La desaprobación de Dios recayó sobre el pueblo a causa del pecado de un hombre. Miles fueron muertos en el campo de batalla porque Dios no bendeciría ni prosperaría a un pueblo entre cuyos miembros hubiera un pecador, alguien que había transgredido su palabra. Este pecador no ocupaba una posición sagrada, sin embargo un Dios celoso no podía salir a la batalla con los ejércitos de Israel mientras estos pecados ocultos estuvieran en el campamento.
Se me mostró que la manera en que Acán hizo su confesión fue similar a las confesiones que algunos entre nosotros han hecho y harán. Ocultan sus errores y rehúsan hacer una confesión voluntaria hasta que Dios los descubre, y entonces reconocen sus pecados. (…) El desagrado de Dios está sobre su pueblo, y él no manifestará su poder en medio de ellos mientras existan pecados entre ellos que sean incitados por aquellos que están en puestos de responsabilidad.