Cada día está más de moda decir que el hombre puede salvarse sin necesidad del sacrificio de Jesús en la cruz. Este es, quizá, el mensaje más ecuménico y el más aclamado por los defensores del movimiento de la Nueva Era. Uno de los últimos grandes dignatarios religiosos que se sumó a esta idea fue el fallecido Juan Pablo II cuando dijo que los judíos pueden salvarse sin necesidad de creer en Jesús.
No obstante, para todos los que somos cristianos esto no es más que una falacia insostenible Bíblicamente. Si como cristianos, y si creemos que la Biblia es el fundamento para nuestra fe y creencias, entonces tendremos que averiguar si la Biblia ofrece alguna posibilidad de salvación para todos aquellos hombres que no creen ni quieren creer en Jesús.
El mensaje del evangelio se resume en tres “R”: Ruina, Redención, y Regeneración. La primera “R” le pertenece al hombre por su libre elección. Las otras dos “R” le pertenecen a Jesús.
En hombre por su propia elección cayó en la ruina del pecado:
“Estabais muertos en vuestros delitos y pecados”. (Efesios 2:1) Es un completo error pensar que hay algo bueno en nosotros mismos. Esa es la premisa de la que parten las filosofías orientales y que los lleva a pensar que tenemos que buscar dentro de nosotros para solucionar nuestros problemas. En cambio, Jesús mismo cuando le calificaron como buena persona dijo: “Ninguno hay bueno sino uno: Dios.” (Mateo 19:17)
¿Quién toma la iniciativa en la redención?
La redención es el acto voluntario por el que Dios mismo tomó la iniciativa de salvar a la humanidad sin necesidad de ayuda o mérito alguno por parte del hombre. Es lo que se conoce como justificación.
A diferencia de las culturas paganas donde los hombres presentaban sacrificios animales o humanos a un Dios enfadado para aplacar su ira, en el evangelio es Dios mismo el que se ofrece sin necesidad de que el hombre ofrezca nada. No es un Dios enfadado, es un Dios misericordioso que toma la iniciativa. En el libro de Juan encontramos la mayor evidencia de esta idea cuando Jesús mismo, en tres ocasiones, hace referencia a que el mismo es el que voluntariamente ofrece su vida:
“El buen pastor da su vida por sus ovejas.”
“Yo pongo mi vida por las ovejas.”
“Yo pongo mi vida.”
En otro libro la Biblia lo explica de esta forma: “(Jesús) se presentó una vez para siempre por el sacrificio de si mismopara quitar de en medio el pecado”. (Hebreos 9:26)
Jesús lo tenía muy claro cuando dijo: “He venido…a salvar al mundo.” (Juan 12:47) Y el apóstol Pablo lo entendió también al escribir: “Cristo vino al mundo para salvar a los pecadores”. (1ª Timoteo 1:15)
La Biblia no sólo dice que Jesús vino a salvar al mundo, sino que además dice que El es el único que puede hacer esa obra. Según la Biblia:
“La redención es en Cristo Jesús.” (Romanos 3:24) “En ningún otro hay salvación.” (Hechos 4:12)
Si Jesús no hubiera hecho ese sacrificio ninguno podría ser salvo, y nadie excepto El lo hizo, así que nadie excepto El puede salvarnos. Jesús no fue un líder espiritual más. Jesús no es comparable a Mahoma, Buda, Confucio o Krishna. Jesús es el hijo de Dios, y Jesús es el único en el que hay salvación.
Pero Jesús no sólo vino a hacer una obra fuera del hombre. Jesús también quiere hacer una obra dentro del hombre. La obra de Dios no se limita a la redención, Dios quiere llegar a lo profundo del corazón del hombre y resolver su problema de corrupción. Esa corrupción es la enfermedad que en lenguaje bíblico conocemos como pecado. El pecado no es una materia etérea que circula en nuestra atmósfera, el pecado es algo que circula por nuestras venas junto con la sangre. El pecado es algo tan real como que nacemos con él. (Salmo 51:5) Nos impulsa y nos domina de tal forma que estamos bajo su absoluto control. Encontramos un buen ejemplo en la Biblia cuando dice: “Ningún hombre puede domar la lengua.” (Santiago 3:8) Y lo peor que no podemos hacer nada por nosotros mismos para deshacernos del pecado.
No obstante, a pesar de que el pecado es una animal que no podemos dominar, Dios si que lo puede hacer si nosotros le pedimos que lo haga. La promesa que le dio el ángel que se le apareció a José con respecto a Jesús fue: “El salvará a su pueblo de sus pecados.” (Mateo 1:21) El apóstol Juan haciendo referencia a Jesús dijo: “El apareció para quitar nuestros pecados.” (1ª Juan 3:5)
Así que Jesús no sólo vino a redimirnos, sino que vino a tomar control de nuestras vidas a través del Espíritu Santo. Esta es la obra de la santificación.
¡Así que la muerte de Jesús es esencial para nuestra santificación! Y cuando esa santificación sea una realidad en nuestra vida dice Pablo: “El pecado no os dominará.” (Romanos 6:14) Cuando hayamos sido transformados por Dios su poder en nosotros será mayor que el del mundo: “Todo lo que es nacido de Dios vence el mundo.” (1ª Juan 5:4) Ya no viviremos dominados por la enfermedad del pecado.
“Estos son los que han salido de la gran tribulación, y han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del Cordero.” (Apocalipsis 7:14) Nuestro carácter (ropas) sólo puede emblanquecerse por el poder que ofrece la sangre de Jesucristo. Si ella no hay posibilidad de salvación. Los cristianos sólo obtendrán la victoria final por medio del poder espiritual de la sangre de Jesucristo. Así lo dice la Biblia en su último libro:
“Y ellos (los salvos) han vencido por medio de la sangre del Cordero…”
Si alguien piensa que no hacía falta que Jesús muriera en la cruz para poder ser salvos está diciendo que la Biblia miente. Si alguien cree que la Biblia miente, está haciendo a Dios mentiroso. Si alguien piensa que no nos hace falta la muerte de Jesús para ser salvos está ignorando y rechazando el sacrificio de Jesús en la cruz que fue necesario no sólo para nuestra redención, sino también para nuestra regeneración.
Juan Torrontegui