Los que usan pulseras y ornamentos de oro harían mejor en quitarse esos ídolos de sus personas y venderlos, aunque sea por menos de lo que han pagado por ellos, y así practicar la abnegación. El tiempo es demasiado corto para adornar el cuerpo con oro o plata o ropas costosas. Sé que puede hacerse una buena obra en este respecto. Jesús, el Comandante de las cortes del cielo, dejó a un lado su corona de realeza y su manto regio, y descendió de su trono de monarca; y revistió su divinidad con las vestimentas de la humanidad, y por nuestra causa llegó a ser pobre, a fin de que por su pobreza nosotros llegáramos a poseer riquezas eternas.
No debiera gastarse un centavo en un anillo de oro para testificar de que estamos casados.