El hombre envidioso cierra los ojos para no ver las buenas cualidades y nobles acciones de los demás. (…)
Puesto que el envidiar a una persona es admitir que ella es superior, el orgullo no permitirá ninguna concesión. (…)
El envidioso difunde veneno dondequiera que vaya, enajenando amigos, y levantando odio y rebelión contra Dios y los hombres. Trata de que se le considere el mejor y el mayor, no mediante esfuerzos heroicos y abnegados para alcanzar el blanco de la excelencia él mismo, sino permaneciendo donde está, y disminuyendo el mérito de los esfuerzos ajenos.