Cuando Elías fue enviado con un mensaje de Dios al pueblo, no prestaron atención a la advertencia. Pensaron que era innecesariamente severo. Hasta pensaron que debía haber perdido el juicio porque los denunciaba a ellos, el pueblo favorecido de Dios, como pecadores, y sus delitos como de un carácter tan grave que los juicios de Dios se levantarían contra ellos. Satanás y su hueste siempre se han unido contra aquellos que llevan el mensaje de amonestación y que reprenden los pecados. Los no consagrados también se unirán con el adversario de las almas para hacer tan difícil como sea posible el trabajo de los fieles siervos de Dios.
(Elías) le suplicó a Dios que retirara de su pueblo ingrato el rocío y la lluvia, los tesoros del cielo, para que el Israel apóstata pudiera esperar en vano que sus dioses, sus ídolos de oro, madera y piedra, el sol, la luna y las estrellas, regaran y enriquecieran la tierra, y la hicieran producir abundantemente.
Con su propia mano, Elías da muerte a estos sacerdotes idólatras. (850) (…) Había cumplido la voluntad de Dios.
Algunos estarán listo para decir: ¡Qué hombre duro y cruel debe haber sido Elías! Y cualquiera que defiende el honor de Dios a cualquier riesgo atraerá sobre sí censura y condenación por parte de un grupo grande.
El Señor dice: “He aquí yo os envío al profeta Elías, antes de que venga el día terrible.” Alguien va a venir con el espíritu y el poder de Elías, y cuando venga, los hombres puede que digan: “Eres demasiado directo; no interpretas la profecía de la forma adecuada. Déjame decirte cómo debes enseñar tus mensajes.