Vi que si en la providencia de Dios se han adquirido riquezas, no es pecado poseerlas; y si no se presenta la oportunidad de utilizar esos recursos para adelantar la causa de Dios, tampoco es pecado seguir poseyendo esas riquezas.
Dios no exige las casas que la gente necesita para vivir, a menos que se quieran cambiar casas costosas por otras más económicas.
Vi algunos que, a pesar de llamarse discípulos de Jesús, son tan ambiciosos de tesoros terrenales que pierden el amor por los del cielo, obran según el mundo y Dios los tiene por mundanos.
El ganar dinero siempre es peligroso, a menos que la gracia de Dios sea el principio rector del alma. Cuando los cristianos están controlados por los principios del cielo, con una mano dan y con otra ganan. Esta es la única actitud racional saludable que puede asumir un cristiano mientras tiene dinero y todavía está en condiciones de ganar más.
El amor al dinero llevará a los hombres a violar su conciencia.
No gastéis un dólar del dinero de Dios para comprar artículos innecesarios.
Mantengámonos limpios de todas estas corrupciones, disipaciones y festivales, que pueden entrar en la iglesia, con su influencia desmoralizadora sobre jóvenes y adultos. No es correcto que echemos sobre ellos el manto de la santidad porque los recursos son para ser usados en los propósitos de la iglesia. Tales ofrendas son imperfectas y están contaminadas y llevan en sí la maldición de Dios. Ellas son el precio de las almas. El púlpito puede defender festivales, bailes, rifas, ferias y deleites voluptuosos, para obtener recursos para los propósitos de la iglesia, pero no debemos participar en ninguna de estas cosas; porque si lo hacemos el desagrado de Dios vendrá sobre nosotros. No debemos proponernos apelar a la concupiscencia del apetito o recurrir a esparcimientos carnales como incentivo para los profesos seguidores de Cristo para que den de los recursos que Dios les ha encomendado a ellos. Si ellos no dan voluntariamente, por el amor de Cristo, la ofrenda no será aceptable a Dios de ninguna manera. (…) Todos estos medios para traer dinero dentro de su tesorería son una abominación para él.
Cuanto más nos acerquemos a las escenas finales de la historia de este mundo, más pronunciada será la obra de Satanás; por medio de sus artimañas aparecerán todo tipo de engaños para desviar la mente de Dios. Por medio de alguna excusa o invención suya, Satanás despertará en la mente de los seres humanos el ardiente deseo de invertir dinero en edificios cómodos o los motivará a gastarlo innecesariamente, para que haya menos dinero para mantener a los obreros y menos para la apertura de nuevos campos.
Y porque hay avaricia y traición en la vida de los que llevan el nombre de Cristo, porque la iglesia conserva en sus libros los nombres de aquellos que adquirieron sus posesiones mediante injusticias, se desprecia la religión de Cristo. (…) La iglesia es en gran medida responsable de los pecados cometidos por sus miembros. Presta su apoyo al mal si no alza la voz contra él.
Toda tentativa de aprovecharse de la ignorancia, debilidad o desgracia de los demás, se registra como fraude en el libro mayor del cielo.
Los recursos son de valor sólo cuando se usan para promover los intereses del reino de Dios.
La mente se estrecha y atrofia por su afición a acumular dinero.
Nuestro dinero representa almas, y debemos emplearlo de manera que dé a conocer la verdad a aquellos que, a causa del pecado, están bajo la condenación divina.