Los diez espías infieles, heridos divinamente por la plaga, perecieron a la vista de todo Israel.
Cuando los padres o gobernantes descuidan su deber de castigar la iniquidad, Dios mismo toma el caso en sus manos.
David se despertó como de un sueño. Percibió el significado de su pecado. No trató de excusar su conducta, o paliar su pecado como hizo Saúl; sino que inclinó su cabeza ante el profeta de Dios sintiendo remordimiento y pesar sinceros, y reconociendo su culpa. Natán entonces le dijo que, a causa de su arrepentimiento y confesión humilde, Dios le perdonaría su pecado, quitaría parte de la amenaza de calamidad que pesaba sobre él, y libraría su vida. Sin embargo, debía ser castigado, porque había dado una gran oportunidad para que los enemigos de Dios blasfemaran. El asunto ha sido explotado por los enemigos de Dios desde los días de David hasta nuestros días. Los escépticos han atacado al cristianismo y ridiculizado la Biblia porque David les dio ocasión para ello.
Un solo ángel dio muerte a todos los primogénitos de los egipcios y llenó al país de duelo.
El espiritismo asegura que…“Dios no condena”.
Si no habría justicia, si no hubiera castigo, no habría estabilidad en el gobierno de Dios. La salvación llega a ser plena y completa debido a la amalgama del juicio y la misericordia