Debemos tener sanatorios...pero no se trata de sanatorios caros y grandiosos, sino de instituciones con un ambiente hogareño, ubicados en lugares agradables.
Nuestro sanatorios son uno de los medios de mayor éxito alcanzar a toda clase de gente.
Las admirables restauraciones de la salud que ocurren en nuestros sanatorios conducirán a muchos a contemplar a Cristo como el sanador del alma y el cuerpo.
No establecemos los sanatorios como negocios especulativos, sino para ayudar a los hombres y a las mujeres a practicar hábitos correctos de vida.
¿Por qué establecemos sanatorios? para que los enfermos que acuden a ellos en busca de tratamientos puedan recibir alivio de sus sufrimientos físicos y a la vez obtener ayuda espiritual. Debido a su condición de salud precaria se hallan susceptibles a la influencia santificadora de los misioneros médicos que se esfuerzan por sanarlos.
Los sanatorios que se establezcan en el futuro no deberán ser edificios inmensos, que incurran en muchos gastos. Se deben establecer pequeños sanatorios locales en conexión con nuestras escuelas.
Los que no tienen un deseo ardiente de salvar almas, no deben unirse con nuestros sanatorios.
Hace veinticinco años el Señor me reveló que la mejor forma en la que podemos alcanzar a la clase alta es por medio de los sanatorios.