No debemos seguir a la mayoría, porque si lo hacemos no veremos el cielo.
Algunos estaban profundamente convencidos, y hubieran atendido la amonestación; pero eran tantos los que se mofaban y los ridiculizaban, que terminaron por participar del mismo espíritu, resistieron a las invitaciones de la misericordia, y pronto se hallaron entre los más atrevidos e insolentes burladores; pues nadie es tan desenfrenado ni se hunde tanto en el pecado como los que una vez conocieron la luz, pero resistieron al Espíritu que convence de pecado.
No fueron las multitudes o las mayorías las que se colocaron de parte de lo justo. El mundo se puso contra la justicia y las leyes de Dios, y Noé fue considerado fanático.
La inmensa mayoría del mundo desechará la misericordia de Dios.
En comparación con los millones del mundo, los hijos de Dios serán, como siempre lo fueron, un rebaño pequeño; pero si permanecen de parte de la verdad como está revelada en su Palabra, Dios será su refugio. Están bajo el amplio escudo de la Omnipotencia. Dios constituye siempre una mayoría.
Es una solemne declaración la que hago a la iglesia, de que ni uno de cada veinte de aquellos cuyos están registrados en los libros de la iglesia se halla preparado para terminar su historia terrenal.
La verdad nunca se encontró en la mayoría. Siempre se la encontró en la minoría.
Decís que estamos en minoría. ¿No es mayoría Dios? Si estamos del lado de Dios que hizo los cielos y la tierra, ¿no estamos del lado de la mayoría? Tenemos a nuestro lado los ángeles que superan en fortaleza.
Nos enfrentaremos con tentaciones fuertes para seguir a la multitud, la cual se apresura hacia abajo; porque de esa manera podemos evitar ser singulares. Pero debemos aferrarnos a Cristo, y seguir escalando. Si miramos hacia atrás, nos desvaneceremos; si nos desasimos, pereceremos.
La gran mayoría de los hombres y las mujeres que profesan conocer la verdad, prefieren recibir mensajes delicados. No quieren que se ponga delante de ellos sus pecados y defectos. Prefieren a los pastores acomodadizos, que no convenzan al presentar la verdad. Prefieren también a los hombres que los adulan, y a su vez ellos alaban al pastor por manifestar tan "buen" espíritu, mientras atacan al fiel siervo de Dios. . .
El corazón del hombre nunca ha estado en armonía con los requisitos de Dios. El razonamiento humano siempre ha tratado de evadir o dejar a un lado, las instrucciones directas de la Palabra. En cada época, la mayoría de los profesos seguidores de Cristo han despreciado los preceptos necesarios como la negación del yo y la humildad, que requieren modestia y simplicidad en la conversación el porte, y la vestimenta. El resultado siempre ha sido el mismo; la separación de las enseñanzas del evangelio ha llevado a la adopción de las modas, las costumbres y principios del mundo. La espiritualidad necesaria ha dado lugar al formalismo muerto. La presencia y el poder de Dios, retirado de aquellos círculos amantes del mundo, se encuentran en una clase de adoradores humildes, que desea obedecer las enseñanzas de la sagrada Palabra.
Dios tendrá en la tierra un pueblo que sostendrá la Biblia y la Biblia sola, como piedra de toque de todas las doctrinas y base de todas las reformas. Ni las opiniones de los sabios, ni las deducciones de la ciencia, ni los credos o decisiones de concilios tan numerosos y discordantes como lo son las iglesias que representan, ni la voz de las mayorías, nada de esto, ni en conjunto ni en parte, debe ser considerado como evidencia en favor o en contra de cualquier punto de fe religiosa.