Observadores del sábado insensatos han complacido al diablo alabando a los ministros. (…) Nunca, nunca deben dirigirse alabanzas directamente a los ministros.
Toda adulación debería ser puesta de lado; porque la obra de Satanás consiste en adular.
No podemos alabar y adular a ningún hombre sin causarle gran daño; los que hacen esto se chasquearán seriamente. (…) El deseo ansioso de impulsar a hombres hacia la atención pública, es evidencia de desviación de Dios y de amistad con el mundo.
La adulación es obra de Satanás.
El Espíritu Santo no adula a ningún hombre.
Es peligroso adular a las personas o ensalzar la capacidad de un ministro de Cristo. (…) Quisiera amonestar a mis hermanos y hermanas a que nunca adulen a las personas por causa de su capacidad, porque esto les perjudicará. (…) Son pocos los que pueden soportar sin perjuicio la alabanza.
El gran pecado que ha estado entrando en las filas de los adventistas del séptimo día es el de exaltar al hombre y colocarlo donde debiera estar Dios.
Los sabios de verdad sólo rinden loores a Dios y nunca se alaban a si mismos.
La gran mayoría de los hombres y las mujeres que profesan conocer la verdad, prefieren recibir mensajes delicados. No quieren que se ponga delante de ellos sus pecados y defectos. Prefieren a los pastores acomodadizos, que no convenzan al presentar la verdad. Prefieren también a los hombres que los adulan, y a su vez ellos alaban al pastor por manifestar tan "buen" espíritu, mientras atacan al fiel siervo de Dios. . .
Cristo nunca aduló a nadie.
Los hombres casi han caído en la costumbre de glorificar y exaltar a otros hombres. Me estremezco cuando observo u oigo esta práctica, porque me han sido revelados no pocos casos en los cuales la vida familiar y la obra interior de los corazones de esos mismos hombres están llenos de egoísmo. Son corruptos, contaminados, viles; y nada que proviene de todas sus realizaciones puede elevarlos delante de Dios, porque todo lo que hacen es una abominación ante su mirada.
El mensaje que Dios le había dado (a Juan Bautista) para que lo proclamase estaba destinado a despertarlos del letargo y a hacerlos temblar por su gran maldad. Antes que pudiese alojarse la semilla del Evangelio, el suelo del corazón debía ser quebrantado. Antes de que tratasen de obtener la santidad de Jesús, debían ser despertados para ver el peligro que les hacían correr las heridas del pecado. Dios no envía mensajeros para que adulen al pecador. No da mensajes para colocar en una seguridad fatal a los que no están santificados. Impone pesadas cargas a la conciencia del que hace el mal, y atraviesa el alma con flechas de convicción. Los ángeles ministradores le presentan los temibles juicios de Dios para ahondar el sentido de su necesidad, e impulsarle a clamar: “¿Qué debo hacer para ser salvo?” Entonces la mano que humilló en el polvo, levanta al penitente.
No se deben tributar ni esperar alabanzas, porque esto tendería a fomentar en los hombres la confianza en sí mismos más bien que a aumentar su humildad; a corromperlos más bien que a purificarlos.
Los que alaban a los hombres son usados como agentes de Satanás…La adulación es una obra de Satanás.
No se deben tributar ni esperar alabanzas, porque esto tendería a fomentar en los hombres la confianza en sí mismos más bien que a aumentar su humildad; a corromperlos más bien que a purificarlos.
Nuestros hermanos se separan ellos mismos de Dios, por el honor que conceden a los seres humanos.