LA LEY
Las personas se creen buenas simplemente porque NO están en la cárcel. Cumplen con las leyes de los hombres y por eso no están presas. Ellos creen que las malas personas son las que están entre rejas.
Algo de razón tienen porque según la ley de los hombres los “buenos” están en la calle y los malos en la cárcel. Pero los hombres necesitan una norma moral más elevada para saber si son buenas personas. Necesitan compararse con la ley de Dios. Sin la ley de Dios y sin el trabajo del Espíritu, los hombres siguen creyéndose buenos.
Para que el hombre, que está muerto espiritualmente, pueda darse cuenta de su condición, necesita ser examinado. Así como una persona que no sabe que está enferma necesita una prueba diagnóstica que lo confirme, el pecador necesita un medio por el que entienda que es un pecador. No hay otro medio mejor de conseguirlo que examinarlo con la ley de Dios. Esta perfecta norma, que representa el carácter de Dios, saca a la luz todo lo que el hombre realmente es. Es el espejo perfecto donde el hombre puede verse a sí mismo y descubrir que está lleno de imperfecciones.
Por eso la Biblia nos dice que: “Por la ley es el conocimiento de pecado.” (Rom.3:20) y que “La ley muestra el pecado.” (Rom.7:7) Cuando alguien se enfrenta a la ley es cuando se da cuenta de su realidad.
Jesús vino a buscar pecadores que sientan la necesidad del arrepentimiento. Pero si la gente se cree buena, hay que hacerles entender que son pecadores para que se arrepientan y sean salvos.
La ley hace que el hombre se enfrente a una realidad que NO conocía, y es el primer paso que se necesita para rescatar al muerto espiritual cuyo objetivo final es conseguir que Dios lo resucite y cambie su corazón.
Por eso la ley es la llave del conocimiento de Dios para abrir la puerta de la salvación. (Lc.11:52)
“La ley es nuestra guía que nos lleva a Jesucristo.” (Gal.3:24) Dicho de otra manera, “el fin de la ley es Cristo.” (Rom.10:4)