Sean vuestras predicaciones cortas y al punto.
Cuando los sermones son más del doble de largo de lo que debieran, las palabras pierden su fuerza en la mente de los oyentes.
Hay un asunto sobre el cual quisiera advertirles: Al dirigirse a una congregación, no hablen demasiado tiempo;
Lo que se dice durante la primera media hora vale mucho más, si el sermón termina entonces, que las palabras dichas en otra media hora. Se sepulta entonces lo que se ha presentado antes.
Los sermones cortos serán recordados mucho mejor que los largos.
Los discursos largos y las oraciones tediosas son positivamente dañinas para el interés religioso, y no llevan convicción a las conciencias del pueblo.
Evitad los sermones largos. La gente no puede retener la mitad de los discursos que escuchan.