Muchas personas cometen una triste falta porque siempre están atrasadas en la mañana del sábado. Son muy minuciosas con respecto a su propio tiempo, y no pueden tolerar perder una hora de este; pero con respecto al tiempo del Señor, el único día de los siete que el Señor reclama como suyo, y que exige que se lo dediquemos a él, una buena porción de este es malgastada durmiendo hasta tarde en la mañana. En esto están robando a Dios. Esto les produce atraso en todas las cosas; acarrea confusión en la familia; y finalmente resulta en tardanza de toda la familia para llegar a la escuela sabática, y tal vez a la reunión. ¿Por qué no podemos levantarnos temprano junto con los pájaros y ofrecer alabanza y acción de gracias a Dios? Probadlo, hermanos y hermanas. Que todos vuestros preparativos sean hechos el día anterior, y llegad con prontitud a la escuela sabática y a la reunión; por ello no solamente beneficiaréis a otros, sino que vosotros mismos obtendréis una rica cosecha de bendiciones.
El éxito sólo puede acompañar al orden y a la acción armónica.
A los morosos que lleguen con media hora o quince minutos de atraso no se los debe esperar. Aun cuando no haya más de dos presentes, ellos pueden pedir el cumplimiento de la promesa.