Cuando un hombre muere, su influencia no muere con él; sino que vive y se reproduce. La influencia, del hombre que fue bueno y puro y santo vive después de su muerte, como el fulgor del sol poniente, proyectando sus glorias a través del cielo, iluminando los picos de las montañas mucho tiempo después que el sol se ha hundido detrás de la colina. Así las obras del hombre puro y santo y bueno reflejan su luz cuando él ya no vive para hablar y actuar en persona. Sus obras, sus palabras, su ejemplo vivirán para siempre. "En memoria eterna será el justo".