El mayor pecado que podemos albergar es el pecado de la incredulidad.
No es fe hablar de imposibilidades.
El que no tiene suficiente fe en Cristo para creer que él puede librarlo del pecado, no tiene la fe que le dará entrada en el reino de Dios…
Satanás se regocija cuando puede inducir a los hijos de Dios a la incredulidad y al desaliento. Se deleita cuando nos ve desconfiar de Dios…
Cuando parece que dudamos del amor de Dios y desconfiamos de sus promesas, le deshonramos y entristecemos al Espíritu Santo.
Disfrazada como pueda estar, la causa real para la duda y el escepticismo, en la mayoría de los casos, es el amor al pecado.