La música, cuando no se abusa de ella, es una gran bendición; pero cuando se la emplea equivocadamente se convierte en una terrible maldición.
Si es posible, recurramos a la música instrumental, y ascienda a Dios la gloriosa armonía como ofrenda aceptable.
Así lo que es una gran bendición cuando se lo usa correctamente se convierte en uno de los medios más certeramente empleados por Satanás para desviar la mente del deber y de la contemplación de las cosas eternas.
El canto, como parte del servicio religioso, es tanto un acto de culto como lo es la oración. (…)
Cuando se la utiliza adecuadamente, la música es una bendición; pero frecuentemente es una de las agencias más atractivas de Satanás para atrapar las almas. Cuando se abusa de ella, dirige a los no consagrados al orgullo, la vanidad y la estupidez. Cuando se permite que tome el lugar de la devoción y la oración, es una terrible maldición.
“Los ángeles se complacen en oír los sencillos cantos de alabanza expresados en un tono natural“.
El Espíritu Santo nunca se manifiesta en esa forma, mediante ese ruido desconcertante. Esto constituye una invención de Satanás para ocultar sus ingeniosos métodos destinados a tornar ineficaz la pura, sincera, elevadora, ennoblecedora y santificadora verdad para este tiempo. Es mejor no mezclar nunca el culto a Dios con música, que utilizar instrumentos musicales para realizar la obra que en enero pasado se me mostró que tendría lugar en nuestras reuniones de reavivamiento. La verdad para este tiempo no necesita nada de eso para convertir a las almas. El ruido desconcertante aturde los sentidos y desnaturaliza aquello que, si se condujera en la forma debida, constituiría una bendición. El influjo de los instrumentos satánicos (en el original los poderes de las agencias satánicas) se une con el estrépito y el vocerío, con lo cual resulta un carnaval, y a esto se lo denomina la obra del Espíritu Santo.
“Satanás convertirá la música en una trampa debido a la forma como es dirigida”.
“El Hno. U tiene un buen conocimiento de música, pero su educación musical ha sido de una naturaleza tal como para actuar en un escenario más bien que para el solemne culto de Dios. El canto es un acto de adoración a Dios en una reunión religiosa tanto como lo es el hablar; y cualquier rareza o peculiaridad cultivada atrae la atención de la gente y destruye la impresión seria y solemne que debe ser el resultado de la música sagrada. Cualquier cosa extraña o excéntrica en el canto desvía la mente del carácter serio y sagrado del servicio religioso”.