En todas partes hay corazones que claman por algo que no poseen. Suspiran por una fuerza que les dé dominio sobre el pecado, una fuerza que los libre de la esclavitud del mal, una fuerza que les dé salud, vida y paz.
Sólo el método de Cristo será el que dará éxito para llegar a la gente. El Salvador trataba con los hombres como quien deseaba hacerles bien. Les mostraba simpatía, atendía sus necesidades y se ganaba su confianza. Entonces les decía: `Seguidme´.
Todo el cielo está en actividad (ningún ángel ocioso), y los ángeles de Dios están esperando para cooperar con todos los que quieran idear planes por los cuales las almas por quienes Cristo murió puedan oír las buenas nuevas de salvación…Hay almas que están pereciendo sin Cristo, y los que profesan ser discípulos de Cristo las dejan morir.
Aún cuando nuestros hombres preeminentes rechacen la luz y la verdad…El Señor suscitará a hombres que den a nuestro pueblo el mensaje para este tiempo.
La más pura y más elevada devoción a Dios es la que se manifiesta en los deseos y esfuerzos más fervientes por ganar almas para Cristo.
Las medidas benignas, las respuestas impregnadas de mansedumbre y las palabras agradables se prestan mucho más para reformar y salvar que la severidad y la dureza.
Todo verdadero cristiano ha de poseer un espíritu misionero, porque el ser cristiano es ser como Cristo. Nadie vive para sí, "y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, el tal no es de él." (Rom.8: 9.) Todo aquel que haya gustado las potestades del mundo venidero, sea joven o anciano, sabio o ignorante, será movido por el espíritu que animaba a Cristo. El primer impulso del corazón renovado consiste en traer a otros también al Salvador. Aquellos que no poseen ese deseo dan muestras de que han perdido su primer amor; deben examinar detenidamente su propio corazón a la luz de la palabra de Dios, y buscar fervientemente un nuevo bautismo del Espíritu; deben orar por una comprensión más profunda de aquel admirable amor que Jesús manifestó por nosotros al dejar el reino de gloria, y al venir a un mundo caído para salvar a los que perecían.
Como pueblo, tenemos gran necesidad de humillar nuestros corazones ante Dios, implorando su perdón por haber descuidado su mandato misionero.
Debemos vivir en este mundo para ganar almas para el salvador.
Jamás debe presentarse un discurso sin presentar a Cristo.
Mientras sigamos el ejemplo de Cristo en el trabajo para beneficiar a los demás, despertaremos su interés en el Dios a quien amamos y servimos.
Es únicamente por una consagración diaria a Dios como podéis llegar a ser ganadores de almas.
La falta de interés por la salvación de las almas demuestra que se ha perdido el primer amor; porque nadie puede amar a Dios con todo el corazón, la mente, el alma, y las fuerzas, sin amar a aquellos por quienes Cristo murió.
Hemos de ser misioneros y tener por blanco principal ganar almas para Cristo.
Los que den prueba de verdadera modestia y cortesía cristiana ganarán almas para Cristo.
Un verdadero cristiano confiesa constantemente a su Salvador. Está siempre gozoso, listo para dirigir palabras de esperanza y de consuelo a los que sufren.
Una persona verdaderamente convertida está llena del amor de Dios, que anhela comunicar a otros el gozo que posee.
La más pura y más elevada devoción a Dios es la que se manifiesta en los deseos y esfuerzos más fervientes por ganar almas para Cristo.
Un hombre no se ha convertido si en su corazón no ha nacido el deseo de compartir con los demás el precioso amigo que ha descubierto en Jesús; la verdad que salva y santifica no puede permanecer callada en su corazón.
Nuestra primera obra debe ser colocar nuestros propios corazones en armonía con Dios, y entonces estaremos preparados para trabajar a favor de los demás.
El trabajo que la iglesia no haya hecho en tiempo de paz y prosperidad tendrá que hacerlo en tiempo de terrible crisis, bajo las más desalentadoras y prohibitivas circunstancias.
Nuestros miembros no han comprendido que cuando ayudan al avance de la obra en lugares lejanos están ayudando en el trabajo a nivel local.
Ni siquiera uno de cada cien de nosotros está haciendo nada, fuera de dedicarse a empresas mundanas comunes. Desconocemos casi totalmente el valor de las almas por las que Cristo murió.
El cielo está esperando otorgar sus más ricas bendiciones a los que quieran consagrase para hacer la obra de Dios en los último días en la historia del mundo.
La ausencia del Espíritu es lo que hace tan impotente el ministerio evangélico. Se puede poseer sabiduría, talentos, elocuencia, todo don natural o adquirido; pero sin la presencia del Espíritu de Dios no se conmoverá a ningún corazón ni ningún pecador será ganado para Cristo.
A fin de servirle debidamente, debemos nacer del Espíritu divino. Esto purificará el corazón y renovará la mente, dándonos una nueva capacidad para conocer y amar a Dios.”
El que quiera confesar a Cristo debe tener a Cristo en si. No puede comunicar lo que no recibió.
Es un grave error confiar en la sabiduría humana o en los números para hacer la obra de Dios.
En las mansiones de los bienaventurados no entrará nadie que no haya manifestado amor a Cristo, y que no se haya esforzado por la salvación de los demás.
No hemos de revolotear sobre las noventa y nueve, sino que hemos de ir a salvar a los perdidos.
No destaquéis los aspectos de nuestra fe que pueden producir objeción, que se oponen más a los modos y costumbres de la gente, hasta que el Señor le dé a ésta amplia oportunidad de saber que creemos en Cristo, en su divinidad y preexistencia.
"Permitidme deciros que el 'SEÑOR' trabajará en esta última obra de un modo muy fuera del común orden de cosas y de un modo que será contrario a cualquier planificación humana. Habrá entre nosotros, los que siempre desearán dominar la obra de 'DIOS', para dictar hasta que movimientos se harán cuando la obra avanzará bajo la dirección del ángel que se une al tercer ángel en el mensaje a ser dado al mundo. 'DIOS' usará maneras y medios por los cuales se verá que Él está tomando las redes en Sus propias manos. Se sorprenderán los obreros con los medios simples que Él usará para efectuar y perfeccionar su obra de justicia."
No hagáis del asunto del día de reposo vuestra primera especialidad. Debéis alcanzar a la gente con temas prácticos en los cuales todos puedan estar de acuerdo…
Toda potestad es prometida a aquellos que salen con fe a proclamar el evangelio eterno.
Las noticias alarmantes son perjudiciales para el progreso de la obra.
El trabajo de Dios en este mundo nunca se terminará a menos que hombres y mujeres se comprometan como miembros, se pongan a trabajar, y unan sus esfuerzos con los ministros y oficiales de la iglesia.
Nos dejamos desalentar con demasiada facilidad respecto a los que no corresponden en el acto a los esfuerzos que hacemos por ellos. No debemos jamás dejar de trabajar por un alma mientras quede un rayo de esperanza. Las preciosas almas costaron al Redentor demasiados sacrificios para que queden abandonadas así al poder del tentador.
Ningún tema entre los que son presentados a los habitantes de nuestras ciudades atraería un interés tan grande como el que concierne a la salud física.
El gran obstáculo que se opone a la aceptación y a la proclamación de la verdad es la circunstancia de que ella acarrea inconvenientes y oprobio.
Como las nuevas del nacimiento del Salvador, el mensaje del segundo advenimiento no fue confiado a los caudillos religiosos del pueblo.
Muchos reformadores, al iniciar su obra, resolvieron actuar con gran prudencia al atacar los pecados de la iglesia y de la nación (…) que habían titubeado en presentar (…) Así también será proclamado el mensaje del tercer ángel. Cuando llegue el tiempo de hacerlo con el mayor poder. (…) Los obreros serán calificados más bien por la unción de su Espíritu que por la educación en institutos de enseñanza.
Aquellos cuyo corazón está lleno del amor de Jesús, (…) no encontrarán tiempo para relatar anécdotas.
A todo hijo de Dios cuya voz el enemigo de las almas ha logrado silenciar, se le dirige la pregunta: "¿Qué haces aquí?" Te ordené que fueses a todo el mundo y predicases el Evangelio, a fin de preparar a un pueblo para el día de Dios. ¿Por qué estás aquí? ¿Quién te envió?
Todo el que ha recibido a Cristo está llamado a trabajar por la salvación de sus prójimos.
Al trabajar en un campo nuevo, no creáis que es vuestro deber decir en seguida a la gente: Somos adventistas del séptimo día; creemos que el séptimo día es el día de reposo; no creemos en la inmortalidad del alma. Esto levantaría a menudo una formidable barrera entre vosotros y aquellos a quienes quisierais alcanzar. Habladles, cuando tengáis oportunidad, de puntos, de doctrinas acerca de los cuales podáis estar de acuerdo con ellos. Espaciaos en la necesidad de la piedad práctica. Dadles evidencia de que sois cristianos, de que deseáis la paz, y de que amáis sus almas. Dejadles ver que sois concienzudos. Así ganaréis su confianza; y luego habrá bastante tiempo para las doctrinas. Ganad el corazón, preparad el terreno, y luego sembrad la semilla, presentando con amor la verdad tal cual es en Jesús. Dios ayudará seguramente a aquellos que, le piden sabiduría. No hemos de, esperar hasta que las oportunidades se nos presenten; debemos buscarlas, y estar siempre listos para dar razón de la esperanza que está en nosotros.
En los lugares de fama mundial adonde se va en busca de la salud, y en los centros de turismo, atestados de millares de personas que buscan salud y placer, debieran estacionarse predicadores y colportores capaces de atraer la atención de las multitudes.
Dios está llamando a hombres que estén dispuestos a abandonarlo todo para hacerse misioneros suyos, y el llamamiento recibirá respuesta. En toda edad, desde el advenimiento de Cristo, la comisión evangélica impulsó a hombres y mujeres a ir hasta los cabos de la tierra para proclamar las buenas nuevas de la salvación a los que habitaban en tinieblas. Conmovidos por el amor de Cristo y las necesidades de los perdidos, hubo hombres que dejaron las comodidades del hogar y la compañía de amigos, aun la de su esposa e hijos para ir a países extranjeros, entre idólatras salvajes, a proclamar el mensaje de misericordia.
¿Apreciáis tan profundamente el sacrificio hecho en el Calvario que estáis dispuestos a subordinar todo otro interés a la obra de salvar almas? El mismo intenso anhelo de salvar a los pecadores que señaló la vida del Salvador se nota en la de su verdadero discípulo. El cristiano no desea vivir para sí. Se deleita en consagrar al servicio del Maestro todo lo que posee y es. Le impulsa el deseo inefable de ganar almas para Cristo. (…) Aquel que está verdaderamente convertido trata de rescatar a los que todavía están bajo el poder de Satanás. . .
Dios ha designado que el que enseña la Biblia debería ser, en carácter y vida familiar, un ejemplo de los principios de la verdad que enseña a sus semejantes.
Pueden poseerse erudición, talentos, elocuencia y dotes naturales o adquiridas; pero sin la presencia del Espíritu de Dios ningún corazón será alcanzado, y no se ganará ningún pecador para Cristo.
El crecimiento espiritual depende del hecho de que transmitamos a los demás la luz que Dios nos ha dado a nosotros.
Cuando los hombres y mujeres han formado caracteres que Dios puede aprobar, cuando su abnegación y su espíritu de sacrificio propio se han manifestado plenamente cuando están listos para la prueba final, preparados par ser introducidos en la familia de Dios, ¿qué servicio será más elevado en la estima de Aquel que se dio a sí mismo como una ofrenda voluntaria para salvar a la raza culpable? ¿Qué empresa será más cara al corazón del amor infinito? ¿Qué obra traerá la mayor satisfacción y el gozo al Padre y al Hijo? La salvación de las almas perdidas.
Nuestro Salvador pasó la mayor parte de su vida terrenal trabajando pacientemente en la carpintería de Nazaret. Los ángeles ministradores servían al Señor de la vida mientras caminaba con campesinos y labradores, desconocido y sin honores. El estaba cumpliendo tan fielmente su misión mientras trabajaba en su humilde oficio como cuando sanaba a los enfermos y andaba sobre las olas tempestuosas del mar de Galilea. Así, en los deberes más humildes y en las posiciones más bajas de la vida podemos andar y trabajar con Jesús.
Únicamente al revelar el carácter de Cristo podemos cooperar con él en la salvación de las almas.”
No tenemos tiempo que perder. El fin está cerca. El viajar de lugar en lugar para difundir la verdad quedará pronto rodeado de peligros a diestra y siniestra. Se pondrá todo obstáculo en el camino de los mensajeros del Señor, para que no puedan hacer lo que les es posible hacer ahora. Debemos mirar bien de frente nuestra obra y avanzar tan rápidamente como sea posible en una guerra agresiva.
Un alma vale más que todo el mundo.
Dios llama a hombres como Elías, Natán y Juan el Bautista, hombres que llevarán Su mensaje con fidelidad, sin pensar en las consecuencias, que dirán la verdad valientemente, aun cuando implique sacrificar todo lo que poseen.
Si los ministros que son llamados para predicar el más solemne mensaje jamás dado a los mortales evaden la verdad, son infieles en su trabajo, y son falsos pastores de ovejas y de corderos. Las afirmaciones de muchos no tienen ningún valor. Permitamos que la palabra de Dios les hable a las personas.
La conversión de las almas a Dios es la obra más grandiosa y elevada en la cual los seres humanos puedan tomar parte.
“El que trata de transformar a la humanidad, debe comprender a la humanidad. Sólo por la simpatía, la fe y el amor, pueden ser alcanzados los hombres.