La escuela sabática debería ser uno de los instrumentos más grandiosos y eficaces para traer almas a Cristo.
Los maestros de la escuela sabática tienen un campo misionero que se les ha asignado para enseñar las Escrituras, no para repetir como un loro aquello en que no han invertido ningún esfuerzo para entenderlo.
Nunca debe estudiarse la Biblia sin oración.
Los padres deben poner aún más cuidado en que sus hijos aprendan sus lecciones bíblicas, que el que ponen para que preparen sus lecciones de la escuela diaria.
Mejor sería duplicar el número de alumnos de vuestras clases bajo obreros temerosos de Dios que multiplicar maestros cuya influencia no esté en armonía con el carácter santo de la verdad que profesamos porque la influencia de ellos será desmoralizadora.
Un carácter cristiano correcto, ejemplificado en la vida diaria, hará mucho en pro de la formación del carácter de vuestra clase, más, mucho más, que todas vuestras enseñanzas y muy repetidas lecciones.
El que quiere ser aceptado como colaborador de Dios no debe estar imitando el tono, las maneras o ideas de otro hombre.
No es el mejor plan que solo los maestros hablen. Ellos deberían inducir a los miembros de la clase a decir lo que saben.
Aseguraos de que vuestros discípulos os entienden. Si no pueden comprender vuestras ideas, vuestro trabajo está perdido.
Muchos tratan de hacer demasiado, y dejan de animar a sus maestros y alumnos a hacer lo que pueden. Necesitan gran sencillez y fervor religioso. Hacen largas y secas pláticas en la escuela sabática y en la reunión de maestros, cansando así la mente de los maestros como la de los estudiantes. Tales observaciones están muy fuera de lugar. (…) No se dan cuenta de que por medio de sus largas y tediosas pláticas están matando el interés en la escuela y el amor a ella. . .
Cuando sea necesario dar una reprensión hágase esta desagradable tarea con tristeza y amor.
Los que desean gobernar a otros deben primeramente gobernarse a sí mismos. El tratar en forma apasionada con un niño o un joven, solamente despertará su resentimiento.
Jesús nos trata mucho mejor de lo que merecemos; y de la manera en que él nos ha tratado debemos tratar a los demás.
No deberíamos procura imitar a las escuelas dominicales, ni tratar de mantener el interés ofreciendo premios. El ofrecer premios creará rivalidad, envidia y celos; y algunos de los más diligentes y dignos recibirán poco crédito.
Dios ha designado que el que enseña la Biblia debería ser, en carácter y vida familiar, un ejemplo de los principios de la verdad que enseña a sus semejantes.