Oímos mucho acerca de la fe, pero necesitamos oír mucho acerca de las obras.
El camino de la presunción está situado junto a la senda de la fe.
El camino de la fe está justo al lado del camino de la presunción.
Los que desean dudar tendrán bastante oportunidad de hacerlo, Dios no se propone suprimir todo motivo de incredulidad.
Los que deseen dudar, podrán hallar oportunidad para ello; los que deseen creer, tendrán bastantes evidencias en que basar su fe.
Si nos falta fe en el punto en que nos encontramos cuando se presentan las dificultades, nos faltará la fe dondequiera que estemos. Lo que necesitamos es fe en Dios. Cuando miramos el lado oscuro de las cosas, perdemos nuestro punto de apoyo en Dios.
No os acongojéis. Mirando las apariencias, quejándoos cuando se presentan dificultades, dais prueba de una fe débil y enfermiza.
Para que la fe de un hombre sea fuerte debe permanecer mucho tiempo con Dios, en oración secreta.
La fe aumentará sí, cuando se halla en conflicto con dudas y obstáculos, los vence.
Cualquiera sea vuestra posición, no dependáis de los hombres, ni hagáis de la carne vuestro brazo.
La fe en la verdad únicamente, no nos salvará. Tendremos que ser semejantes a Cristo si queremos verlo un día tal como él es.
Todos, ancianos y jóvenes, padres e hijos, deben manifestar su fe por medio de sus obras. La fe se perfecciona en las obras.
La fe no es sentimiento. "Es pues la le la sustancia de las cosas que se esperan, la demostración de las cosas que no se ven." La verdadera fe no va en ningún sentido aliada a la presunción. Únicamente aquel que tiene verdadera fe está seguro contra la presunción, porque la presunción es la falsificación de la fe por Satanás. La fe se aferra a las promesas de Dios, y produce fruto en obediencia. La presunción se atiene también a las promesas, pero las emplea como las empleó Satanás, para disculpar la trasgresión. La fe habría inducido a nuestros primeros padres a confiar en el amor de Dios y obedecer sus mandamientos. La presunción los indujo a violar su ley, creyendo que su gran amor los salvaría de las consecuencias de su pecado.
No es fe hablar de imposibilidades.
La verdadera fe, mientras confía plenamente en Cristo para la salvación, conducirá a una perfecta conformidad con la ley de Dios. La fe se manifiesta por las obras.
El que no tiene suficiente fe en Cristo para creer que él puede librarlo del pecado, no tiene la fe que le dará entrada en el reino de Dios…
Muchos no tienen fe en Dios y han perdido la confianza en el hombre. Pero aprecian actos de simpatía y de ayuda. Al ver a una persona que viene a su hogar no motivada por la alabanza terrenal o la compensación, y que ministra al enfermo, alimenta al hambriento, viste al desnudo, consuela al triste y les señala a todos a Aquel de cuyo amor y piedad el obrero humano es solamente un mensajero, cuando ven esto sus corazones son tocados. Brota gratitud, se enciende la fe. Ven que Dios tiene cuidado por ellos, y cuando la Palabra es abierta están preparados para escuchar.
Pero la fe no va en ningún sentido unida a la presunción. Sólo el que tenga verdadera fe se halla seguro contra la presunción. Porque la presunción es la falsificación satánica de la fe. La fe se aferra a las promesas de Dios, y produce la obediencia. La presunción también se aferra a las promesas, pero las usa como Satanás, para disculpar la trasgresión. La fe habría inducido a nuestros primeros padres a confiar en el amor de Dios, y a obedecer sus mandamientos. La presunción los indujo a transgredir su ley, creyendo que su gran amor los salvaría de las consecuencias de su pecado. No es fe lo que reclama el favor del Cielo sin cumplir las condiciones bajo las cuales se concede una merced. La fe verdadera tiene su fundamento en las promesas y provisiones de las Escrituras.
No podemos depender de la humanidad para obtener consejos. El Señor nos enseñará nuestro deber tan voluntariamente como a alguna otra persona. Si acudimos a él con fe, nos dirá sus misterios a nosotros personalmente. (…) Los que decidan no hacer, en ningún ramo, algo que desagrade a Dios, sabrán, después de presentarle su caso, exactamente qué conducta seguir. Y recibirán no solamente sabiduría, sino fuerza. Se les impartirá poder para obedecer, para servir, según lo prometió Cristo.
El oro es la fe y el amor.
Todo fracaso de los hijos de Dios se debe a la falta de fe.
La fe genuina obra por amor, y purifica el alma. Hay una fe que tiene poder para purificar la vida de pecado. Los demonios creen que Jesús vino como redentor del mundo, que llevó a cabo milagros maravillosos, que era uno con el Padre, que murió una muerte indigna para salvar la raza caída. Los demonios creen que resucitó de los muertos, que ascendió a los cielos, y se sentó a la derecha del Padre. Los demonios creen que Él vuelve otra vez, y que pronto, con gran poder y gloria, y que pronto, se vengará de ellos que no conocen a Dios y no obedecen el evangelio. Ellos creen en todo lo que está escrito en el Antiguo y Nuevo testamento. Pero podrá esta fe salvar a los demonios de las tinieblas? Ellos no tienen la fe que obra por el amor y que purifica el alma. Esa fe, y solo esa, la que purifica el templo del alma, es fe genuina.
Dios probará, hasta el límite, la fe y el valor de aquellos a los que ha asignado responsabilidades en su obra. Las apariencias serán a menudo prohibitivas. Aunque Dios ha dado pruebas seguras de su ayuda, la fe casi decaerá. “Así dice el Señor” debe ser nuestra firme confianza, independiente de los razonamientos humanos, o las imposibilidades aparentes.
Se debe enseñar sobre la fe, la fe que salva: La definición de esta fe en Jesucristo se puede describir en pocas palabras: Es el acto del alma mediante el cual la persona completa se entrega al cuidado y control de Jesucristo.