Frecuentemente la casa de Dios es deshonrada y el sábado violado, por los hijos de los observadores del sábado. En algunos casos, les es permitido correr de una parte para otra en la casa, jugar, conversar y manifestar su mal genio, aún en las reuniones en que los ángeles deben adorar a Dios en la belleza de la santidad. Y el lugar que debe ser santo, y donde debe reinar santa calma, y donde debe haber perfecto orden, limpieza y humildad, es transformado en una perfecta babilonia, “en una confusión”. Y eso es sufi-ciente para el desagrado de Dios y para desviar Su presencia de nuestras asambleas”
Es un hecho deplorable que la reverencia por la casa de Dios esté casi extinguida. (…) Tenemos motivos de sobra... para ser más ponderados y reverentes en nuestro culto que los judíos. Pero el enemigo ha estado trabajando a fin de destruir nuestra fe en la santidad del culto cristiano”.
Si los dirigentes de iglesias, los ministros, el pueblo, los padres, no tienen ideas más elevadas a este respecto, (orden y reverencia) ¿qué podrán esperar los niños inexper-tos? Estos son muchas veces encontrados en grupos, separados de los padres que de-bían cuidar de ellos; (…) se ponen a susurrar y a reír, portándose inconvenientemente, y mostrándose irrespetuosos y desatentos”.
Quedo alarmada al ver a los niños y a los jóvenes de padres religiosos tan descuidados en relación al orden y a la compostura que deben ser observadas en la casa de Dios. Mientras los siervos de Dios están presentando al pueblo las palabras de vida, algunos están leyendo, otros susurrando y riéndose. Sus ojos están pecando, al desviar la aten-ción de los que los cercan. Si se permite que tal hábito no sea reprimido, crecerá e in-fluenciará a otros”
La casa de Dios es profanada y el sábado es violado por los niños de los creyentes. Co-rren por el edificio, juegan, hablan y manifiestan su mal temperamento en las propias reuniones en que los santos se han reunido para glorificar a Dios y adorarlo en la her-mosura de la santidad. El lugar que debe ser sagrado, donde debe reinar un silencio santo, y donde debe haber un orden, una limpieza y una humildad perfectos, se convier-te en una perfecta Babilonia y un lugar donde reina confusión, desorden y suciedad. Es-to es suficiente para hacer que Dios esté ausente de nuestras asambleas y para que su ira se encienda; suficiente para que a él no le agrade marchar con los ejércitos de Israel a la batalla contra nuestros enemigos. Dios no dio la victoria en la reunión que se celebró en -----. Los enemigos de la fe triun-faron. Se desagradó a Dios. Su ira se encendió porque su casa se convirtió en una Babi-lonia...Por encima de todo, cuidad a vuestros niños durante el sábado. No permitáis que lo violen, porque el permitir que ellos lo violen, es como violarlo vosotros mismos. Cuan-do les permitís a vuestros hijos jugar [juegos comunes], en sábado, Dios os considera a vosotros como violadores de los mandamientos. Vosotros transgredís sus sábados (Ma-nuscrito 3, 1854).
Así como el conocimiento es progresivo, también el amor, la reverencia y la felicidad aumentarán. (En el cielo)
El éxito sólo puede acompañar al orden y a la acción armónica.
A Dios no le agrada la confusión de voces y la discordia. (…) Entre el pueblo de Dios no debe reinar la confusión, ni carecerse de orden, armonía, consecuencia y belleza.
Cada rito de la iglesia debe ser dirigido de manera que su influencia sea elevadora. Nada debe hacerse en forma común o despreciable, ni ponerse al nivel de las cosas comunes. Es necesario enseñar a nuestras iglesias a tener mayor respeto y reverencia por el sagrado servicio de Dios.