El habla es un talento (…)
La fuerza es un talento (…)
La influencia es un talento (…)
En un grado mayor o menor, todos están encargados de los talentos de su Señor. Las aptitudes espirituales, mentales y físicas, la influencia, la posición social, las posesiones, los afectos, la simpatía, todos son talentos preciosos que deben emplearse en bien de la causa del Maestro para la salvación de las almas por quienes Cristo murió.
Los seguidores de Cristo no deben despreciar la riqueza, sino que deben considerarla como un talento que el Señor les ha confiado.
El dinero en sí mismo es el don de Dios al hombre, para que éste lo utilice con fidelidad en su servicio.