CONVICCIÓN DE PECADO
El Espíritu Santo “convence de pecado” (Jn.16:8) y de que “no hay quien haga lo bueno.” (Rom.3:12) Es sólo por medio del Espíritu Santo, al ser confrontados con la ley, que somos convencidos de pecado. Esta es la razón por la que los hombres no se dan cuenta de su propia realidad, porque viven sin ley y sin Dios.
El orgullo suele hacer que el hombre, por lo general, se resista a la acción del Espíritu Santo. El hombre no sólo tiende al pecado por naturaleza; el hombre, además, es orgulloso y soberbio. De ahí que suela resistir a la acción de Dios. Pero si no se resiste, el hombre será convencido de pecado, porque sólo pasando por ese proceso será salvado.
Sólo cuando uno descubre que es un pecador descubre que tiene un problema que necesita resolver.
Uno de los ejemplos más claros que encontramos en la Biblia es el del rey David. En su juventud, era una persona alejada de la ostentación y la popularidad. Pero cuando uno es rey, piensa que el cargo le da derecho a ciertos privilegios y complacencias. Incluso, puede existir la tentación de sentirse uno por encima de la ley. Con los hombres puede ser así, pero para Dios no. David creyó tener el derecho de matar a un súbdito y adulterar con la mujer de este. Pero Dios lo confrontó por medio del profeta Natán, y le expuso claramente que ni aún un rey está por encima de la ley de Dios.
La reacción de David a las palabras del profeta es uno de los mayores ejemplos de convicción de pecado.