A los cristianos nos gusta hablar de que somos la iglesia militante y que en algún momento nos convertiremos en iglesia triunfante. Pero, ¿es realmente la iglesia militante? ¿Somos el ejército espiritual de Dios en la tierra?
Para responder a estas preguntas y entender qué es la iglesia militante tenemos que saber primero qué significa el verbo “militar”. El principal significado es “servir en la guerra”, “batallar”, “combatir”, “luchar” o “pelear”.
La Biblia dice que “hay tiempo de guerra” (Ecle.3.8) pero los cristianos modernos sólo pensamos en paz y tranquilidad.
Para vencer en esta batalla espiritual necesitamos militar en el ejército de Dios, porque el que no milita no puede vencer la batalla ya que ni siquiera forma parte de ella. Los verdaderos militantes de Dios debiéramos ser un pueblo convertido y por eso se dice que “no militamos según la carne.” (2ª Cor.2:10)
La iglesia no es militante si busca reconocimiento oficial y financiación en un intento de estar en paz con todo el mundo y asegurar los salarios. Haciendo eso nos vendemos al enemigo y negamos nuestra fe.
Hay algunos que quieren llevarse bien con Roma y con el Estado sin percibirse que los dos están bajo el dominio del dragón. La Biblia nos llama a “reprender las obras infructuosas de las tinieblas” (Efe.5:11) pero los cristianos se adhieren a una falsa unidad religiosa que los convierte en sinagoga de Satanás.
Como bien dijo Pablo: “¿Qué comunión tienen la luz con las tinieblas?” (2ªCor.6:149
¿Dónde están los pastores que estén dispuestos a perder su salario por hacer su trabajo de atalaya? ¿Quién tocará la trompeta para la batalla? Si es que aparece alguno, se le hace callar para no perturbar la tranquilidad.
La iglesia de Dios se ha convertido en Laodicea porque hace tiempo que dejó de ser militante. Los patriarcas, jueces y profetas “se hicieron fuertes en batalla.” (Heb.11:34) pero nosotros somos cada día más débiles porque hemos renunciado a ella.
Ningún cobarde es aceptado en un ejército, y tampoco debiera ser aceptado en la milicia de Dios. Todos los dirigentes espirituales que no tengan la valentía suficiente para este momento de la historia deberían convertirse o renunciar a sus cargos. Sería más honorable eso que ser “perros mudos” (Isa.56:10) y caer bajo el juicio de Dios por ello.
La Biblia tiene mucho lenguaje de guerra. El Antiguo Testamento hace más referencia a la guerra física, y el Nuevo Testamento a la espiritual. En este último se nos dice claramente que los cristianos estamos en guerra, pero como no vemos muertos, creemos que no la hay.
El apóstol Pablo le recomendó repetidamente al joven Timoteo que se preparara para la batalla cuando le escribió: “Pelea la buena batalla de la fe.” (1ªTim.6:12)
Y para pelear en esta batalla espiritual le aconsejo colocarse en el ejército adecuado: “Este mandamiento, hijo Timoteo, te encargo (…) que milites la buena milicia.” (1ªTim.1:18)
Los que pertenecen al ejército de Dios no tienen que enredarse con las cosas que en este mundo nos distraen. Por eso se nos dice también que: “Ninguno que milita se enreda en las cosas de esta vida…” (2ªTim.2:4)
Decimos que queremos un nuevo Pentecostés, pero no deseamos ser un “pueblo fuerte dispuesto para la batalla.” (Joel 2:5) Mejor estar replegados en nuestros “cuarteles” organizando comidas y conciertos. Nos hemos preocupado tanto del reposo, que es lo mejor que sabemos hacer.
Peor aún, la mayoría de los mandos del ejército no han sido entrenados para la batalla espiritual y la confunden haciendo la guerra a todos aquellos que no siguen sus instrucciones, como si fueran militares terrenales. Esa no es una batalla espiritual sino carnal, terrenal y diabólica, y lo peor es que en su ceguera dicen: “Todo va bien.
Es importante reconocer quienes son nuestros enemigos porque sin conocer al enemigo no se le puede combatir.
En primer lugar, es necesario aclarar que aunque los cristianos estamos en guerra, “no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.” (Efe.6:12)
Esta es una guerra espiritual y el pueblo de Dios tiene poderosos enemigos espirituales, pero “no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor, y de dominio propio.” (2ªTim.1:7)
El libro del Apocalipsis menciona en diversas ocasiones que en el tiempo del fin el pueblo de Dios estará en guerra. Hay un texto que suele interpretarse en tiempo pasado, pero que desde el principio hasta el fin de la historia es una realidad:
“El dragón se llenó de ira contra la mujer y se fue a hacer la guerra contra el resto la descendencia, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen la fe de Jesús.”
Este texto no se limita a las persecuciones de la Edad Media; ha sido una realidad a lo largo de la historia. Da la impresión que aún no hemos entendido que la guerra espiritual que el dragón inició en el cielo se trasladó a la tierra hasta el día de hoy. Nunca ha cesado la batalla.
Parece, incluso, que antes de la victoria final prometida, seremos aparentemente derrotados:
“Y se le permitió hacer guerra contra los santos, y vencerlos.”
Pero a la mayoría de los generales y demás mandos de la iglesia les asuntan las bestias del Apocalipsis; mejor que ni siquiera se mencionen; crea “división” entre el trigo y la cizaña. Es preferible dejar que los teólogos especulen con alguna interpretación jesuítica donde todo es simbólico. Es una forma de evadir la realidad y pensar que Dios nos ama tanto que no nos dejará sufrir como permitió que ocurriera con los cristianos de la inquisición.
“Si la trompeta diere sonido incierto, ¿Quién se preparará para la batalla?”
Recuerdo haber leído en El Conflicto de los Siglos p. 668: “Uno no puede servir a Dios sin despertar contra sí la oposición de los ejércitos de las tinieblas.”
Si quieres servir a Dios, tienes que tener claro que tarde o temprano los ejércitos de las tinieblas van a hacer guerra contra ti. Y en la mayoría de los casos, no se presentarán abiertamente, sino que usarán alguna persona bajo su dominio para atacarte. Incluso podrán usar a alguien disfrazado de cristiano, para hacernos más daño.
¿Cómo podremos resistir todos los ataques que vengan? El Comandante en Jefe de nuestro ejército nos ha dejado la instrucción: “Vestíos de toda la armadura de Dios.” (Efe.6:11) Y si no nos la colocamos toda entera, Satanás encontrará nuestro talón de Aquiles.
Si te preparas de antemano, saldrás victorioso con el poder de Dios. Pero si vives pensando que tanto el mundo como la iglesia son un parque de atracciones, entonces recibirás heridas con el fin de separarte de Dios y destruirte. En esta guerra espiritual en la que estamos no necesitamos tácticas y métodos humanos sino el poder del Espíritu de Dios.
Nuestra fuerza no depende de alianzas humanas, sean políticas o religiosas; la Palabra de Dios nos amonesta: “Fortaleceos en el Señor y en el poder de su fuerza.” (Efe.6:10)
El apóstol Pablo también les dijo a los corintios que “las armas de nuestra milicia no son carnales sino poderosas en Dios, para destrucción de fortalezas.” (2ªCor.10:4) La iglesia no necesita ayudas humanas; subvenciones o favores políticos; necesita el poder de Dios para vencer a las fuerzas del mal y representar su carácter en el mundo.
Los cristianos estamos involucrados en dos guerras: la guerra contra el yo, y la guerra contra los enemigos espirituales externos. Necesitamos primero vencer la batalla contra el yo para poder formar parte de la iglesia militante. Sin la muerte de la carne no puedo formar parte de ella. Y si no pertenezco a la iglesia militante, no podré formar parte de la triunfante.
Sólo cuando hayamos entendido que en esta guerra podemos perder familia, amigos, y la vida misma, estaremos preparados para combatirla. Y si así fuera, sería todo para la gloria de Dios.
¿Has vencido tu guerra contra el yo?
¿Estás preparándote para la guerra espiritual?
¿Llevas puesta toda la armadura de Dios?
¿Te estás “fortaleciendo en el Señor” o en algún líder espiritual?
Dios quiere que tú formes parte de su iglesia triunfante que tendrá que pasar primero por diversas batallas espirituales donde tendremos que estar dispuestos a perderlo todo por el honor de Jehová.
Espero que cuando termine esta guerra espiritual estés en el ejército triunfante de Dios.
Juan Torrontegui