Orden

El pecado es desorganizador. Dondequiera que se lo fomente: en el corazón del individuo, en la familia, en la iglesia, habrá desorden, luchas, desacuerdos, enemistad, envidia y celos, porque el enemigo del hombre y de Dios ejerce su dominio sobre la mente.

Carta 55, 8 diciembre 1886