La estima propia, o autoestima, ha sido reconocido por la psicología como un derecho de toda persona. El concepto podría definirse en el siguiente axioma:
“Todo ser humano, sin excepción, por el mero hecho de serlo, es digno del respeto
incondicional de los demás y de sí mismo; merece estimarse a sí mismo y que se le estime.”
Al igual que todo ser humano, el cristiano puede vivir con la autoestima elevada, equilibrada y baja. La diferencia entre el cristiano y el que no lo es, es que el primero debiera tener claro que una correcta comprensión del evangelio sólo nos puede llevar a vivir con una estima equilibrada.
El evangelio eleva la autoestima baja porque nos reconoce como criaturas de Dios (Gen.1:26,27) y además, Dios paga un rescate por nosotros (Jn.3:16). Y el mismo evangelio nos coloca en el sitio si la autoestima es elevada. Actúa como un re-equilibrador emocional. Cualquier desequilibrio de la estima personal puede ser corregido por Dios. Uno de esos desequilibrios se manifiesta cuando se hace acepción de personas, cosa que Dios nunca hace (Rom.2:11), y que la Biblia dice es “injusticia” (Col.3:25), y “pecado” (Stg.2:9). De hecho, haceracepción de personas es transgredir el mandamiento “Amarás a tu prójimo como a ti mismo.” (Mt.22:39), por no considerar que los demás están en el mismo plano que uno mismo. Los cristianos que viven con la autoestima desequilibrada suelen ser los más propensos a criticar a los demás. Quienes tienen la autoestima elevada, critican para mantener a los demás por debajo de ellos. (Como los fariseos) Quienes viven con autoestima baja, critican para colocar a los demás a su altura y sentir alivio en medio de su ansiedad. Tanto unos como los otros, tienden a hablar mucho para llamar la atención. Los primeros quiere mostrar cuan importantes son; los segundos quieren atención para sentirse más valorados. Desgraciadamente, en algunas ocasiones en nuestra iglesia se manifiestan síntomas que muestran desequilibrio de estima propia. Los pastores y ancianos pueden caer en el error de creerse que están en una categoría superior a los demás por el cargo que ocupan, cuando “el cargo no engrandece a un hombre ni en una jota ni en una tilde.” (Testimonios para Ministros, 362)
Los pastores tampoco deben creerse por encima de los demás por la formación teológica que han recibido. Aún entre ellos mismos, pueden darse síntomas de autoestima elevada por el simple hecho de poseer un máster o doctorado cuando otro no lo tiene. Esa autoestima elevada es la que se manifestaron los dirigentes de Israel cuando dijeron a un simple miembro de iglesia: “¿Tú nos enseñas a nosotros?” (Jn.9:34) El que había sido ciego les estaba testificando del mismo Hijo de Dios, pero como no había estudiado teología pensaron que no tenían nada que aprender de él, “Y lo expulsaron”. De entre todas las personas con las que Jesús se relacionó, a los que más tuvo que reprender Jesús fueron los que tenían una estima propia demasiado elevada. (Los teólogos y dirigentes de la época). Los siguientes calificativos que el Hijo de Dios es una muestra de lo que puede llegar a convertirse una persona con una autoestima elevada: 1) Malpensados (Mt.9:2), 2) Desobedientes (Mt.15:3; Jn.7:19), 3) Ignorantes (Mt.22:29), 4) Vanidosos (Mt.23:5,6), 5) Orgullosos (Mt.23:10-12), 6) Ciegos (Mt.23:16), 7) Hipócritas (Mt.23:27), 8) Irascibles (Lc.6:11), 9) Incrédulos (Jn.7:48), y 10) Perseguidores (Mr.14:1)
Hoy sigue habiendo teólogos y pastores que no admiten que personas del pueblo (como Jesús) puedan enseñarles algo. “El orgullo por la posición que se ocupa constituye un mal profundamente arraigado que ha arruinado a miles de personas.” (Mensajes Selectos, Tomo 2, 210) Y cuando eso ocurre, Dios pasa a la acción. “Cuando los hombres se ensalzan a sí mismos (…) el Señor los pone a un lado.” (DTG, 404) Dios sólo usará en el tiempo del fin miembros y pastores humildes con autoestima equilibrada. Todos los que no quieran reconocer sus errores y pecados quedarán fuera del plan de Dios. Como siempre, Jesús es en esto nuestro ejemplo. El siempre vivió con la autoestima equilibrada, a pesar de los continuos ataques que recibía. Su constante relación con el Padre lo mantenía inalterable. “En el corazón de Cristo, donde reinaba perfecta armonía con Dios,
había perfecta paz. Nunca lo halagaban los aplausos, ni lo deprimían las censuras o el chasco. En medio de la oposición o el trato más cruel, seguía de buen ánimo.” (DTG, 297) Se le quiso humillar por no haber pasado por la escuela de teología cuando se dijo: “Este gente que no sabe la ley es maldita.” (Jn.7:49), y cuando se le preguntó “¿Con qué autoridad haces
estas cosas?” (Lc.20:2). Se le recriminó por NO hacer acepción de personas, y relacionarse con personas que los dirigentes religiosos tenían como inferiores. Pero “Dios no reconoce distinción por causa de nacionalidad, raza o casta.” (PR, 274) “Las castas son algo aborrecible para Dios.” (DTG, 370) Por eso, Jesús vino a echar por tierra la idea de las castas sociales y religiosas. El apóstol Pablo lo resumió muy bien cuando escribió: “Todos vosotros sois uno enCristo.” (Gal.3:28). Por lo tanto machismo, feminismo, clasismo y nacionalismo son sinónimos de desequilibrio de la autoestima.
Dios quiere una iglesia llena de cristianos con autoestima equilibrada, y que escojan la abnegación de Cristo para servir a los demás. Sólo así tendremos iglesias vivas y misioneras donde podamos evitar todos los problemas que surgen cuando no tenemos la estima propia que Dios quiere para todos.
Juan Torrontegui