A nadie capaz de trabajar se le debe enseñar a esperar que recibirá comida, ropa y vivienda de balde. Para su propio bien, como para el de los demás, hay que idear algún medio que le permita devolver el equivalente de lo que recibe.
En cada asociación debe crearse un fondo para prestar dinero a los estudiantes pobres, pero dignos, que deseen dedicarse a la obra misionera. Hasta en algunos casos, los tales estudiantes deben recibir donaciones. Cuando se abrió por primera vez el colegio de Battle Creek, se creó en la oficina de la Review and Herald un fondo para beneficio de los que deseaban obtener una educación, pero que no tenían recursos. Fue usado por varios estudiantes hasta que pudieron iniciarse bien; luego, de lo que ganaban, reponían lo que habían sacado, a fin de que otros pudieran ser beneficiados por el fondo. Debiera hacerse ahora alguna provisión para mantener un fondo de donde prestar a estudiantes pobres, pero dignos, que desean prepararse para la obra misionera. Debiera explicarse claramente a los jóvenes que, hasta donde les sea posible, deben trabajar para sufragar sus gastos y así sostenerse en parte. Lo que cuesta poco se aprecia poco, pero lo que cuesta un precio aproximado a su valor real será estimado proporcionalmente.
Muchos, muchísimos no han aprendido a mantener sus gastos dentro de los límites de sus entradas. No aprenden a adaptarse a las circunstancias, y piden prestado una vez tras otra, y en esa forma quedan agobiados por las deudas, y en consecuencia se desaniman y descorazonan. Muchos no se acuerdan de la causa de Dios, y gastan descuidadamente dinero en diversiones en los días feriados, en vestidos y necedades, y cuando se hace un pedido para promover la obra en el país y en las misiones extranjeras, no tienen nada para dar, y hasta han gastado más de lo que tenían. Así roban a Dios en los diezmos y ofrendas, y por medio de su complacencia egoísta exponen el alma a las fieras tentaciones y caen en las trampas de Satanás. Deberíamos estar alerta y no permitirnos gastar dinero en cosas innecesarias que sirven tan sólo como objetos de ostentación. No deberíamos permitirnos tampoco complacer los gustos que nos llevan a seguir las costumbres del mundo y a robar a la tesorería del Señor.
Podéis dar a los pobres y hacerles daño, porque les enseñáis a depender de otros. Más bien, enseñadles a sostenerse a sí mismos. Esta será verdadera ayuda. El Señor no requiere que los laboriosos sostengan a los que no son diligentes. Hay un desperdicio del tiempo, una falta de esfuerzo, que originan la pobreza y la necesidad. Si estas faltas no son advertidas y corregidas por los que las practican, todo lo que se pueda hacer en su favor es como poner un tesoro en una canasta con agujeros. Pero hay una pobreza inevitable y hemos de manifestar ternura y compasión a los infortunados.