El tiempo dedicado a aquello que no tiende a moldear el alma a la semejanza de cristo, es tiempo perdido para la eternidad.
Muchos desperdician en la cama las alegres horas de la mañana. Una vez perdidas, estas preciosas horas se fueron para siempre; se pierden para esta vida y para la eternidad.
La naturaleza de la experiencia religiosa de una persona se revela por el carácter de los libros que escoge para leer en los momentos desocupados.
Nuestro tiempo es de Dios, y como cristianos debemos usarlo para la gloria de Dios.