En la iglesia ocurrirán divisiones. Se formarán dos grupos. El trigo y la cizaña crecerán juntos hasta el momento de la cosecha.
El Señor viene pronto. En cada iglesia debe haber un proceso de purificación y zarandeo, porque entre nosotros hay hombres impíos que no aman la verdad ni honran a Dios.
Mientras el Señor trae dentro de su iglesia a los que están verdaderamente convertidos, al mismo tiempo Satanás trae a personas que no están convertidas. Mientras Cristo siembra la buena semilla, Satanás siembra la cizaña. Hay dos influencias opuestas que obran continuamente en los miembros de la iglesia. Una influencia obra la purificación de la iglesia, y la otra, la corrupción del pueblo de Dios...
A un lado de la línea se encuentra el seguidor de Jesucristo que se niega a sí mismo, al otro, los complacientes amadores del mundo, preocupándose de la moda, transigiendo con la frivolidad y alimentándose de placeres prohibidos. El cristiano no puede cruzar esa línea. No hay lugar allí para él.
El pueblo de Dios huira de las ciudades y de los pueblos y se unirá en grupos para vivir en los lugares mas desiertos y solitarios.
Algunos se regocijan de que tienen los dones que otros no tienen. Dios quiera librar a su pueblo de tales dones. ¿Que hacen estos dones por ellos? ¿Se unen en la fe por el ejercicio de estos dones? ¿Y convencen acaso al incrédulo de que Dios está en verdad con ellos? Cuando estos seres discordantes, que sostienen sus diferentes opiniones, se reúnen y manifiestan considerable excitación y se expresan en lengua desconocida, dejan brillar de tal manera su luz que los incrédulos dirían: "Esta gente no es cuerda; está arrebatada por una falsa excitación, y sabemos que no tiene la verdad." Los tales estorban directamente el camino de los pecadores; su influencia tiende a impedir a otros que acepten el sábado. Los tales serán recompensados según sus obras. ¡Ojalá que se reformen o renuncien al sábado! En tal caso no estorbarían el camino de los incrédulos.
No debemos seguir a la mayoría, porque si lo hacemos no veremos el cielo.
Siempre ha habido dos clases entre los que profesan ser seguidores de Cristo. Mientras una clase estudia la vida del Salvador y trata fervorosamente de corregir sus defectos y conformarse al Modelo, otra descarta las verdades claras y prácticas que exponen sus errores.
“Vi a los santos,” escribe la Hna. White, “abandonar las ciudades y los pueblos juntarse en grupos para vivir en los lugares más apartados. Los ángeles los proveían de comida y agua, mientras los impíos sufrían de hambre y sed. Vi después que los magnates de la tierra consultaban entre si, y Satanás y sus ángeles estaban atareados en torno de ellos. Vi un edicto del que se repartieron ejemplares por distintas partes de la tierra, el cual ordenaba que si dentro de determinado plazo no renunciaban los santos a su fe peculiar y prescindían del Sábado para observar el primer día de la semana, que dieran a la gente libertad para matarlos. Pero en aquella hora de prueba estaban los santos tranquilos y serenos, esperando en Dios y apoyados en su promesa de que se les abriría un camino de salvación. En algunos puntos los malvados se precipitaron contra los santos para matarlos antes de que venciese el plazo señalado en el edicto; pero ángeles en la persona de guerreros pelearon por ellos. Satanás quería tener el privilegio de exterminar a los santos del Altísimo; pero Jesús ordenó a sus ángeles que velaran por ellos. Dios tendría a honra hacer un pacto con quienes habían guardado su ley a la vista de los paganos circundantes; y Jesús recibiría honra al trasladar sin que vieran la muerte a los fieles expectantes que durante tanto tiempo habían aguardado."