Los ministros de Cristo debieran levantarse y dedicarse con todas sus energías a llevar a cabo la obra de Dios. (…) Debieran censurar y desaprobar el mal y no permitir que un hermano viva en pecado.
Ya basta con la actitud servil de los ministros nominales, y con suavizar las verdades definidas que reprochan el pecado.
Pesan terribles ayes sobre los que predican la verdad, pero no son santificados por ella, y también sobre aquellos que consienten en recibir y sostener a los no santificados para que ministren en palabra y doctrina.
En estos días solemnes, justamente antes de que Cristo vuelva por segunda vez, los fieles predicadores de Dios tendrán que dar un testimonio todavía más directo que el que fue dado por Juan el Bautista. Tienen ante sí una obra de responsabilidad e importancia; y Dios no reconocerá como sus pastores a los que hablan únicamente cosas agradables.
En este tiempo tan horrible, justamente cuando Cristo está por venir por segunda vez, los ministros fieles de Dios tendrán que dar un testimonio aún más directo del que dio Juan el Bautista.
Las iglesias, como regla general, están más avanzadas que algunos ministros. Han tenido fe en los testimonios que a Dios ha complacido dar, y los han obedecido, mientras algunos predicadores han quedado atrás en esto.
Algunos ministros, como también miembros, necesitan convertirse. Necesitan ser desechados para luego ser formados de nuevo. Su obra entre las iglesias está más que perdida, y en su condición presente llena de debilidad y vacilación, agradaría más a Dios que cesaran sus esfuerzos por ayudar a otros y trabajaran con sus manos hasta quedar convertidos. Entonces podrían fortalecer a sus hermanos.
Una parte importante de la obra ministerial es presentar fielmente al pueblo la reforma de la salud en su relación con el mensaje del tercer ángel, como parte integrante de la misma obra. Debieran adoptarla ellos mismos e impulsarla entre todos los que profesan creer la verdad.
Desde la caída de Satanás, que fue una vez exaltado como ángel de Gloria, los ministros han caído a través de la exaltación.
No conozco pecado mayor contra Dios que se ocupen en el ministerio los hombres que trabajan guiados por el yo y no por Cristo.
Algunos ministros son piedras de tropiezo para los pecadores.
Nunca se atreva a asumir las responsabilidades de un ministro del evangelio hasta que sea un hombre convertido y tenga un espíritu manso y apacible.
Un ministro no santificado puede causar un daño incalculable.
Todos los pastores que trabajan a las órdenes del Pastor supremo poseerán sus características; serán mansos y humildes de corazón. (…) Muchos que profesan ser ministros de Cristo se han equivocado de amo. Afirman que sirven a Cristo y no se dan cuenta de que se están reagrupando bajo la bandera de Satanás.
Un bebé está más capacitado para ocuparse de las almas que un hombre que no se haya consagrado.
A menos que los ministros se conviertan, la gente tampoco se convertirá.
Hay algunos en el ministerio que han recibido gran luz y conocimiento de la verdad que no serán vencedores. No controlan sus apetitos y pasiones ni se niegan ellos mismos por amor a Cristo.
La experiencia de Cristo con los dirigentes judíos se repite. Satanás se esfuerza por eclipsar todo rayo de luz que brilla de Dios hacia su pueblo. Obra por medio de los ministros de la manera que obró a través de los sacerdotes y gobernantes en los días de Cristo.
“Cristo (…) nunca comisionó a nadie a dominar su heredad. La verdadera religión bíblica da por fruto el dominio propio y no el dominio de uno por el otro.”
Los hombres finitos deben cuidarse de tratar de controlar a sus semejantes, ocupando el lugar asignado al Espíritu Santo. No sientan los hombres que es su prerrogativa dar al mundo lo que ellos piensan que es la verdad, e impedir que se les dé algo contrario a sus ideas. Esta no es obra suya. Muchas cosas aparecerán distintamente como verdad, sin embargo no serán aceptables para aquellos que creen que su propia interpretación de las Escrituras siempre es correcta. Habrá que realizar los más decididos cambios con respecto a ciertas ideas que algunos han aceptado como perfectas. Estos hombres dan evidencia de falibilidad en muchísimas maneras; trabajan a base de principios que la Palabra de Dios condena. Lo que me convence hasta lo más profundo de mí ser, y me hace saber que sus obras no son las obras de Dios, es que ellos suponen que tienen autoridad para gobernar a sus semejantes. El Señor no les ha dado más derecho a gobernar a otros que el derecho que ha dado a otros para gobernarlos a ellos. Los que pretenden detentar el gobierno de sus semejantes, toman en sus manos finitas una obra que recae solamente sobre Dios. El que los hombres conserven vivo el espíritu que gobernó el alboroto de Minneapolis es una ofensa para Dios.
Toda rudeza, acritud, crítica y todo espíritu tiránico no son de Cristo, sino que proceden de Satanás.
Se me ha mostrado que prácticas impuras, orgullo, egoísmo, glorificación propia, han cerrado la puerta del corazón, aun de aquellos que enseñan la verdad a los otros, de manera que el enojo de Dios está sobre ellos.
A menos que haya una reforma cabal entre los que carecen de santidad, sería mejor que tales hombres abandonaran el ministerio y eligieran alguna otra ocupación donde sus pensamientos irregenerados no trajeran el desastre al pueblo de Dios.
La carencia de una fe firme y de discernimiento en las cosas sagradas debieran ser causas suficientes para separar a cualquier hombre de la obra de Dios…Un hombre apasionado no debiera tener trato alguno con las mentes humanas. No se le puede confiar la atención de asuntos que se relacionan con los que Cristo compró a un precio infinito.
Los que han sido puestos por Dios en cargos de responsabilidad, nunca deben tratar de exaltarse a sí mismos o atraer la atención de los hombres a su obra. Deben dar toda la gloria a Dios. No deben buscar poder para enseñorearse de la heredad de Dios, pues sólo harán esto los que están bajo el dominio de Satanás.
Nada separará tan rápidamente al alma de Dios, y traerá derrota, como que el hombre eleve su alma a cosas vanas y hable de una manera orgullosa, jactanciosa e impositiva a sus semejantes, que son la propiedad de Dios.
Si pasáis una hora o un momento sin depender de su gracia (…) os veréis incapacitados para distinguir entre el fuego común y el fuego sagrado.
Si un hombre confía en sus propias facultades y trata de ejercer dominio sobre sus hermanos, creyendo que está investido de autoridad para hacer de su voluntad el poder dominante, el procedimiento mejor y el único seguro consiste en quitarle el puesto para que no se haga un gran daño y el mismo pierda su propia alma y ponga en peligro el alma de otros. El cargo no engrandece a un hombre ni en una jota ni en una tilde.
Se exaltan a sí mismos como hombres de juicio superior, y se han presentado como representantes de Dios. Son falsos dioses.
No esperéis recibir la fuerza de los hombres que están en altos puestos de responsabilidad porque ellos son precisamente los hombres que están en peligro de considerar su posición de responsabilidad como evidencia del poder especial de Dios.
Muchos ocuparán nuestros púlpitos sosteniendo la antorcha de una falsa profecía en sus manos, encendida del fuego de la infernal antorcha satánica. Si se albergan dudas e incredulidad, los fieles ministros serán quitados del pueblo que piensa que sabe tanto. "¡Oh, si también tú conocieses -dijo Cristo-, a lo menos en éste tu día, lo que toca a tu paz! mas ahora está encubierto de tus ojos"
¿Os habéis convertido, vosotros que estáis ocupados en enseñar la verdad a otros?
Los que ocupan puestos de responsabilidad no deben pensar que su importante cargo los convierte en hombres de juicio infalible.
No debe ejercerse un espíritu autoritario, ni siquiera por parte del presidente de la asociación, porque el cargo no convierte a un hombre en un ser infalible.
Si la gente está mal, y los dirigentes no levantan su voz contra esos males, los condenan; y en ese caso el pecado se carga tanto en la cuenta de ellos como en la de los ofensores.
Los hombres y las mujeres están viviendo en las últimas horas del tiempo de prueba, y pesar de ello son descuidados e insensatos, y los ministros no tienen poder para despertarlos; porque ellos también están durmiendo.
Toda adulación debería ser puesta de lado; porque la obra de Satanás consiste en adular. (…) Adular a los ministros está fuera de lugar. Pervierte la mente, y no conduce a la mansedumbre y la humildad; pero a los hombres y a las mujeres les gusta que los alaben, y con demasiada frecuencia a los ministros también. Su vanidad resulta complacida; pero esto, para muchos, ha sido una maldición. La reprensión debiera ser más apreciada que la adulación.
A menudo ocurre que los pastores se sienten inclinados a visitar casi únicamente las iglesias, dedicando su tiempo y sus fuerzas a una tarea que no hará ningún bien. Frecuentemente las iglesias les llevan ventaja a los ministros que trabajan entre ellas, y prosperarían más si esos pastores se hicieran a un lado y les dieran la oportunidad de trabajar. Los esfuerzos de estos ministros para edificar las iglesias lo único que logran es derribarlas. (…) Si dejaran las iglesias, y fueran a nuevos campos, y trabajaran para levantar otras iglesias, descubrirían cuales son sus habilidades, y cuánto cuesta atraer a las almas para que se decidan por la verdad. (…)
Deberían manifestare por la obra un interés desprovisto de egoísmo, y un ferviente amor por las almas que perecen. Si no poseen esto, se han equivocado de misión, y deberían dejar de enseñar a los demás; porque hacen más daño que el bien que podrían hacer.
Un ministro carente de consagración, que presenta la verdad sin entusiasmo alguno, mientras su propia alma permanece inconmovible frente a las verdades que comunica a los demás, solamente hará daño. Cada esfuerzo que lleva a cabo lo único que hace es bajar la norma. (…) Algunos ministros han trabajado, no porque no se atrevieran a hacer otra cosa, no porque temieran que algo les podría ocurrir, sino por el salario que iban a recibir. (…) Si los ministros se entregan plenamente a la obra de Dios, y dedican todas sus energías a edificar su causa, nada les faltará. Con respecto a las cosas temporales, están en mejores condiciones que su Señor, que los discípulos que él envió para salvar a los hombres que estaban a punto de perecer.
Algunas cosas incorrectas acontecen en el sagrado púlpito. Un ministro que conversa con otro en el púlpito ante la congregación, que se ríe y parece no sentir el peso de la obra, o que carece del sentido solemne de la sagrada vocación, deshonra la verdad y rebaja las cosas sagradas al nivel de las cosas comunes.
El pueblo está por encima de muchos de sus ministros.
Un padre que tiene sólo un débil sentido de la responsabilidad paterna de fomentar e imponer orden, disciplina y obediencia, fracasará como ministro y pastor del rebaño.
Ministros, profesores, y maestros no consagrados ayudan a Satanás a levantar bandera dentro de nuestros propios baluartes.
Dios ha prometido que allí donde los pastores no sean fieles, él mismo tomará a cargo el rebaño.
Prefiramos la pobreza, el oprobio, la separación de nuestros amigos o cualquier sufrimiento, antes que contaminar el alma con el pecado. La muerte antes que el deshonor o la trasgresión de la ley de Dios, debiera ser el lema de todo cristiano. Como pueblo que profesa ser constituido por reformadores que atesoran las más solemnes y purificadoras verdades de la palabra de Dios, debemos elevar la norma mucho más alto de lo que está actualmente. El pecado y los pecadores que hay en la iglesia deben ser eliminados prestamente, a fin de que no contaminen a otros. La verdad y la pureza requieren que hagamos una obra más cabal para limpiar de Acanes el campamento. No toleren en un hermano los que tienen cargos de responsabilidad. Muéstrenle que debe dejar sus pecados o ser separado de la iglesia.
“…el pueblo está más adelantado que muchos de los ministros”.
Algunos ministros e iglesias están tan ansiosos de tener un aumento en números que no dan su testimonio fielmente en contra de hábitos y prácticas no cristianas. No se enseña a los que aceptan la verdad que no pueden hallar seguridad en ser mundanos en su comportamiento y cristianos de nombre.
A menos que el ministro intrépidamente declare toda la verdad, a menos que mantenga su vista fija en la gloria de Dios y trabaje bajo la dirección del gran capitán de su salvación, a menos que se coloque al frente, a pesar de la censura y sin dejarse contaminar por el aplauso, será tenido como un atalaya infiel.
Los pastores han descuidado las responsabilidades que Dios les ha dado; se han vuelto estrechos y faltos de fe y han dado lugar a una imperdonable cobardía, pereza y codicia.
Los hombres a quienes Dios eligió como ministros suyos deben prepararse para la obra mediante un escudriñamiento cabal del corazón y una íntima comunión con el Redentor del mundo. Si no tienen éxito en ganar almas para Cristo, es porque su propia alma no está en armonía con Dios.
Observé para ver la humildad de alma que siempre debe existir como un ropaje adecuado en nuestros ministros, pero no estaba sobre ellos. Busqué el profundo amor por nuestras almas que el Maestro dijo que debían poseer, pero no la tenían. Traté de escuchar las fervientes oraciones que debían haber sido ofrecidas con lágrimas y angustia de alma por la impenitencia y la incredulidad existente en sus propios hogares y en la iglesia, pero no las encontré. Traté de escuchar los llamados hechos con la demostración del Espíritu, pero eran inexistentes. Busqué a quienes llevaran la carga, que en un tiempo como este debieran estar llorando entre el pórtico y el altar, y clamando: “Perdona a tu pueblo, Señor, y no entregues al oprobio tu heredad”, pero no escuché súplicas semejantes. Unos pocos fervientes y humildes buscaban al Señor. En alguna de estas reuniones uno o dos ministros sentían la carga y se sentían oprimidos como un carro lleno de gavillas. Pero una gran mayoría de los ministros no tenían más sentido de lo sagrado de su obra que los niños.
El Señor me ha mostrado que los hombres que están en puestos de responsabilidad están interponiéndose directamente en el camino de la obra de Dios porque piensan que la obra debe ser hecha y que la bendición debe venir de una cierta forma, y no reconocerán lo que venga de alguna otra manera. Hermanos, quiera el Señor colocar este asunto delante de vosotros como es. Dios no obra como planean los hombres o como ellos quieran. El actúa de una manera misteriosa para obrar sus milagros. ¿Por qué rechazar los métodos del Señor, porque ellos no coinciden con nuestras ideas? Dios tiene sus canales escogidos de luz, pero ellos no están necesariamente de acuerdo con la mente de ningún grupo de hombres.
Los que conocen la verdad se debilitan si nuestros ministros les dedican el tiempo y el talento que debieran consagrar a los inconversos.
Mi corazón se llena de angustia cuando pienso en los mensajes dóciles de nuestros ministros, cuando tienen un mensaje de vida o muerte que llevar. Los ministros están dormidos; los laicos están dormidos; y el mundo perece en el pecado. Dios ayude a su pueblo a levantarse a andar y trabajar como hombres y mujeres en las fronteras de la eternidad. Pronto una terrible sorpresa vendrá sobre los habitantes del mundo. De repente, con poder y gran gloria, Jesús vendrá. Entonces no habrá tiempo de prepararse para encontrarse con El. Ahora es el tiempo para nosotros de dar el mensaje de advertencia.
Las Esposas de los Ministros.
Una esposa no santificada es la mayor maldición que pueda tener un ministro.
El testigo fiel dice a estos ministros: “Sé pues celoso, y arrepiéntete”. (Apoc.3:19) Algunos de ellos se enorgullecen tanto que son un estorbo para la preciosa causa de Dios.
Cuando los ministros se aprovechan así de la confianza que la gente deposita en ellos y llevan las almas a la ruina, se hacen tanto más culpables que el pecador común cuanto más elevada es su profesión. En el día de Dios, cuando se abra el gran libro mayor del cielo, se verá que contiene los nombres de muchos ministros que pretendieron tener pureza en su corazón y en su vida y profesaron que se les había confiado el Evangelio de Cristo, pero se aprovecharon de su situación para seducir las almas y hacerles transgredir la ley de Dios.
Dios no quiere que su pueblo se apoye por completo en los pastores.
Los sermones de algunos de nuestros ministros tendrán que ser mucho más poderosos que los que predican ahora, o muchos apóstatas oirán un mensaje tibio e indirecto que arrulla la gente y la hace dormir. Todo discurso debe darse bajo el sentido de los terribles juicios que pronto han de caer sobre el mundo. El mensaje de verdad ha de ser proclamado por labios tocados por un carbón vivo del altar divino.
El ministerio cristiano no es lugar para los zánganos. Hay una clase de hombres que intentan predicar, que son negligentes, descuidados e irreverentes. Sería mejor que cultivasen el suelo en vez de enseñar la sagrada verdad de Dios.
La mayor ayuda que pueda darse a nuestro pueblo consiste en enseñarle a trabajar para Dios y a confiar en él, y no en los ministros.
Mi corazón se llena de angustia cuando pienso en los mensajes tibios que dan algunos de nuestros ministros, cuando llevan un mensaje de vida o muerte. Los ministros están dormidos; los miembros laicos también; y el mundo perece en el pecado. Dios ayude a su pueblo a despertarse, a andar y obrar como hombres y mujeres que están en el umbral del mundo eterno.
Los ministros raras veces están preparados para trabajar para Dios.
El pueblo está más avanzado que muchos de los ministros. Ellos debieran luchar sin descanso en oración hasta que el Señor los bendiga. Cuando el amor de Dios esté ardiendo en el altar de sus corazones, no predicarán para exhibir su propia inteligencia, sino para presentar a Cristo que quita los pecados del mundo.
En iglesias y grandes asambleas al aire libre, los ministros exhortarán al pueblo acerca de la necesidad de guardar el primer día de la semana.
Hay muchos que nunca estuvieron convertidos...no participan de la naturaleza divina; Cristo no mora en sus corazones por la fe.
Hay pastores que pretenden estar enseñando la verdad, cuyos caminos son una ofensa para Dios. Review and Herald,
Entre aquellos que ocupan posiciones de responsabilidad, hay una falta de disposición a confesar, tras haber errado; y su negligencia está conduciendo al desastre, no solamente a ellos mismos, sino también a las iglesias. En todo lugar, nuestro pueblo está grandemente necesitado de humillar su corazón ante Dios y confesar sus pecados. Pero cuando se hace evidente que sus pastores, ancianos, u otros hombres en puestos de responsabilidad han adoptado posturas equivocadas, y sin embargo se excusan a sí mismos y no hacen confesión, los miembros de la iglesia demasiado a menudo siguen un curso idéntico. De esa forma se ponen en peligro muchas almas, y la presencia y el poder de Dios son expulsados de su pueblo.
Si es indulgente en mantener su corazón en la obstinación, y debido al orgullo y la justicia propia deja de confesar sus faltas, será abandonado a las tentaciones de Satanás. Si cuando el Señor revela sus errores, no se arrepiente o hace confesión, su providencia lo llevará al mismo terreno una y otra vez. Se le permitirá cometer errores de la misma naturaleza, continuará faltándole la sabiduría, llamará pecado a la justicia, y justicia al pecado. La multitud de engaños que prevalecerán en estos últimos días le rodearán, usted cambiará de dirigentes, y no se dará cuenta de lo que ha hecho.
A no ser que Cristo sea formado en el interior, la esperanza de gloria, UD. será una maldición y no una bendición para la congregación, ya que el ministro no puede llevar a la gente a un nivel superior al que el alcance. (…) Hay algunos que ahora profesan ser ministros del Señor que hablan de las cosas de Dios como si hablaran de alguna transacción comercial. (…) Entonces, si viene uno a vosotros que profesa ser un predicador de la justicia, que mezcla con la verdad palabras inapropiadas y de broma, que no lleva la carga de las almas, ponerlo aparte, y en el espíritu de amor y mansedumbre, decirle que no puede alimentar a la iglesia de Dios cuando el mismo no sabe que es lo que significa alimentarse del pan de vida.
Los que ministran deben ser santos, puros y sin defectos, o Dios los destruirá.
Cuando los mensajeros de Dios dejan sus casas para trabajar por la salvación de las almas dedican mucho de su tiempo a trabajar en favor de aquellos que han estado en la verdad durante años, pero que todavía son débiles porque aflojan innecesariamente las riendas, dejan de velar sobre sí mismos y hasta, pienso a veces, tientan al enemigo a que los tiente…
Vi que muchos de estos pastores habían negado lo que Dios había enseñado antes; habían negado y rechazado las verdades gloriosas que una vez defendían y se habían ataviado de mesmerismo y de toda clase de engaño. Vi que estaban borrachos de error, y que conducían a su grey a la muerte. Muchos de los que se oponen a la verdad de Dios maquinan daños en su cabeza sobre sus camas, y de día llevan a cabo sus perversos designios para abatir la verdad y presentar algo nuevo que interese a la gente y la distraiga de la verdad preciosa y de suma importancia. Vi que los sacerdotes que conducían a su grey a la muerte serán pronto detenidos en su terrible carrera. Se acercan las plagas de Dios, pero no bastará que los falsos pastores sean atormentados por una o dos de esas plagas. En aquel tiempo la mano de Dios será extendida con ira y justicia y no se retirará hasta que los propósitos de él se hayan cumplido plenamente, hasta que los sacerdotes asalariados sean inducidos a adorar a los pies de los santos, y a reconocer que Dios los amó porque se aferraron a la verdad y guardaron los mandamientos de Dios, y hasta que todos los injustos sean destruidos de la tierra.
Los ministros ajustan sus sermones al gusto de los cristianos mundanos. No se atreven a predicar a Jesús ni las penetrantes verdades de la Biblia, porque si lo hiciesen, estos cristianos mundanos no quedarían en la iglesia.
(EN 1844) Los malos pastores…se unieron con Satanás y sus ángeles para clamar: “Paz, paz.” Cuando no había paz.
Los Ministros sacan sus textos de la palabra de Dios, pero predican cosas agradables.
La gente se volvía contra sus ministros con acerbo odio y los reconvenía diciendo: "Vosotros no nos advertisteis. Nos dijisteis que el mundo entero se iba a convertir, y clamasteis: '¡Paz, paz!' para disipar nuestros temores. Nada nos enseñasteis acerca de esta hora, y a los que nos precavían contra ella los tildabais de fanáticos y malignos que querían arruinarnos." Pero vi que los ministros no se libraron de la ira de Dios. Sus sufrimientos eran diez veces mayores que los de sus feligreses.
Los falsos pastores habían sido el objeto especial de la ira de Jehová. Aun estando en pie se habían consumido sus ojos en sus órbitas y su lengua en su boca.
Los ministros deben ser estrictamente temperantes en su comer y beber…
Aun cuando no hacemos del uso de la carne una prueba [de discipulado], aun cuando no queremos forzar a nadie a abandonar su uso, es nuestro deber pedir que ningún ministro de la asociación tome livianamente o se oponga al mensaje de la reforma en este punto. Si, en vista de la luz que Dios nos ha dado con respecto al efecto del consumo de la carne sobre el sistema, continuáis comiendo carne, debéis soportar las consecuencias. Pero no asumáis una posición, ante el pueblo, que les permita pensar que no es necesario llamar a una reforma con respecto al consumo de carne; porque el Señor está llamando a una reforma.
¿No daremos un testimonio decidido contra la complacencia del apetito pervertido? ¿Quiere cualquiera de los que son ministros del Evangelio y que proclaman la verdad más solemne que haya sido dada a los mortales, dar el ejemplo de volver a las ollas de Egipto? ¿Quieren los que son, sostenidos por el diezmo de la tesorería de Dios permitir que la gula envenene la corriente vital que fluye por sus venas? ¿Harán caso omiso de la luz y las amonestaciones que Dios les ha dado?
Ningún hombre debe ser consagrado como maestro del pueblo mientras su propia enseñanza o ejemplo contradiga el testimonio que Dios ha dado a sus siervos para que presenten con respecto al régimen, porque esto traerá confusión. Su falta de consideración por la reforma pro-salud los descalifica para presentarse como mensajeros del Señor.
Somos los ministros designados por Cristo, y debemos permitir que su Espíritu resplandezca mediante la mansedumbre y la humildad que hemos aprendido de él (Carta 257, del 26 de noviembre de 1903, dirigida al Dr. J. H. Kellogg).
Estamos en el gran día de la expiación, cuando mediante la confesión y el arrepentimiento nuestros pecados han de ir de antemano al juicio. Dios no acepta ahora de sus ministros un testimonio suave y falto de temple. Un testimonio tal no sería verdad presente. El mensaje para este tiempo debe ser alimento oportuno para nutrir a la iglesia de Dios. Pero Satanás ha estado procurando gradualmente despojar a este mensaje de su poder, para que la gente no esté preparada para resistir en el día del Señor.
"Estudiar el capítulo nueve de Ezequiel. Estas palabras se cumplirán literalmente.”
Juan declaró a los maestros de Israel que su orgullo, egoísmo y crueldad demostraban que eran una generación de víboras, una maldición mortal para el pueblo, más bien que los hijos del justo y obediente Abrahán. En vista de la luz que habían recibido de Dios, eran peores que los paganos, a los cuales se creían tan superiores.
Muchos que estaban convencidos de que Jesús era el Hijo de Dios fueron extraviados por el falso razonamiento de los sacerdotes y rabinos.
El pecado de una nación y su ruina se debieron a sus dirigentes religiosos.
Los dirigentes religiosos se habían unido con Satanás y sus ángeles. Estaban cumpliendo sus órdenes.
Nunca seréis ministros según la orden evangélica hasta que mostréis un interés decidido en la obra médico-misionera.
Que nadie considere una virtud mantener sus propias ideas y suponer que él es el único a quien el Señor ha concedido discernimiento e intuición.
Los ministros que procuran agradar a los hombres, y claman: Paz, paz, cuando Dios no ha hablado de paz, debieran humillar su corazón delante del Señor, y pedirle perdón por su falta de sinceridad y de valor moral. No es amor a su prójimo lo que les induce a suavizar el mensaje que se les ha confiado, sino el hecho de que procuran complacerse, y aman su comodidad. El verdadero amor se esfuerza en primer lugar por honrar a Dios y salvar las almas. Los que tengan este amor no eludirán la verdad para ahorrarse los resultados desagradables que pueda tener el hablar claro. Cuando las almas están en peligro, los ministros de Dios no se tendrán en cuenta a si mismos, sino que pronunciarán las palabras que se les ordenó pronunciar, y se negarán a excusar el mal o hallarle paliativos. (…) Dios llama a hombres como Elías, Natán y Juan el Bautista, hombres que darán su mensaje con fidelidad, al margen de las consecuencias; hombres que dirán la verdad con valor, aun cuando ello exija el sacrificio de todo lo que tienen.
Los predicadores no deberían tener escrúpulos para predicar la verdad como se encuentra en la Palabra de Dios. Dejad que la verdad corte. Se me ha mostrado por qué los ministros no han tenido más éxito, tienen miedo de herir sentimientos, están temerosos de no ser corteses, y rebajan las normas de la verdad, y si es posible, esconden la peculiaridad de nuestra fe. Vi que Dios no podía hacer que los tales tuvieran éxito. La verdad debe ser directa, y se debe urgir acerca de la necesidad de una decisión. Y mientras los falsos pastores están clamando paz, y están predicando cosas halagüeñas, los siervos de Dios deben clamar a voz en cuello y no detenerse, y dejar los resultados a Dios.
Entre todas la gente del mundo, el médico y el ministro debieran ser las personas que cultiven los más estrictos hábitos de temperancia. (...) Pecan voluntariamente si ignoran las leyes de la salud o se muestran indiferentes hacia ellas.
Nuestros pastores debieran llegar a ser expertos en la reforma pro-salud.
A menos que practiquen la verdadera temperancia, no podrán ser susceptibles a la influencia santificadora de la verdad, y no lo serán. Nuestros pastores debieran comprender este asunto.
Caifás…no tenía ni la capacidad, ni la autoridad del cielo para realizar esa labor…Caifás era sumo sacerdote sólo en apariencias. Llevaba los vestidos sacerdotales, pero no tenía una relación vital con Dios.
(Caifás) Actuaba inspirado por Satanás... No era un sacerdote nombrado por Dios según el orden de Melquisedec.
Como las nuevas del nacimiento del Salvador, el mensaje del segundo advenimiento no fue confiado a los caudillos religiosos del pueblo.
Se pagan grandes sueldos a ministros elocuentes para que entretengan y atraigan a la gente. Sus sermones no deben aludir a los pecados populares, sino que deben ser suaves y agradables como para los oídos de un auditorio elegante. Así los pecadores del mundo son recibidos en la iglesia, y los pecados de moda se cubren con un manto de piedad.
Satanás trata continuamente de atraer la atención hacia los hombres en lugar de atraerla hacia Dios. Hace que el pueblo considere como sus guías a los obispos, pastores y profesores de teología, en vez de estudiar las Escrituras para saber por sí mismo cuáles son sus deberes.
Cristo previó que las pretensiones de autoridad desmedida de los escribas y fariseos no habían de desaparecer con la dispersión de los judíos. Con mirada profética vio que la autoridad humana se encumbraría para dominar las conciencias en la forma que ha dado tan desgraciados resultados para la iglesia en todos los siglos. Y sus terribles acusaciones contra los escribas y fariseos y sus amonestaciones al pueblo a que no siguieran a esos guías ciegos fueron consignadas como advertencia para las generaciones futuras.
Nuestros ministros designados para vigilar como centinelas en los muros de Sión, no deben tomar sobre ellos el peso de la elaboración de alimentos saludables ni el establecimiento de los almacenes de venta de alimentos saludables. Ellos tampoco deben atarse a otras empresas comerciales. Esto es un estorbo para el avance de la obra que Dios dice que debe hacer.
Un ministro...nunca debe dar consejos ni órdenes cortantes y dictatoriales. Los que difieren con nosotros en fe y doctrina debieran ser tratados bondadosamente.
Estoy instruida para decir a mis hermanos en el ministerio: Por la intemperancia en el comer os estáis descalificando vosotros mismos para ver claramente la diferencia entre el fuego sagrado y el común. Y por esta intemperancia estáis revelando vuestro desprecio por las amonestaciones que el Señor os ha dado.
Hay eruditos que tienen educación universitaria, pero esos pastores no alimentan la grey.
(…) los miembros individualmente, y especialmente los dirigentes de la grey, no se dejan corregir.
Si a los ministros les falta humildad; si se irritan fácilmente cuando hallan oposición, es evidente que necesitan iluminación divina.
Mientras Cristo procuraba presentar delante de la gente la verdad en su debida relación con la salvación, Satanás obraba mediante los dirigentes judíos y les inspiraba enemistad contra el redentor del mundo.
Ninguna persona que quiera erigirse como el único maestro de la iglesia está trabajando para Dios.
Muchos son cegados y engañados por hombres que pretenden ser ministros del Evangelio, y que influyen en muchos para que consideren que están haciendo una buena obra para Dios, cuando en realidad se trata de la obra de Satanás.
Durante los años del ministerio de Cristo sobre la tierra, mujeres piadosas ayudaron en la obra que el Salvador y sus discípulos hacían. Si los que se oponían a esta obra pudieran haber encontrado alguna cosa fuera del orden regular en la conducta de estas mujeres, ello habría cancelado la obra en el acto.
Ha llegado el solemne tiempo cuando los ministros deben llorar entre la entrada y el altar, exclamando: "Perdona, oh Jehová, a tu pueblo, y no entregues al oprobio tu heredad" (Joel 2: 17). Es un tiempo en que, en vez de elevar sus almas con suficiencia propia, los ministros y el pueblo deben confesar sus pecados delante de Dios y el uno al otro.
La mejor ayuda que los ministros pueden dar a los miembros de nuestras iglesias no es presentarles sermones, sino hacer planes de trabajo para ellos.
Nunca seréis ministros según la orden evangélica hasta que mostréis un interés decidido en la obra médico-misionera, el evangelio de la salud y de la bendición y de la fortaleza.
Aunque en este tiempo los predicadores son muchos, hay una gran escasez de ministros capaces y santos, de hombres llenos del amor que moraba en el corazón de Cristo. El orgullo, la confianza propia, el amor al mundo, las críticas, la amargura y la envidia son el fruto que producen muchos de los que profesan la religión de Cristo. Sus vidas, en agudo contraste con la vida del Salvador, dan a menudo un triste testimonio del carácter de la labor ministerial bajo la cual se convirtieron.
Sustituir la santidad del corazón y la vida por las formas exteriores de la religión, es tan agradable para la naturaleza no renovada hoy como en los días de esos maestros judíos. Hoy, como entonces, hay falsos guías espirituales, a cuyas doctrinas muchos prestan atención ansiosamente. El esfuerzo premeditado de Satanás procura apartar las mentes de la esperanza de salvación mediante la fe en Cristo y la obediencia a la ley de Dios. En toda época el gran enemigo adapta sus tentaciones a los prejuicios e inclinaciones de aquellos a quienes trata de engañar. En los tiempos apostólicos inducía a los judíos a exaltar la ley ceremonial y a rechazar a Cristo; y actualmente induce a muchos profesos cristianos, con el pretexto de honrar a Cristo, a menospreciar la ley moral y a enseñar que sus preceptos pueden ser transgredidos impunemente. Es el deber de todo siervo de Dios resistir firmemente a estos pervertidores de la fe y, por la palabra de verdad, exponer denodadamente sus errores.
El ministro de Cristo no debe presentar a la gente tan sólo las verdades más agradables, ocultándole las que puedan causarle dolor. Debe observar con intensa solicitud el desarrollo del carácter. Si ve que cualquiera de su rebaño fomenta un pecado, como fiel pastor debe darle, basado en la Palabra de Dios, instrucciones aplicables a su caso. Si permite que sigan, sin amonestación alguna, confiando en sí mismos, será responsable por sus almas.
Odiar y reprender el pecado y al mismo tiempo manifestar misericordia y ternura hacia el pecador, es tarea difícil. Cuanto más fervoroso sea nuestro esfuerzo para obtener santidad de vida y corazón, tanto más aguda será nuestra percepción del pecado y más decidida nuestra desaprobación frente a cualquier desviación de lo recto. Debemos cuidarnos de no ser excesivamente severos hacia los que obran mal, pero al mismo tiempo no debemos perder de vista la suma gravedad del pecado. Es necesario manifestar paciencia y amor cristiano por el pecador; pero también existe el peligro de ser tan tolerantes con sus errores, que le parezca inmerecida la reprensión, y la rechace como innecesaria e injusta. A veces los ministros del Evangelio causan mucho daño al permitir que su lenidad hacia los que yerran degenere en tolerancia de pecados y hasta en su participación en ellos. De este modo son inducidos a excusar y no darle importancia a lo que Dios condena; y después de un tiempo se ciegan de tal modo que son capaces de elogiar a los mismos a quienes Dios les ordenó reprender.
Entre nuestros ministros y creyentes hay muchos que están pisoteando los mandamientos de Dios. Así se insulta al Creador del mundo, y Satanás se ríe triunfalmente al verificar cuánto éxito obtienen sus estratagemas.
El conocimiento, la benevolencia, la elocuencia, el fervor son esenciales en la buena obra; pero sin el amor de Cristo en el corazón, la obra del ministro cristiano es un fracaso.
Después que Satanás fracasó en su intento de vencer a Cristo en el desierto, combinó sus fuerzas para que se opusiesen a su ministerio y si fuese posible estorbasen su obra. Lo que no pudo lograr por el esfuerzo directo y personal, resolvió efectuarlo por la estrategia. Apenas se retiró del conflicto en el desierto, tuvo concilio con sus ángeles y maduró sus planes para cegar aun más la mente del pueblo judío, a fin de que no reconociese a su Redentor. Se proponía obrar mediante sus agentes humanos en el mundo religioso, infundiéndoles su propia enemistad contra el campeón de la verdad. Iba a inducirlos a rechazar a Cristo y a hacerle la vida tan amarga como fuese posible, esperando desalentarlo en su misión. Y los dirigentes de Israel llegaron a ser instrumentos de Satanás para guerrear contra el Salvador.
Los dirigentes judíos estaban llenos de orgullo espiritual. Su deseo de glorificar al yo se manifestaba aun en el ritual del santuario. Amaban los lugares destacados en la sinagoga, y los saludos en las plazas; les halagaba el sonido de los títulos en los labios de los hombres.
Los falsos pastores vuelven ineficaz la Palabra de Dios...
(En 1844) Los atalayas infieles estorbaban el progreso de la obra de Dios. Cuando la gente comenzaba a inquietarse, y a buscar el camino de la salvación, esos dirigentes se interponían entre ellos y la verdad y trataban de calmar sus temores mediante falsas interpretaciones de la Palabra de Dios. A esa obra se unieron Satanás y los ministros no consagrados para clamar: "¡Paz, paz!" cuando Dios no había hablado de paz. Como los fariseos de los días de Cristo muchos no quisieron entrar en el reino de los cielos y se lo impidieron a los que estaban por entrar. La sangre de esas almas les será requerida.
Los ministros de Cristo son los guardianes espirituales de la gente confiada a su cuidado.
El Señor llama a pastores, maestros y evangelistas. De puerta en puerta han de proclamar sus siervos el mensaje de salvación.
Me veo obligada a decir que el trabajo de muchos de nuestros ministros carece de poder.
Es la presencia junto a ellos del Espíritu Santo lo que prepara a los obreros de ambos sexos, para ser pastores del rebaño de Dios.
El ministro (predicador en la traducción al español) que se aventura a enseñar la verdad cuando tiene tan sólo un conocimiento superficial de la Palabra de Dios entristece al Espíritu Santo.
El espíritu de frivolidad puede andar de acuerdo con la profesión de los payasos y artistas teatrales, pero está completamente por debajo de la dignidad de un hombre elegido para estar entre los vivos y los muertos, y para ser portavoz de Dios.
Cuando un predicador (…) descuida los deberes de pastor del rebaño, demostrando negligencia en su ejemplo y conducta, entregándose con los jóvenes a conversaciones triviales, bromas y chistes, y relatando anécdotas jocosas para hacer reír, es indigno de ser ministro del Evangelio, y necesita convertirse antes de que se le confíe el cuidado de las ovejas y de los corderos.
El ministro de Dios debe poseer humildad en un grado eminente. Aquellos que tienen la experiencia más profunda de las cosas de Dios son los que más se alejan del orgullo y ensalzamiento propio.
Los ministros de Dios deben hacer resonar la voz como el sonido de una trompeta, y mostrar al pueblo sus transgresiones. Los sermones halagadores que tan a menudo se predican no producen impresión duradera, y después de oírlos, los hombres no quedan con el corazón contrito, porque no les han sido declaradas las claras y agudas verdades de la Palabra de Dios.
El espíritu del verdadero pastor consiste en el olvido de si mismo.
Se han de dar fieles amonestaciones, reprender pecados, enderezar agravios, tanto mediante la obra del ministro en el púlpito como por su trabajo personal. (…) La obra del ministro del Evangelio consiste en “aclarar a todos cuál sea la dispensación del misterio escondido desde los siglos en Dios”. (Efe. 3:9) Si el que entra en esta obra elige la parte donde menos tenga que sacrificarse, contentándose con la predicación, y dejando a otro la obra del ministerio personal, sus labores no serán aceptables a Dios.
La esposa del predicador puede hacer mucho bien si quiere. Si posee el espíritu de renunciación, y siente amor por las almas, puede hacer a su lado casi tanto bien como él. Una obrera en la causa de la verdad puede comprender y alcanzar, especialmente entre las hermanas, ciertos casos que el predicador no puede alcanzar. Recae sobre la esposa del predicador una responsabilidad que ella no debe ni puede desechar con ligereza. Dios le pedirá cuenta del talento qué le prestó y de sus intereses. Ella debe trabajar con fervor y fidelidad, y en unión con su esposo, para salvar almas. Nunca debe imponer sus deseos, ni expresar falta de interés en la obra de su esposo, ni espaciarse en sentimientos de nostalgia y descontento.
Por otro lado, el predicador que permita que sus hijos se críen indisciplinados y desobedientes, encontrará que la influencia de sus labores en el púlpito queda contrarrestada por la conducta indigna de sus hijos. El que no pueda gobernar los miembros de su propia familia no podrá mostrar debidamente en favor de la iglesia de Dios, ni preservarla de la contención y controversia.
Cuando estaba preparando a Elías para la traslación, Dios lo llevaba de un lugar a otro, a fin de que el profeta no se asentase cómodamente en un punto, y así dejase de ganar fuerza espiritual.
Los que se deleitan en discutir no son idóneos para ser pastores de la grey.
No pocos ministros están descuidando precisamente la obra para la cual han sido nombrados. ¿Por qué se nombran miembros de juntas y comisiones a aquellos que han sido puestos aparte para la obra del ministerio? ¿Por qué se les convoca a asistir a tantas reuniones de negocios, muchas veces a gran distancia de sus campos de labor? ¿Por qué no se ponen los asuntos administrativos en manos de administradores? Los ministros no han sido designados para hacer esta obra. Las finanzas de la causa han de ser manejadas por hombres capaces; pero los ministros han sido destinados a otro ramo de trabajo. . .
La iglesia está continuamente en dificultades como consecuencia del carácter deficiente de los dirigentes.
El sistema de las ocho horas diarias de trabajo no halla cabida en el programa del ministro de Dios. El debe mantenerse listo para servir a cualquier hora.
El método de pagar a los obreros varones, y de no pagar a sus esposas que participan de sus labores, no es un plan conforme al mandato del Señor, y si se lleva a cabo en nuestras asociaciones, se corre el riesgo de desanimar a nuestras hermanas en cuanto a calificarse para la obra en la cual deben trabajar. Dios es un Dios de justicia, y si los ministros reciben salario por su trabajo, sus esposas, que se dedican a la obra tan desinteresadamente como ellos, deben recibir su paga en adición al sueldo que perciben sus esposos, aun cuando no lo pidan.
Los maestros en las escuelas de los profetas, los escribas, los sacerdotes y los gobernantes, fueron los mayores perseguidores de Cristo. Todos los que hicieron gran ostentación de poseer luz espiritual fueron los que despreciaron, rechazaron y crucificaron a Jesús. Los grandes hombres y mujeres y quienes profesan ser sumamente buenos, pueden llevar a cabo obras terribles impulsados por su fanatismo y por lo exaltado del cargo que ocupan, y vanagloriarse al mismo tiempo de que están sirviendo a Dios.
Caifás…no tenía ni la capacidad, ni la autoridad del cielo para realizar esa labor…Caifás era sumo sacerdote sólo en apariencias. Llevaba los vestidos sacerdotales, pero no tenía una relación vital con Dios.
No pocos de nuestros docentes de teología no son otra cosa que infieles disfrazados…
Hay muy poca oración entre los ministros de Cristo, y demasiada auto exaltación.
Cuando los hombres ven el egoísmo y el pecado de los profesos maestros del cristianismo, pierden la confianza en el propio cristianismo.
Ministros de Cristo, vuestra frialdad, falta de oración, de fervor, y de sabiduría celestial puede hacer caer el peso de la balanza de tal forma que lo envíe a la perdición.
El verdadero ministro del evangelio, no se presentará ante la gente para hablar palabras suaves, para clama paz y seguridad.
El ministro dice a sus oyentes que no pueden guardar la ley de Dios. “No es algo a lo que estemos sujetos en este tiempo”. “Debéis creer en Cristo; El os salvará; creed solamente”. (…) El ministro puede profesar ser sincero; pero está buscando tranquilizar la conciencia agitada con una falsa esperanza. Hay muchos a los que se les hace creer que están en el camino que lleva al cielo, porque profesan creer en Cristo, mientras rechazan la ley de Dios. Pero al final se darán cuenta que estaban en el camino de la perdición, en vez del camino al cielo. El veneno espiritual está recubierto de la doctrina de la santificación, y administrado a la gente. Miles lo tragan ávidamente, creyendo que si simplemente son honestos en su creencia estarán seguros. Pero la sinceridad no convertirá el error en verdad. Un hombre puede tomar un veneno pensando que es un alimento; pero su sinceridad no le salvará de los efectos del veneno.
Si los vigías duermen por efecto del narcótico satánico que les impide reconocer la voz del verdadero Pastor, y no prestan atención a sus advertencias, en el temor de Dios les digo que serán responsables por la sangre de los que se pierdan. Los centinelas han de estar muy alertas; deben ser hombres que ni de día ni de noche dormiten en su puesto del deber. Tienen que hacer sonar la trompeta con todas sus fuerzas para que la gente se aparte del mal y escoja el bien. La estupidez y el descuido indiferente no tienen excusa.
Los que deciden dedicarse a la obra del ministerio deben dominar bien el tema de la reforma pro-salud. Los que después de muchos años de experiencia todavía no valoran la obra médico misionera, no deberían ser nombrados para presidir nuestras iglesias. No andan en la luz de la verdad presente para este tiempo. Los que aman la verdad y aprecian el tema de la temperancia en toda su trascendencia no deben estar subordinados a un ministro que no haya prestado atención a la luz sobre el tema de la reforma pro-salud. ¿Qué ayuda puede ofrecer a una iglesia un hombre que no anda en la luz?
Un ministro del evangelio tendrá éxito doble en su labor si comprende como tratar la enfermedad.
Que ninguno de nuestros ministros dé mal ejemplo por consumir carne.
Se me instruye a decir a nuestros ministros y a los presidentes de nuestras asociaciones: Vuestra utilidad como obreros para Dios en la obra de recuperar las almas que perecen, depende mayormente de vuestro éxito en vencer el apetito.
Que ninguno de nuestros ministros gaste tiempo y energía trabajando por los que conocen la verdad. En lugar de ello, que busquen a los que están fuera del redil.
Cuando surgen errores y son enseñados como verdad bíblica, los que están conectados con Cristo no confiarán en lo que dice el ministro, sino que, como los nobles bereanos, escudriñarán cada día las escrituras para ver si estas cosas son así.
Si todos los ministros del mundo nos dijeran que estamos a salvo aunque desobedezcamos algún precepto de la sagrada norma de santidad, eso no disminuiría nuestras obligaciones ni haría menor nuestra culpa…
Ahora deseo decir que Dios no ha puesto en nuestras filas ningún poder monárquico para controlar esta o aquella rama de la obra. La obra ha sido grandemente restringida por los esfuerzos de controlarla a cada área…
Los falsos pastores en su infidelidad están clamando: “Paz y seguridad”, para aplacar la conciencia de aquellos que por el bien de sus almas necesitan ser alarmados. Los siervos fieles de Dios, deben emplear la voz y la pluma para que aquellos que están muy cómodos puedan despertarse con la advertencia.
Los sacerdotes y ancianos (…) habían de perder sus cargos o condenar a muerte a Jesús.
Los esfuerzos de Satanás contra los defensores de la verdad se volverán más intensos y decididos a medida que se aproxime el tiempo del fin. Así como en los días de Cristo los sacerdotes y dirigentes principales instigaron al pueblo contra él, así también los dirigentes religiosos promoverán resistencia y prejuicios contra la verdad para este tiempo.
Los más rigurosos castigos caerán sobre los que han tomado a su cargo la obra de ser pastores de la grey, porque han presentado a la gente fábulas en vez de presentar la verdad.
Ahora es exactamente como en los días de los judíos. Cuando llegaba un mensaje, todo el poder de los dirigentes era puesto contra él, para que la gente no tuviera acceso al mismo. Ahora, hermanos, acudid a Dios por vosotros mismos, y rogad a Dios de rodillas…Si Dios nos envía luz, permitid que nos llegue, y no permitáis que ningún hombre cierre la puerta, o intente cerrarla. No la cerréis vosotros mismos. Abrid la puerta de vuestro corazón y permitid que los rayos de luz brillante resplandezcan en vuestro corazón y vuestra mente. Oro para que permitáis que el Sol de Justicia penetre en vosotros.
En el temor y el amor de Dios a aquellos ante quienes estoy afirmo hoy que hay una mayor luz para nosotros, y que grandes bendiciones vienen con la recepción de esta luz. Y cuando veo a mis hermanos agitados con ira contra los mensajes de Dios y sus mensajeros, pienso en las escenas similares de la vida de Cristo y los reformadores. La recepción que se les dio a los siervos de Dios en épocas pasadas es la misma que reciben hoy aquellos a quienes a través de los cuales Dios está enviando preciosos rayos de luz. Los líderes del pueblo hoy siguen el mismo curso de acción que los judíos siguieron. Ellos criticaron y acosaron con una pregunta sobre otra, y rechazaron admitir la evidencia, tratando a la luz enviada a ellos de la misma manera que los judíos trataron la luz que Cristo los llevó a ellos.
Cristo, el pastor principal, ha confiado el rebaño a sus ministros como subpastores; y les manda que tengan el mismo interés que él manifestó, y que sientan la misma santa responsabilidad por el cargo que les ha confiado. Les ha mandado solemnemente ser fieles, apacentar el rebaño, fortalecer a los débiles, animar a los que desfallecen y protegerlos de los lobos rapaces. Para salvar a sus ovejas, Cristo entregó su propia vida; y señala el amor que así demostró como ejemplo para sus pastores. "Mas el asalariado, y que no es el pastor, de quien no son propias las ovejas," no tiene verdadero interés por el rebaño. Trabaja solamente por la ganancia, y no cuida más que de sí mismo. Calcula su propia ventaja, en vez de atender los intereses de los que le han sido confiados; y en tiempos de peligro huye y abandona al rebaño. El apóstol Pedro amonesta a los subpastores: "Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, teniendo cuidado de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino de un ánimo pronto; y no como teniendo señorío sobre las heredades del Señor, sino siendo dechados de la grey." Y Pablo dice: "Por tanto mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual ganó por su sangre. Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al ganado." (1 Ped 5: 2, 3; Hech. 20: 28, 29.) Todos los que consideran como un deber desagradable el cuidado y las obligaciones que recaen sobre el fiel pastor, son reprendidos así por el apóstol: "No por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino de un ánimo pronto." El jefe de los pastores despediría de buena gana a todos estos siervos infieles. La iglesia de Cristo ha sido comprada con su sangre, y todo pastor debe darse cuenta de que las ovejas que están bajo su vigilancia han costado un sacrificio infinito. Debe considerar a cada una de ellas como un ser de valor inestimable, y debe ser incansable en sus esfuerzos por mantenerlas en un estado sano y próspero. El pastor compenetrado del Espíritu de Cristo imitará su ejemplo de abnegación, trabajando constantemente en favor de los que le fueran confiados, y el rebaño prosperará bajo su cuidado. Todos tendrán que dar estricta cuenta de su ministerio. El Maestro preguntará a cada pastor: "¿Dónde está el rebaño que te fue dado, la grey de tu gloria?" (Jer. 13: 20.)
Al dirigirse a los ancianos de iglesia recordándoles sus responsabilidades como subpastores del rebaño de Cristo, el apóstol escribió: "Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, teniendo cuidado de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino de un ánimo pronto; y no como teniendo señorío sobre las heredades del Señor, sino siendo dechados de la grey. Y cuando apareciera el Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la corona incorruptible de gloria." Los que ocupan la posición de subpastores deben ejercer una diligente vigilancia sobre la grey del Señor. No debe ser una vigilancia dictatorial, sino una que tienda a animar, fortalecer y levantar. Ministrar significa más que sermonear; representa un trabajo ferviente y personal. La iglesia sobre la tierra está compuesta de hombres y mujeres propensas a errar, los cuales necesitan paciencia y cuidadoso esfuerzo para ser preparados y disciplinados para trabajar con aceptación en esta vida y para que en la vida futura sean coronados de gloria e inmortalidad. Se necesitan pastores -pastores fieles- que no lisonjeen al pueblo de Dios ni lo traten duramente, sino que lo alimenten con el pan de vida; hombres que sientan diariamente en sus vidas el poder transformador del Espíritu Santo, y que abriguen un fuerte y desinteresado amor hacia aquellos por los cuales trabajan.
¿Pueden reformar a otros, cuando no pueden reformarse ellos mismos?
Si los ministros que son llamados para predicar el más solemne mensaje jamás dado a los mortales, evaden la verdad, son infieles en su trabajo, y son falsos pastores de ovejas y de corderos. Las afirmaciones de muchos no tienen ningún valor. Permitamos que la palabra de Dios les hable a las personas.
Sobre los ministros de Dios descansa una solemne y seria responsabilidad. Se demandará de ellos una estricta cuenta por la forma en que han desempeñado su responsabilidad. Si no presentan ante la gente las demandas obligatorias de la ley de Dios, si no predican con claridad la Palabra, sino que confunden la mente de la gente con sus propias interpretaciones, son pastores que se alimentan a sí mismos, pero no alimentan a la grey. Invalidan la ley de Jehová, y las almas perecen debido a su infidelidad. La sangre de esas almas recaerá sobre su cabeza. Dios los llamará a cuentas por su infidelidad. Pero de ninguna manera esto excusará a los que atendieron los sofismas de los hombres dejando a un lado la Palabra de Dios. La ley de Dios es una manifestación del carácter divino. Y su palabra no es Sí y No, sino Sí y Amén
Hay ministros que son orgullosos, autosuficientes, demasiado sabios para buscar a Dios en oración y para humillarse a estudiar las escrituras diariamente para encontrar nueva luz. Muchos cerrarán sus oídos al mensaje que Dios les envía, y los abrirán al engaño y la decepción.
Vi que nuestro mensaje no era para los pastores que han descarriado el rebaño, sino par alas pobre, hambrientas ovejas dispersas.
Decimos decididamente a cada ministro de Jesucristo que debe unirse a la Fuente de toda luz y poder y que no debe seguir la sombra de otro hombre viviente, porque es Cristo a quien debe estar sujeto, y no debiera unir su corazón a otro ser humano y permitir que el hombre piense por él. No está tomando su posición en la sociedad o en el mundo si simplemente acepta lo que su padre ha dicho, y lo que su padre, u otro buen gran hombre en generaciones pasadas, ha hecho, y se sumerge a sí mismo, y su individualidad, en ellos. Algunos que piensan que predican el evangelio están predicando las ideas de otros hombres. De algún modo han llegado a la conclusión no es parte del llamado o de la obra de un ministro pensar diligentemente y con oración. Aceptan lo que otros han enseñado sin ejercer su individualidad. Esta doctrina, enseñada por la iglesia de Roma, es la dependencia completa en los dirigentes. La conciencia individual no es propia; el juicio debe ser controlado por las ideas de otros hombres, y su inteligencia no debe sujetarse más allá de la de los dirigentes. Satanás tiene su mano en todo esto para reducir la obra de Dios.
El ridículo abarata la mente de cualquiera que se enreda en él, ya que separa su alma de Dios. No se debiera poner ninguna confianza en el juicio de quienes hacen esto, ningún valor se le debiera dar a sus avisos o resoluciones…Acusar a los trabajadores a quienes Dios está usando es acusar a Jesucristo en la persona de sus santos.
Los ministros predican cosas suaves para adaptarse a los profesos carnales. Esto es lo que Satanás quiere. Ellos no se atreven a predicar a Jesús y las verdades cortantes de la Biblia; porque si lo hicieran; estos profesos carnales no las escucharían. Muchos de ellos son ricos, y se prefiere retenerlos en la iglesia, aunque no son más aptos para estar allí que Satanás y sus ángeles.
“Vosotros sois la sal de la tierra.” (Mt.5:13) Estas palabras fueron dirigidas a unos pocos humildes pescadores. Había sacerdotes y rabinos oyéndolas, pero no iban dirigidas a ellos. Así Cristo nos da una idea de lo que constituye el valor de la influencia humana. Es actuar bajo la influencia de Cristo.”
Simeón y los sacerdotes representan a dos clases: los que son guiados por el Espíritu de Dios porque están dispuestos a ser instruidos, y los que negándose a recibir la luz que los conduciría a toda verdad, son guiados por el espíritu de la potestad de las tinieblas y diariamente son conducidos a una oscuridad más profunda. Simeón entendió, por iluminación divina, la misión de Cristo. El Espíritu Santo impresionó su corazón. Pero los sacerdotes y gobernantes estaban llenos del espíritu del enemigo de Dios; y el mismo espíritu influye hoy en las mentes humanas dominando con poder el corazón de los hombres y anulando las exhortaciones del Espíritu.
Con demasiada frecuencia el pastor no tiene valor para defender la verdad (…) Decir la verdad con franqueza sería ofender a su congregación, comprometer su popularidad, y perder su sueldo.
Hay una sorprendente vagancia que se manifiesta por un gran número de nuestros ministros que prefieren que otros estudien las escrituras por ellos, y toman la verdad de sus labios como si fueran un hecho consumado.
La mayor maldición entre nuestros ministros hoy es buscar el puesto más elevado.
Algunos ministros me han sido presentados, y sé que no están suficientemente preparados para cuidar del rebaño, hasta que sean transformados por la divina gracia y el poder de Dios. (…) Ellos son como señales que dirigen por el camino equivocado y llevan las almas hacia la muerte.
El primer trabajo que tienen que hacer los pastores del rebaño, es no enseñar sus propias palabras sino las palabras de Dios.
Es el objeto de Satanás engañar a los hombres que manejan las cosas sagradas para que hagan las cosas de tal forma que rebajen su ministerio a un nivel mediocre, y así los pecadores tengan la excusa para su propia impenitencia y pecado.
El mismo hecho de que usted tenga una posición de responsabilidad es la razón por la cual usted debiera mostrar un espíritu humilde y cortés como el de Cristo todo el tiempo, y en todas las circunstancias.
Las iglesias son débiles y enfermas por el descuido de aquellos que se supone debieran ministrar en ellas, cuya tarea es cuidar de ellas y ministrar las almas por las cuales darán cuenta.
Muchos están ciegos, engañados por hombres que dicen ser ministros del evangelio, e influyen en muchos para hacerlos creer que están haciendo una buena labor para Dios, cuando están haciendo la obra de Satanás.
¿Fue contrario a la forma de trabajar del Señor el enviar mensajes a los ministros y a las iglesias? ¿No ha sido esta la forma de tratar con su pueblo en el pasado?
Aquellos que debieran tener suficiente experiencia son, en gran medida, ignorantes de los engaños de Satanás y como los está tomando sin darse cuenta.
El estado espiritual de las iglesias testifica en contra de sus maestros.
La oveja fue expulsada del rebaño por ser un testigo viviente del poder de Cristo. Muchos han sido expulsados de la iglesia cuyos nombres estaban registrados en el libro de la vida. Lobos con vestido de cordero estuvieron dispuestos a expulsar del rebaño a uno que tenía el derecho al pasto del Pastor; pero Jesús, el Verdadero Pastor, lo buscó y le dio un lugar en el rebaño.
"La generación actual le ha confiado sus cuerpos a los médicos y sus almas a los ministros."
Las iglesias, como regla general, están más avanzadas que algunos ministros. Han tenido fe en los testimonios que a Dios ha complacido dar, y los han obedecido, mientras algunos predicadores han quedado atrás en esto.