Ministros, profesores, y maestros no consagrados ayudan a Satanás a levantar bandera dentro de nuestros propios baluartes.
Muchos de los que procuran prepararse para la obra del Señor piensan que es de rigor acumular grandes tomos de escritos históricos y teológicos. Suponen que el estudio de estas obras les será de gran beneficio para aprender cómo allegarse a la gente. Se equivocan.
Nuestro Salvador no animaba a nadie a asistir a las escuelas rabínicas de su tiempo para que sus mentes no se corrompieran por la repetición constante del “Ellos dicen”, o “Se ha dicho”.
Sin el Espíritu de Dios, un conocimiento de su Palabra no tiene valor. La teoría de la verdad, cuando no va acompañada del Espíritu Santo, no puede avivar el alma o santificar el corazón. Uno puede estar familiarizado con los mandamientos y las promesas de la Biblia, pero a menos que el Espíritu de Dios grabe la verdad, el carácter no será transformado. Sin la iluminación del Espíritu, los hombres no podrán distinguir la verdad del error, y caerán bajo las tentaciones maestras de Satanás.
Como preparación para la obra cristiana muchos creen necesario adquirir extenso conocimiento de escritos históricos y teológicos. Se figuran que este conocimiento les ayudará para enseñar el Evangelio. Pero el estudio laborioso de las opiniones de los hombres tiende a debilitar su ministerio, más bien que a fortalecerlo. Cuando veo bibliotecas atestadas de enormes obras de erudición histórica y teológica, me pregunto: ¿Para qué gastar dinero en lo que no es pan?
Jesús no alentaba a nadie a asistir a las escuelas rabínicas de aquel tiempo, porque allí sus espíritus serían corrompidos.
"Muchos están mejor preparados, tienen más discernimiento espiritual y conocimiento de Dios, y saben más de sus requerimientos cuando inician su curso de estudios que cuando se gradúan. Se sienten inspirados por una ambición a llegar a ser sabios, y son estimulados a aumentar sus estudios hasta infatuarse. Hacen de los libros su ídolo, y están dispuestos a sacrificar la salud y la espiritualidad para educarse. Limitan el tiempo que debieran dedicar a la oración, y dejan de aprovechar las oportunidades que tienen de hacer el bien. Dejan de poner en práctica el conocimiento que ya han obtenido y no progresan en la ciencia de ganar almas. La obra misionera les parece cada vez menos deseable mientras crece anormalmente la pasión de sobresalir en el conocimiento de los libros. Mientras siguen sus estudios, se separan del Dios de la sabiduría. Algunos los felicitan por sus progresos y los estimulan a conquistar diploma tras diploma..."
Jesús y Juan fueron representados como ignorantes por los educadores de aquel tiempo, porque no habían aprendido en las escuelas de los rabinos; pero el Dios del cielo era su maestro, y todos los que les oían se quedaban asombrados por su conocimiento de las Escrituras.
Una de las seducciones magistrales de Satanás consiste en mantener a los espíritus de los hombres investigando y haciendo conjeturas sobre las cosas que Dios no ha dado a conocer y que no quiere que entendamos. Así fue como Lucifer perdió su puesto en el cielo. Se indispuso porque no le fueron revelados todos los secretos de los designios de Dios, y no se fijó en lo que le había sido revelado respecto a su propia obra y al elevado puesto que le había sido asignado.
El Señor desea que sean ganadores de almas. No traten de revelar su inteligencia como teólogos, ni aun de la verdad bíblica, porque al hacer esto hablarán palabras que para muchos serán tan poco comprensibles como el griego.
No es por medio de los más eruditos ni de los más elocuentes miembros de la familia humana como se revelará el Señor.
Hombres doctos en la sabiduría del mundo pensarán que pueden explicar los misterios del mundo, pero al explicar los misterios del evangelio en Cristo, las criaturas y los niños están mucho más adelantados que ellos. El Señor escoge como maestros a hombres indoctos e ignorantes porque él ve que están dispuestos a aprender como a enseñar…
Como las nuevas del nacimiento del Salvador, el mensaje del segundo advenimiento no fue confiado a los caudillos religiosos del pueblo.
Satanás trata continuamente de atraer la atención hacia los hombres en lugar de atraerla hacia Dios. Hace que el pueblo considere como sus guías a los obispos, pastores y profesores de teología, en vez de estudiar las Escrituras para saber por sí mismo cuáles son sus deberes.
Cristo previó que las pretensiones de autoridad desmedida de los escribas y fariseos no habían de desaparecer con la dispersión de los judíos. Con mirada profética vio que la autoridad humana se encumbraría para dominar las conciencias en la forma que ha dado tan desgraciados resultados para la iglesia en todos los siglos. Y sus terribles acusaciones contra los escribas y fariseos y sus amonestaciones al pueblo a que no siguieran a esos guías ciegos fueron consignadas como advertencia para las generaciones futuras.
Las verdades que se encuentran explicadas con la mayor claridad en la Biblia han sido envueltas en dudas y oscuridad por hombres doctos, que con ínfulas de gran sabiduría enseñan que las Escrituras tienen un sentido místico, secreto y espiritual que no se echa de ver en el lenguaje empleado en ellas. Esos hombres son falsos maestros. Fue a personas semejantes a quienes Jesús declaró: "No conocéis las Escrituras, ni el poder de Dios." (S. Marcos 12: 24)
Hay eruditos que tienen educación universitaria, pero esos pastores no alimentan la grey.
Los maestros en las escuelas de los profetas, los escribas, los sacerdotes y los gobernantes, fueron los mayores perseguidores de Cristo. Todos los que hicieron gran ostentación de poseer luz espiritual fueron los que despreciaron, rechazaron y crucificaron a Jesús. Los grandes hombres y mujeres y quienes profesan ser sumamente buenos, pueden llevar a cabo obras terribles impulsados por su fanatismo y por lo exaltado del cargo que ocupan, y vanagloriarse al mismo tiempo de que están sirviendo a Dios.
No pocos de nuestros docentes de teología no son otra cosa que infieles disfrazados…
Así como en los primeros siglos, las verdades especiales para este tiempo se hallan, no en posesión de las autoridades eclesiásticas, sino de los hombres y las mujeres que no son demasiado sabios o demasiado instruidos para creer en la palabra de Dios.
Los sacerdotes y los fariseos pensaban estar haciendo grandes cosas como maestros, colocando sus propias interpretaciones por sobre la Palabra de Dios; pero Cristo dijo de ellos: "No sabéis las Escrituras, ni la potencia de Dios". Los declaró culpables de enseñar "como doctrinas mandamientos de hombres".* Aunque ellos eran los maestros de los oráculos divinos, aunque se suponía que entendían la Palabra, no eran hacedores de la misma. Satanás había cegado sus ojos, de tal manera que no viesen su verdadera importancia.
Vi cómo los guías ciegos se esforzaban por hacer a otras almas tan ciegas como ellos mismos, sin darse cuenta de lo que iba a sobrevenirles. Se exaltaban contra la verdad, y cuando ésta triunfe, muchos que consideraron a estos maestros como hombres de Dios y esperaron recibir luz de ellos, se perturbarán.
Juan declaró a los maestros de Israel que su orgullo, egoísmo y crueldad demostraban que eran una generación de víboras, una maldición mortal para el pueblo, más bien que los hijos del justo y obediente Abrahán. En vista de la luz que habían recibido de Dios, eran peores que los paganos, a los cuales se creían tan superiores.
“Juan declaró a los judíos…”
Pervirtiendo las Escrituras, los sacerdotes y doctores de la ley cegaban la mente de aquellos que de otra manera habrían recibido un conocimiento del reino de Cristo y la vida interior y divina que es esencial para la verdadera santidad.
Profesos teólogos parecen tener placer en volver misterioso aquello que es claro. Ellos revisten las enseñanzas simples de la Palabra de Dios con sus propios razonamientos oscuros, y así confunden las mentes de aquellos que oyen sus doctrinas.
Los rabinos consideraban su justicia como pasaporte para el cielo; pero Jesús declaró que era insuficiente e indigna. Las ceremonias externas y un conocimiento teórico de la verdad constituían la justicia farisaica. Los rabinos aseveraban ser santos por sus propios esfuerzos en guardar la ley; pero sus obras habían divorciado la justicia de la religión. Mientras eran escrupulosos en las observancias rituales, sus vidas eran inmorales y degradadas. Su así llamada justicia no podría nunca entrar en el reino de los cielos. En el tiempo de Cristo, el mayor engaño de la mente humana consistía en creer que un mero asentimiento a la verdad constituía la justicia. En toda experiencia humana, un conocimiento teórico de la verdad ha demostrado ser insuficiente para salvar el alma. No produce frutos de justicia. Una estimación celosa por lo que se llama verdad teológica acompaña a menudo al odio de la verdad genuina manifestada en la vida. Los capítulos más sombríos de la historia están cargados con el recuerdo de crímenes cometidos por fanáticos religiosos. Los fariseos se llamaban hijos de Abrahán y se jactaban de poseer los oráculos de Dios; pero estas ventajas no los preservaban del egoísmo, la malicia, la codicia de ganancias y la más baja hipocresía. Pensaban ser los mayores religiosos del mundo, pero su así llamada ortodoxia los condujo a crucificar al Señor de la gloria.”
Lutero declaró que la religión nunca corría más peligro que cuando se encontraba en manos de clérigos y teólogos.
Muchos jóvenes pueden decir que han conseguido un título universitario, pero en realidad no son más que unos ignorantes con un diploma.
El trabajo de Satanás consiste en conseguir que los hombres ignoren a Dios, para nublar y absorber la mente de tal forma que Dios no esté en sus pensamientos. La educación que han recibido ha sido un carácter tal que confunda la mente y eclipse la verdadera luz. Satanás no desea que la gente tenga un conocimiento de Dios.