de Elohim, y lo han puesto en vergüenza pública. Y en la hora de tentación, que está por venir, para mostrar el verdadero character de cada uno, se darán cuenta de que están perdidos para siempre; y sobrecogidos con angustia de espíritu, adorarán a los pies de los santos.
Aun cuando hombres perversos hablen de la verdad, puede ser que algunos la reciban; pero esto no aumenta el favor de Dios hacia aquellos que hablaron.
Muchos de los que profesan ser cristianos visten, hablan y actúan como el mundo, y lo único por lo cual se los puede conocer es por lo que profesan. Aunque aseveran esperar a Cristo, su conversación no se cifra en el cielo, sino en las cosas del mundo.
Vi una numerosa compañía que profesaba el nombre de Cristo, pero Dios no la reconocía como suya. No se complacía en ella. Satanás asumía carácter religioso y estaba dispuesto a que la gente se creyese cristiana; y hasta estaba también ansioso de que creyeran en Jesús, en su crucifixión y resurrección. Satanás y sus ángeles creen todo esto ellos mismos y tiemblan. Pero si la fe del cristiano no le mueve a buenas obras ni induce a quienes la profesan a imitar la abnegación de Cristo, Satanás no se preocupa, porque como los cristianos lo son sólo de nombre y sus corazones continúan siendo carnales, él puede emplearlos en su servicio mucho mejor que si no profesaran ser cristianos. Ocultando su deformidad bajo el nombre de cristianos, pasan por la vida con sus profanos temperamentos y sus irrefrenables pasiones. Esto da motivo a que los incrédulos culpen a Cristo de las imperfecciones de los llamados cristianos, y desacrediten a los de pura e inmaculada religión.
Satanás y sus ángeles triunfaban echando en cara a Cristo y sus ángeles que quienes profesaban ser su pueblo tenían tan poco amor a Jesús que no deseaba su segundo advenimiento.
Muchísimos que profesan ser cristianos no ha sido cambiado, y el ánimo carnal permanece en enemistad con Dios. Aquéllos son siervos fieles de Satanás, a pesar de haber asumido otro nombre.
El Redentor del mundo declara que hay pecados mayores que aquellos por los cuales fueron destruidos Sodoma y Gomorra. Los que oyen la invitación del Evangelio que llama a los pecadores al arrepentimiento, y no hacen caso de ella, son más culpables ante Dios que los habitantes del valle de Sidim. Mayor aun es el pecado de los que aseveran conocer a Dios y guardar sus mandamientos, y, sin embargo, niegan a Cristo en su carácter y vida diaria.
Es mejor renunciar al nombre de cristiano antes que hacer profesión y al mismo tiempo complacer los apetitos que fortalecen las pasiones impías.
Las señales de distinción entre el profeso pueblo de Cristo y el mundo casi han desaparecido.
Los que profesan ser cristianos y sin embargo no proceden como lo haría Cristo si estuviera en su lugar, dañan grandemente la causa de Dios. Representan falsamente a su Salvador y están bajo una falsa bandera. . .
Si los profesos creyentes de la verdad vivieran la verdad, todos serían misioneros hoy día.
La fortaleza más poderosa del vicio en nuestro mundo no es la vida inicua del pecador abandonado, o del paria degradado; es la vida que parece virtuosa, honorable, noble, pero en la cual se fomenta un pecado, se abriga un vicio.
La enseñanza de la Escritura no tiene mayor efecto sobre los jóvenes porque muchos padres y maestros que profesan creer en la Palabra de Dios niegan su poder en sus vidas.
El cristianismo tiene muy poco poder en el mundo porque los hombres aceptan el nombre de Cristo, pero niegan su carácter en sus vidas.
Aun los que profesan la aparición de Cristo no están más preparados para ese suceso que Satanás mismo.
El que profesa ser cristiano, y sin embargo actúa con el espíritu de un mundano, da testimonio de que es un falso discípulo.
Muchos de los que se llaman cristianos, son meros moralistas humanos. Han rechazado el don que podía haberlos capacitado para honrar a Cristo representándolo ante el mundo. La obra del Espíritu Santo es para ellos una obra extraña. No son hacedores de la Palabra. Los principios celestiales que distinguen a los que son uno con el mundo, ya casi no se pueden distinguir. Los profesos seguidores de Cristo no son más un pueblo separado y peculiar. La línea de demarcación es borrosa. El pueblo se está subordinando al mundo, a su prácticas, a sus costumbres, a su egoísmo. La iglesia ha vuelto al mundo en la trasgresión de la ley, cuando el mundo debiera haber vuelto a la iglesia por la obediencia al Decálogo. Diariamente, la iglesia se está convirtiendo al mundo.
Nadie puede servir a dos señores. Los hijos del diablo son los siervos de su señor, al cual se entregaron para obedecerle; son sus siervos, y no pueden ser siervos de Dios a menos que renuncien a todas sus obras. No puede ser inofensivo para los siervos de Dios el tomar parte en los placeres y diversiones en las que participan los siervos de Satanás, aún cuando repitan a menudo que tales diversiones son inocentes. Dios ha revelado verdades sagradas y santas que han de separar a sus hijos de los impíos y purificarlos para sí”.
Muchos profesan estar del lado del Señor, sin estarlo; el peso de todas sus acciones está en favor de Satanás. ¿Por qué medios determinaremos en qué lado estamos? ¿Quién posee el corazón? ¿Con quién están nuestros pensamientos? ¿Acerca de quién conversamos con deleite? ¿A quién dedicamos nuestros más cálidos afectos y nuestras mejores energías? Si estamos del lado del Señor, nuestros pensamientos están con el, y nuestras reflexiones más dulces se refieren a él. No trabamos amistad con el mundo; hemos consagrado a Dios todo lo que tenemos y somos. Anhelamos llevar su imagen, respirar su espíritu, hacer su voluntad y agradarle en todo.
Los hombres y mujeres vacilantes son los mejores aliados de Satanás. Son hipócritas, no importa cuán favorable sea la opinión que tengan de sí mismos. Todos los que son leales a Dios y a la verdad deben mantenerse firmemente de parte de lo correcto porque es correcto. Juntarse con los que no son consagrados, y a la vez ser leales a la verdad, es sencillamente imposible. No podemos unirnos con los que se complacen a sí mismos, que se ocupan de planes mundanales, sin perder nuestra relación con el Consejero celestial. Podemos recuperarnos de la trampa del enemigo, pero quedamos lastimados y heridos, y se ha empequeñecido nuestra vida espiritual
La mayoría de los cristianos nominales, aunque profesan vivir para Cristo, están realmente viviendo para el mundo.
Muchos que carecen de vida espiritual tienen sus nombres en los registros de la iglesia; pero no están escritos en el libro de la vida del Cordero. Pueden figurar en la lista de miembros, pero no están unidos al Señor. Quizá sean diligentes en el cumplimiento de determinados deberes, y ser considerados como seres vivientes; pero muchos están entre los que tienen "nombres de que" viven, y están muertos.
La ignorancia no puede estimular ni la humildad ni la espiritualidad de ningún profeso seguidor de Cristo.
Aquellos que han tenido oportunidades para oír y recibir la verdad y que se han unido con la Iglesia Adventista del Séptimo Día, llamándose a si mismos pueblo de Dios que guarda los mandamientos, y no tienen más fervor y consagración que la que tienen las iglesias nominales, recibirán las plagas de Dios tan ciertamente como las iglesias que se oponen a la ley de Dios.
Los cristianos a medias son peor que los incrédulos. (…) El cristiano tibio engaña a ambas partes. Ni es un buen mundano ni un buen cristiano. Satanás lo usa para hacer una obra que ningún otro puede hacer.
Los que profesan ser depositarios de la ley de Dios (…) rehúsan ser reprobados por el mal, y acusan a los siervos de Dios de ser demasiado celosos por eliminar el pecado del campamento. Un Dios que odia el pecado exige que aquellos que profesan guardar su ley se aparten de toda iniquidad.
No seamos como las vírgenes fatuas que dan por sentado que las promesas de Dios les pertenecen a ellas, mientras no viven de acuerdo con el mandato de Cristo. Cristo nos enseña que la profesión no significa nada…Que nadie presuma que está a salvo.
Tenemos muchos que profesan la verdad, que serán vencidos porque no conocen al Señor Jesucristo.
El hecho de que una persona se encuentre en compañía de los hijos de Dios, y hasta en el lugar de culto y en torno a la mesa del Señor, no prueba que dicha persona sea verdaderamente cristiana. Allí está con frecuencia Satanás en las ocasiones más solemnes, bajo la forma de aquellos a quienes puede emplear como agentes suyos.
Una religión de ceremonias exteriores es propia para atraer al corazón irregenerado.
En tiempos de Jeremías, los habitantes de Juda tendían a creer que una observancia estricta de los servicios divinamente ordenados en el templo los habría de preservar del justo castigo que merecía su conducta impía.
El Señor no obra para traer muchas almas a la verdad,” más dice el Espíritu de Profecía, “debido a los miembros de la iglesia que nunca han estado convertidos, y aquellos que una vez se convirtieron, pero que han apostatado, que influencia tienen sobre los nuevos conversos estos miembros no consagrados ¿no anularía el efecto del mensaje dado por Dios que su pueblo ha de presentar?
Por muy noble que sea lo profesado por aquel cuyo corazón no está lleno del amor a Dios y a sus semejantes, no es verdadero discípulo de Cristo. Aunque posea gran fe y tenga poder aun para obrar milagros, sin amor su fe será inútil. Podrá desplegar gran liberalidad; pero si el motivo es otro que el amor genuino, aunque dé todos sus bienes para alimentar a los pobres, la acción no le merecerá el favor de Dios. En su celo podrá hasta afrontar el martirio, pero si no obra por amor, será considerado por Dios como engañado entusiasta o ambicioso hipócrita.
Dios me mostró que esta clase (miembros de la sinagoga de Satanás) eran los profesos adventistas.
La higuera estéril representa cabalmente a los que profesan guardar los mandamientos, como los judíos, de esa manera dando la apariencia de ser fructíferos, pero cuya religión, como la de los fariseos, es una impostura que no da frutos para la gloria de Dios.
Los judíos profesaban creer en los profetas, y reconocían la autoridad de la ley de Dios. Pero en gran medida, para la mayor parte de la nación, esta era una fe meramente nominal.
Los ministros predican cosas suaves para adaptarse a los profesos carnales. Esto es lo que Satanás quiere. Ellos no se atreven a predicar a Jesús y las verdades cortantes de la Biblia; porque si lo hicieran; estos profesos carnales no las escucharían. Muchos de ellos son ricos, y se prefiere retenerlos en la iglesia, aunque no son más aptos para estar allí que Satanás y sus ángeles.
A menos que el poder convertidor llegue a nuestras iglesias, a menos que el reavivamiento del espíritu de Dios llegue, toda la profesión nunca hará que los miembros de la iglesia sean cristianos.