Los murmuradores y los que se quejan a menudo deben quedarse en casa, donde estarán fuera de la tentación…
No tenemos un momento que perder en críticas y acusaciones.
(DIOS) Llamará a cuenta a todos aquellos que ayuden a Satanás en su obra de criticar y desalentar.
Dejemos a Dios la responsabilidad de condenar a las autoridades y a los gobiernos.
No estimuléis las críticas ni las murmuraciones, ni dejéis escapar de vuestros labios una sola queja; recordad que los ángeles las oyen.
Los corazones que no son cristianos pensarán que pueden encontrar grandes errores en otro, cuando no existe ninguno y se ocuparán de pequeñeces hasta que parezcan enormidades. Si deseáis alcanzar la perfección del carácter debéis vigilar el pensamiento y la acción.
Cuando Cristo está en el corazón, éste se ablandará tanto y se someterá de tal manera al amor por Dios y los hombres que las murmuraciones, las críticas y las contiendas dejarán de existir.
No es la oposición del mundo lo que nos hace peligrar más. El mal que los profesos cristianos guardan en su corazón nos expone al más grave de los desastres, y retarda el progreso de la obra de Dios. No hay modo más seguro de debilitar nuestra vida espiritual que el ser envidiosos, sospechar unos de otros y dejarnos llevar por la crítica y la calumnia.
La mayor evidencia de nobleza en un cristiano es el dominio propio. Aquel que puede mantenerse inconmovible en medio de una tormenta de injuria, es uno de los héroes de Dios.
Tendremos que criticarnos a nosotros mismos severamente, y no permitir que quede sin corregir un solo rasgo desfavorable.
Si venís a la reunión con vuestras dudas, vuestras murmuraciones, vuestras disputas, traeréis a los ángeles malos al campamento y llevaréis tinieblas dondequiera que vayáis.
El mayor peligro de la iglesia de Cristo no es la oposición del mundo. Es el mal acariciado en los corazones de los creyentes lo que produce el más grave desastre, y lo que, seguramente, más retardará el progreso de la causa de Dios. No hay forma más segura para destruir la espiritualidad que abrigar envidia, sospecha, crítica o malicia.
Algunas personas parecen pensar que al entrar en la iglesia serán cumplidas sus expectativas, y hallarán solamente personas puras y perfectas. Son celosas en su fe, y cuando ven faltas en los miembros de la iglesia, dicen: "Nosotros abandonamos el mundo para no tener ninguna asociación con individuos malos, pero el mal se halla aquí también"; y preguntan, como los siervos de la parábola: "¿De dónde, pues, tiene cizaña?" Pero no necesitamos chasquearnos así, pues el Señor no nos autoriza a sacar la conclusión de que la iglesia es perfecta; y todo nuestro celo no nos permitirá tener éxito en lograr que la iglesia militante sea tan pura como la iglesia triunfante.
Cuando la verdad mora en el corazón, no hay lugar para criticar.
Algunas mentes están siempre tratando de remodelar el carácter de otros de acuerdo con sus propias ideas y medidas. Dios no les ha dado esta obra para hacer. El yo siempre albergará una alta estima de sí mismo. Cuando los hombres pierden su primer amor, no guardan los mandamientos de Dios, y entonces comienzan a criticarse mutuamente. Este espíritu estará pugnando siempre por imponerse hasta el fin del tiempo. Satanás trata de promoverlo a fin de que los hermanos, en su ignorancia, traten de devorarse el uno al otro. Dios no es glorificado, sino grandemente deshonrado; el Espíritu de Dios es agraviado. Satanás se alegra, porque sabe que si él puede hacer que el hermano vigile al hermano en la iglesia, alguno se sentirá tan descorazonado y desanimado que abandonará su puesto de deber. Esta no es la obra del Espíritu Santo;
Usted puede permitirse buscar faltas, ridiculizar y deformar deliberadamente el carácter de los demás, sólo a expensas del envilecimiento de su propia alma. El uso de tales armas (…) separa al alma de Dios.
(Satanás hablando) Debemos causar distracción y división. Debemos destruir su ansiedad por sus propias almas, e inducirlos a criticar, a juzgar, y a acusar y condenarse mutuamente, a albergar egoísmo y enemistad. Por estos pecados, Dios nos eliminó de su presencia; y todos los que sigan nuestro ejemplo harán frente a una suerte similar.
En todo lo que Cristo decía a sus discípulos, había algo con lo que Judas no estaba de acuerdo en su corazón.
Vi que toda la religión de algunas pobres almas consiste en observar las vestiduras y las acciones de los demás, y censurarlas. A menos que se reformen no habrá lugar para ellas en el cielo, porque hasta criticarían al Señor mismo.
La circunstancias tienen poco que ver con lo que experimenta el alma. El espíritu albergado es lo que da color a todas nuestras acciones. No se puede hacer desdichado al hombre que este en paz con Dios y sus semejantes. No habrá envidia en su corazón; no hallarán allí cabida las malas sospechas; no podrá existir odio en él. El corazón que está en armonía con Dios se eleva por encima de las molestias y pruebas de esta vida. Pero el corazón que no conoce la paz de Cristo, se siente desgraciado, lleno de descontento; la persona ve defectos en todo y pondría discordia aun en la música celestial.
Ahora, por amor a Cristo, evite las duras condenaciones que dirige a los demás, pues eso demuestra que Ud. no posee la semejanza de Cristo, sino otro espíritu.
Me he dado cuenta de que los que son celosos en destruir, nada hacen para poner las cosas en el orden debido.
Me gustaría que tuviéramos mucho más del Espíritu de Cristo, mucho menos del yo y menos de opiniones humanas. Si nos equivocamos, permitamos que sea del lado de la misericordia más bien que del lado de la condenación y del proceder duro.
El amor cristiano es lento en censurar, presto para discernir el arrepentimiento, listo para perdonar, para estimular, para afirmar al errante en la senda de la santidad, para corroborar sus pies en ella.
Que los que condenan a los demás se consideren a sí mismos, no sea que terminen siendo condenados por Dios a causa de su fariseísmo.
Con un espíritu de crítica y acusación… estáis imitando el ejemplo de Satanás.
Autoeduquémonos para alabar lo que hay de bueno cuando otros critican. Los murmuradores siempre encontrarán defectos, pero no nos sintamos entristecidos por el elemento acusador.
Espero que me hagan ataques hasta que venga Cristo. (…) Cada palabra que escribo es criticada.
Si comprendemos la longanimidad de Dios para con nosotros, nunca juzgaremos ni acusaremos a nadie.
En todo movimiento religioso hay quienes, si bien no pueden negar que la causa es de Dios, se mantienen apartados y se niegan a hacer esfuerzo alguno para ayudar. Convendría a los tales recordar lo anotado en el cielo en el libro donde no hay omisiones ni errores, y por el cual seremos juzgados. Allí se registra toda oportunidad de servir a Dios que no se aprovechó; y allí también se recuerda para siempre todo acto de fe y amor.
Los cristianos son probados, no sólo por la ira, el desprecio y la crueldad de sus enemigos, sino por la indolencia, inconsecuencia, tibieza y traición de los que se dicen sus amigos y ayudadores.
Dios nos hará responsables hasta de una sola palabra despectiva hacia un alma por la cual Cristo dio su vida. (…) las acusaciones son armas del diablo.
Cuando alguien que profesa servir a Dios perjudica a un hermano suyo, calumnia el carácter de Dios ante ese hermano, y para reconciliarse con Dios debe confesar el daño causado y reconocer su pecado. Puede ser que nuestro hermano nos haya causado un perjuicio aún más grave que el que nosotros le produjimos, pero esto no disminuye nuestra responsabilidad. Si cuando nos presentamos ante Dios recordamos que otra persona tiene algo contra nosotros, debemos dejar nuestra ofrenda de oración, gratitud o buena voluntad, e ir al hermano con quien discrepamos y confesar humildemente nuestro pecado y pedir perdón. Si hemos defraudado o perjudicado en algo a nuestro hermano, debemos repararlo. Si hemos dado falso testimonio sin saberlo, si hemos repetido equivocadamente sus palabras, si hemos afectado su influencia de cualquier manera que sea, debemos ir a las personas con quienes hemos hablado de él, y retractarnos de todos nuestros dichos perjudiciales.
Tendremos que criticarnos a nosotros mismos severamente, y no permitir que quede sin corregir un solo rasgo desfavorable.
Cuando los hombres abandonan su primer amor, dejan de guardar los mandatos de Dios, y comienzan a criticarse unos a otros.
El hombre verdaderamente convertido, no siente inclinación a pensar o hablar de las faltas de los demás.... Solamente entrarán en el cielo, aquellos que hayan vencido la tentación de pensar o hablar mal.
Cuando se vea tentado a hablar palabras de crítica, empiece a cantar, "Alabadle, fiel Salvador compasivo".
Mientras menos critiquemos a otros, mayor será la influencia que tendremos sobre ellos para el bien.
Cuando hablamos de los defectos de los demás nos transformamos a la imagen de ellos. Por el contrario, mirando a Jesús, hablando de su amor y de la perfección de su carácter, nos transformarnos a su imagen.
El amor de Cristo concibe de la manera más favorable los motivos y los actos de los otros. No expone innecesariamente sus faltas; no escucha ansiosamente los informes desfavorables, sino que trata más bien de recordar las buenas cualidades de los otros.
Aun los que desean ver prosperar la obra de Dios debilitan las manos de sus siervos oyendo, difundiendo y creyendo a medias las calumnias, jactancias y amenazas de sus adversarios. Satanás obra con éxito asombroso mediante sus agentes;”
Satanás es "el acusador de nuestros hermanos," y es su espíritu el que inspira a los hombres a acechar los errores y defectos del pueblo de Dios, y a darles publicidad, mientras que no se hace mención alguna de las buenas acciones de este mismo pueblo.
Lanzar insinuaciones encubiertas (es) apuñalar el carácter en medio de la oscuridad.
Dejad de ocuparos de las faltas ajenas. Mantened la lengua santificada para Dios. Refrenaos de decir alguna cosa que pudiera menoscabar la influencia de otro. Al complaceros en esas palabras de crítica, blasfemáis el santo nombre de Dios tan ciertamente como si pronunciarais juramentos... Necesitamos especialmente precavernos de que nuestra lengua no esté consagrada a Satanás. La lengua que Dios ha dado debe ser usada para glorificarlo con el habla. A menos que hagamos esto, directamente seremos un obstáculo para la obra de Dios en este mundo, y con toda seguridad los castigos del cielo caerán sobre nosotros
Harán circular falsos informes, y algunos quedarán atrapados en esta trampa. Creerán estos rumores y a su vez los repetirán formando así un vínculo que los ligue con el gran engañador.
Debéis ser muy cuidadosos de cómo lleváis informes. Con frecuencia, lo que decís a otros, aunque os parezca que es verdad, es en realidad una declaración falsa. De esa manera se llegan a conclusiones falsas. Se teje hilo tras hilo de tergiversación en la tela, hasta que el diseño queda dañado. Oh, ¡cuántos corazones son heridos y lastimados debido a las declaraciones pronunciadas por aquéllos que no saben si lo que informan es verdad! ¡Cuánto dolor causa la manipulación cruel de una reputación!
Vi que es más fácil para algunos observar ara luego quejarse y hallar faltas, que sugerir o indicar una mejor alternativa.
Dejemos de cebarnos en las faltas de los demás. Es algo peor que el canibalismo.
Satanás (…) está constantemente implantando sugestiones en la mente de los hijos de Dios. Conduce a algunos de una manera y a otros de otra, valiéndose siempre de los malos rasgos que hay en el carácter de los hermanos y las hermanas, y excitando sus tendencias naturales al mal.