Los que profesan la verdad pisotean la voluntad de Dios al casarse con incrédulos; pierden su favor y hacen obras amargas, de las que habrán de arrepentirse. La persona incrédula puede poseer un excelente carácter moral; pero el hecho de que no haya respondido a las exigencias de Dios y haya descuidado una salvación tan grande, es razón suficiente para que no se verifique una unión tal.
Dios prohibió estrictamente que su antiguo pueblo formase alianzas matrimoniales con otras naciones. Se razona ahora que esta prohibición tenía por objeto evitar que los hebreos se casasen con idólatras y se relacionasen con familias paganas. Pero los paganos estaban en una condición más favorable que los impenitentes de esta época quienes, teniendo la luz de la verdad, se niegan, sin embargo, con persistencia, a aceptarla. El pecador moderno es mucho más culpable que los paganos, porque la luz del Evangelio resplandece claramente en derredor de él. Viola su conciencia y es deliberadamente enemigo de Dios.
Para comprender lo que es en verdad el matrimonio, se requiere toda una vida.
Que no se formen lazos no santificados entre los hijos de Dios y los amigos del mundo. Que no haya casamientos entre creyentes y no creyentes. Que el pueblo de Dios tome una posición firme por la verdad y la justicia.
El matrimonio entre creyentes e incrédulos está prohibido por Dios. Pero, muy a menudo, el corazón inconverso sigue sus propios deseos y así se forman matrimonios que no han sido aprobados por Dios. A causa de esto, muchos hombres y mujeres están en el mundo sin esperanza y sin Dios. Sus nobles aspiraciones se han muerto; están presos en la red satánica por una cadena de circunstancias. Unirse con un incrédulo es colocarse en el terreno de Satanás.
Aunque el compañero de su elección fuese digno en todos los demás aspectos (y me consta que no lo es), no ha aceptado la verdad para este tiempo; es incrédulo, y el Cielo le prohíbe unirse a él. Usted no puede, sin peligro para su alma, despreciar esta recomendación divina... Unirse con un incrédulo es colocarse en el terreno de Satanás. Usted agravia al Espíritu de Dios y pierde el derecho a su protección. ¿Puede incurrir en tales desventajas mientras pelea la batalla por la vida eterna? Tal vez usted diga: "Pero yo he dado mi promesa, ¿debo retractarme?" Le contesto: Si usted ha hecho una promesa contraria a las Sagradas Escrituras, por lo que más quiera, retráctese sin dilación, y con humildad delante de Dios arrepiéntase de la infatuación que la indujo a hacer una promesa tan temeraria. Es mucho mejor retirar una promesa tal, en el temor de Dios, que cumplirla y por ello deshonrar a su Hacedor.
Su casamiento fue un engaño satánico. No obstante, ella ahora debe tratar de hacer lo mejor posible; tratar a su marido con ternura para hacerlo tan feliz como le sea posible, sin violar su conciencia, pues si él continúa en su rebeldía, este mundo será el único cielo que podrá conocer. Pero privarse de asistir a reuniones con el fin de gratificar a un esposo altanero y poseído del espíritu del dragón, no es actuar en armonía con la voluntad de Dios.
Como mujeres, debemos recordar que el Señor nos ha creado sujetas a nuestro marido. El es la cabeza. Nuestro juicio, nuestra manera de ver las cosas y nuestras razones deben concordar con la de él hasta donde sea posible. En caso de que no fuera posible, la Palabra de Dios da preferencia al marido, siempre que no se trate de un asunto de conciencia. Debemos someternos a la cabeza. –
Aunque la esposa no sea creyente y se oponga a la fe de su compañero, según la ley de Dios, el esposo no debe dejarla por esa razón. Para mantenerse en armonía con la ley de Jehová, debe seguir viviendo con ella, a menos que ella misma, por su propia decisión, sea la que decida irse de la casa.
No debiera gastarse un centavo en un anillo de oro para testificar que somos casados.
Se me mostraron algunas cosas con respecto a mi marido y a mí misma. Vi que Satanás estaba perseverando en sus esfuerzos en destruir nuestra utilidad. Vi que ninguno de los dos entendíamos la profundidad y la intensidad de las pruebas del corazón del otro. Cada corazón era especialmente sensible; por lo tanto, cada uno debía ser especialmente cuidadoso en no transmitir al otro una sombra de tristeza o de prueba. Vendrán pruebas que no se desean, pero fortalecidos por el amor del uno por el otro, simpatizando profundamente por el otro, unidos en la obra de Dios, podrán permanecer noblemente, unidos fielmente, y cada prueba obrará para bien si se soporta bien.