La vida de Pablo fue una ejemplificación de las verdades que enseñaba: en eso estribaba su poder.
La paz celestial manifestada en el rostro de Pablo ganó a muchas personas para el evangelio.
Siempre había de llevar en su cuerpo las señales de la gloria de Cristo, en sus ojos, que fueron enceguecidos por la luz celestial, y deseaba llevar con él constantemente la seguridad de la gracia sostenedora del Señor.
Pablo llevaba consigo durante su vida en la tierra la misma atmósfera del cielo. Todos los que se relacionaban con él experimentaban la influencia de su contacto con Cristo y su comunión con los ángeles. En esto reside el poder de la verdad. La influencia espontánea e inconsciente de una vida santa es el sermón más convincente que se puede predicar en favor del cristianismo. Los argumentos, aunque sean incontestables, pueden provocar sólo oposición; pero un ejemplo piadoso tiene un poder que es imposible resistir del todo.
Ningún hombre alguna vez ha vivido y ha tenido más constancia, energía y ha sido un discípulo con espíritu de sacrifico como el de Pablo.
La vida del apóstol Pablo era un constante conflicto consigo mismo...Su voluntad y sus deseos estaban en conflicto diario con su deber y con la voluntad de Dios.