Cristo vivía rodeado de la presencia del Padre, y nada le ocurrió que no fuese permitido por el Amor infinito para bien del mundo. Esto era su fuente de consuelo, y lo es también para nosotros. El que está lleno del Espíritu de Cristo mora en Cristo. El golpe que se le dirige a él cae sobre el Salvador, que lo rodea con su presencia. Todo cuanto le suceda viene de Cristo. No tiene que resistir el mal, porque Cristo es su defensor. Nada puede tocarlo sin el permiso de nuestro Señor; y "todas las cosas" que se permite que ocurran "a los que aman a Dios les ayudan a bien".
Si hacemos planes según nuestras propias ideas, el Señor nos abandonará a nuestros propios errores. Pero cuando, después de seguir sus indicaciones, somos puestos en estrecheces, nos librará.
No podemos depender de la humanidad para obtener consejos. El Señor nos enseñará nuestro deber tan voluntariamente como a alguna otra persona. Si acudimos a él con fe, nos dirá sus misterios a nosotros personalmente. (…) Los que decidan no hacer, en ningún ramo, algo que desagrade a Dios, sabrán, después de presentarle su caso, exactamente qué conducta seguir. Y recibirán no solamente sabiduría, sino fuerza. Se les impartirá poder para obedecer, para servir, según lo prometió Cristo.
Ni aun las mayores tentaciones pueden excusar el pecado. Por intensa que sea la presión ejercida sobre el alma, la trasgresión es siempre un acto nuestro.
En ningún caso puede Satanás dominar los pensamientos, palabras y actos, a menos que voluntariamente, le abramos la puerta y le invitemos a pasar.
Cuando le entregáis vuestra voluntad, Jesús inmediatamente toma posesión de vosotros, y obra en vosotros para que hagáis su deseo.
Tu parte es poner tu voluntad del lado de Cristo. Cuando le rindes tu voluntad, inmediatamente toma posesión de ti y obra en ti para querer y hacer según su beneplácito. Tu naturaleza es sometida al dominio de su Espíritu. Aun tus pensamientos le están sujetos. Si no puedes dominar como quieres tus impulsos y emociones, puedes dominar la voluntad, y así se obrará un cambio total en tu vida. Cuando rindes tu voluntad a Cristo, tu vida se esconde con Cristo en Dios. Está aliada con el poder que está por encima de todos los principados y potestades. Tienes una fuerza de Dios que te mantiene unido a su fuerza, y es posible para ti una nueva vida, la vida de la fe. Nunca tendrás éxito en elevarte a ti mismo a menos que tu voluntad esté del lado de Cristo, colaborando con el Espíritu de Dios. No pienses que no puedes, sino di: "Yo puedo, y lo haré". Dios ha prometido su Espíritu para ayudarte en todo esfuerzo decidido.
La fuerza de carácter consiste en dos cosas: la fuerza de voluntad y el dominio propio.
No pensemos que podemos pasar por este mundo haciendo lo que nos place, y no obstante ser aceptados por Dios como seguidores de su Hijo. Las puertas de la ciudad de Dios no se abrirán para los que no han levantado la cruz y seguido a Cristo en renunciación y abnegación.
Cuando renuncies a tu voluntad propia (…) hallarás admisión en el reino de Dios.
Queda de su parte ceder su voluntad a la voluntad de Jesucristo; y mientras lo haga, Dios tomará posesión inmediatamente de usted y obrará en su vida el querer y el hace por su santa voluntad. Su naturaleza entera estará bajo el dominio del Espíritu de Cristo, y hasta sus pensamientos estarán sujetos a él.
El corazón que no se entrega por completo al control de Jesucristo le abre una puerta a Satanás.
El yugo y la cruz son símbolos que representan una misma cosa: la entrega de la voluntad a Dios.
La voluntad es el poder que domina en la naturaleza humana. Si se afirma la voluntad debidamente, todo el resto del ser quedará bajo su dominio. La voluntad no es el gusto o la inclinación, sino la capacidad de elegir y decidir, la capacidad suprema, que obra en los hijos de los hombres para obedecer o desobedecer a Dios.
La educación, la cultura, el ejercicio de la voluntad, el esfuerzo humano todos tienen su propia esfera, pero para esto no tienen ningún poder. Pueden producir una corrección externa de la conducta, pero no pueden cambiar el corazón; no pueden purificar las fuentes de la vida. Debe haber un poder que obre en el interior, una vida nueva de lo alto, antes de que el hombre pueda convertirse del pecado a la santidad. Ese poder es Cristo.
No podéis cambiar vuestro corazón, ni dar por vosotros mismos sus afectos a Dios; pero podéis elegir servirle. Podéis darle vuestra voluntad, para que él obre en vosotros, tanto el querer como el hacer, según su voluntad. (...) Por medio del debido ejercicio de la voluntad, puede obrarse un cambio completo en vuestra vida. (...) y rindiéndoos así constantemente a Dios seréis fortalecidos para vivir una vida nueva, es a saber, la vida de la fe.
Todos los que vivan en comunión con el Creador comprenderán el designio que él tuvo al crearlos.
Es necesario que sigamos más estrictamente el plan de vida de Dios. Esmerarnos en hacer el trabajo que tenemos más a mano, encomendar nuestros caminos a Dios y estar atentos a las indicaciones de su providencia, son reglas que aseguran el logro de una buena ocupación.
Dios me preservara por tanto tiempo como el tenga un trabajo para mí que hacer.