Podemos escudriñar siempre, averiguar de continuo, aprender constantemente, y, sin embargo, quedará por delante lo infinito.
La educación comenzada aquí no se completará en el curso de esta vida; proseguirá a través de la eternidad, siempre progresando, nunca completándose.
La verdad de Dios es progresiva; va siempre en aumento, de fortaleza en fortaleza aún mayor, y hacia una luz mayor. (...) Ha habido una gran pérdida debido a que nuestros pastores y nuestro pueblo han llegado a la conclusión de que ya hemos recibido toda la verdad que nos era esencial como pueblo; pero una conclusión tal es errónea, y armoniza con los engaños de Satanás, ya que la verdad se estará desplegando constantemente.
No podemos pensar: "Poseemos toda la verdad, comprendemos los pilares principales de nuestra fe, y por lo tanto podemos descansar en nuestro conocimiento". La verdad es una verdad en progreso, y debemos andar en la luz que cada vez aumenta más.
Tenemos solamente las vislumbres de los rayos de luz que aún quedan por venir.
Pero Dios no dará luz divina al hombre mientras éste se halle contento con permanecer en tinieblas.
Las almas que buscan fervientemente la luz y aceptan con regocijo cada rayo luminoso proveniente de su santa palabra, son las únicas a quienes se les concederá luz. Será a través de estas almas como Dios revelará la luz y el poder que alumbrarán toda la tierra con su gloria.
Se me ha hecho la pregunta: ¿Cree Ud. ¿Que el Señor tiene más luz para nosotros como pueblo? (…) Tenemos tan solo las vislumbres de los rayos de la luz que todavía ha de venir a nosotros.
Nunca llegaremos a un período cuando no haya mayor luz para nosotros.
La verdad estará continuamente desarrollándose, se irá expandiendo y desenvolviendo, porque es divina como su Autor.
Los hombres deben estar siempre buscando, siempre aprendiendo; y sin embargo hay una infinidad más allá.
No importa cuán lejos podamos avanzar en el conocimiento de la sabiduría y el poder de Dios, siempre queda un infinito más allá.
La Reforma no terminó con Lutero, como algunos suponen. Debe continuar hasta el fin de la historia del mundo. El reformador tenía una gran obra que hacer al reflejar sobre los demás la luz que Dios había permitido que resplandeciera sobre él; pero no recibió toda la luz que se debía dar al mundo.
Dios se propone que, aun en esta vida, la verdad se revele de continuo a su pueblo.
La actitud actual de la iglesia no agrada a Dios. Se ha apoderado de ella una confianza propia que ha inducido a sus miembros a no sentir necesidad alguna de más verdad y mayor luz. Estamos viviendo en un tiempo en que Satanás trabaja a diestra y siniestra, delante y detrás de nosotros; y sin embargo, como pueblo, estamos durmiendo. Dios quiere que se oiga una voz que despierte a su pueblo y lo incite a obrar.
El verdadero cristianismo es una religión de progreso.
Jesús considerado como hombre era perfecto, y sin embargo, crecía en gracia. "Y Jesús crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres" (Luc. 2: 52). Aun el cristiano más perfecto puede crecer continuamente en el conocimiento y en el amor de Dios. . .
En la tierra renovada (…) surgirán (…) nuevas verdades que comprender.
Puesto que Dios es infinito, y en él se encuentran todos los tesoros de la sabiduría, podremos continuar investigando durante toda la eternidad, aprendiendo siempre, sin agotar jamás las riquezas de su sabiduría, su bondad o su poder.
Cuando decae la verdadera vida espiritual se tiende siempre a dejar de progresar en el conocimiento de la verdad. Los hombres se satisfacen con la luz ya recibida, y rechazan cualquier otra investigación de las Escrituras. Se vuelven conservadores y tratan de evitar la discusión.
Uno de los planes divinos para el crecimiento consiste en compartir. El cristiano debe ganar fortaleza fortaleciendo a otros.
Los hijos de Dios han de progresar en su semejanza a Cristo, nuestro modelo.
Una vida monótona no es lo que conduce al crecimiento espiritual. Algunos pueden llegar al más alto nivel de espiritualidad solamente mediante la ruptura del orden regular de las cosas…
Cuando los redimidos de Dios sean llamados al cielo, no dejarán tras ellos el progreso que lograron en esta vida al contemplar a Cristo. Continuarán aprendiendo más y aun más acerca de Dios.
Hay muchos misterios en la Palabra de Dios que no comprendemos, y muchos nos contentamos deteniendo nuestra investigación cuando tan solo hemos comenzado a recibir algo de conocimiento concerniente a Cristo. Cuando comienzan a desplegarse un poco ante la mente los propósitos divinos y comenzamos a obtener un leve conocimiento del carácter de Dios, quedamos satisfechos y pensamos que hemos recibido casi toda la luz que hay para nosotros en la palabra de Dios. Pero la verdad de Dios es infinita…
En cada época hay un nuevo desarrollo de la verdad, un mensaje de Dios al pueblo de esa generación.
Siempre se revelará nueva luz de la Palabra de Dios a aquel que mantiene una relación viva con el Sol de Justicia. Nadie llegue a la conclusión de que no hay más verdad para ser revelada.
No hay límite para el avance espiritual…
Siempre se revelará nueva luz de la Palabra de Dios a aquel que mantiene una relación viva con el Sol de justicia. Nadie llegue a la conclusión de que no hay más verdad para ser revelada.
Los que sinceramente desean la verdad no vacilarán en abrir sus posiciones para la investigación y la crítica, y no se sentirán turbados si sus opiniones e ideas fueran contradichas. Este era el espíritu que compartíamos hace cuarenta años…Tenemos muchas lecciones que aprender, y muchas, muchas, que desaprender. Sólo Dios es infalible.
No se nos llama a adorar y servir a Dios mediante el uso de los medios empleados en los años pasados. Dios requiere hoy un servicio más elevado que nunca antes. Requiere el mejoramiento de los dones celestiales. Nos ha llevado a una posición en la que necesitamos superiores y mejores cosas de las que nunca antes hayamos tenido necesidad.
El Señor ha tenido a bien darme una gran luz, aunque sé que él dirige las mentes de otros, y les abre los misterios de su palabra. Y yo quiero recibir cada rayo de luz que Dios me envíe, aunque venga a través de sus siervos más humildes.